Pues bien: a esta parca lista de supervivientes contumaces, yo añadiría otro: Grasser. El exministro de economía con los abdominales más pétreos de la UE, el marido de Fiona Swarovski, el exchico Haider, delfín de una ultraderecha que abandonó porque no veía él claro lo de las porras de goma contra el inmigrante, ha decidido redecorar de nuevo su vida.
Recapitulemos: tras la caida del último gobierno del Partido Popular austriaco, y el advenimiento de la coalición Rojinegra presidida por Alfred Gussembauer (Partido Socialista) el señor Swarovski perdió su puesto, como es lógico, como ministro de economía.
Sin embargo, él siguió empeñado en seguir pisando moqueta y aceptó lo que para entonces parecía un refugio seguro (aunque algo deslucido) en el imperio Meinl; concretamente en Meinl Power. Y ahí ha permanecido los últimos tiempos, siendo el señor de su señora y ocupando un despacho desde el que no se sabía muy bien qué cosas manejaba. Pasando completamente de aquellos rumores que le asociaban con la errática gestión económica del Gobierno del que había formado parte. Sin embargo, la semana pasada debió de sonar en su interior esa alarma que todos los supervivientes tienen y que les impide seguir subidos en un barco que se hunde: la bundespolizei enchironó a su jefe y mentor (el quinto de los Meinl, recuérdese) y Grasser decidió que ya era hora de quitarse de un lugar en el que le podía salpicar la porquería que, previsiblemente, la justicia se empeñará en lanzar contra el ventilador.
Y hoy, según informa el Kurier, ha decidido tomarse unas vacaciones y esperar a que escampe.
¿Cuál será el nuevo destino de Grasser?
Seguiremos informando.
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