Pero, o yo soy muy raro, o no me negarán mis lectores que el pasodoble está curiosamente emparentado con una música muy centroeuropea: la blasmusik. No hay toro ni paseíllo, pero vamos. Un ejemplito para que se vea la similitud:
Hoy ha sido el tercer día de calor y yo me he puesto a tono: pantalones cortos, mangas cortas…Me he sentado a TORRARME al sol en una terraza del Naschmarkt…Lo necesitaba. Estaba ya hasta el gorro de cielos grises. Además, incluso en el patio de mi casa (que es todo menos particular) han empezado a reverdecer las planticas.
En la plaza Am Hoff han puesto también un mercadillo de güevecillos de Pascua. Y es que, la semana santa es aquí una fiesta profundamente temática y su imágen, los huevos de colores, que simbolizan la vida en estado larvario. La próxima resurrección de la naturaleza después de la grisura invernal.
Las gentes se han apresurado, como puede verse en esa foto, a sentarse a la cálida intemperie a tomarse cosas. Qué alegría más grande.
Los fiaker, abiertos, también han hecho su agosto. Los turistas japoneses (y, sorprendentemente muchos españoles) han pagado sus altísimas tarifas por darse una vuelta por la ciudad interior en coche de caballos.
Y en la Neustiffgasse, en ese rincón que conserva todo el sabor de la Viena más tradicional, la gente se ha refugiado en lo recoleto de las plazas a tomarse unos spritzer…
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