En Viena, y sobre todo en verano, hay muchas mujeres que renuncian al sujetador, sostén o, como se dice aquí BH (por Busenhalter y no por Beistegui Hermanos, mi primera bicicleta). En fin. Mi experiencia me dice que las mujeres españolas son mucho más reacias a dejar que sus lolas –Daniela Cardone dixit– vivan en un régimen liberal, y más partidarias de someterlas a la ley marcial. Incluso, tengo yo una amiga en España que es especialmente maniática de esta cuestión corsetera y que tiene sujetadores reservados para cada ocasión (para estar por casa, para salir, etcétera).
Así que, como este blog se debe al objetivo de tener informados a sus lectores con precisión y audacia, bajo la sombra de la masa boscosa, seguido atentamente por los ojillos de los jabalíes que pacen a lo lejos, decido hacer una rápida estadística visual entre las paseantes (así dicho, parece como de Porky´s, pero créanme mis lectores, y sobre todo mis lectoras, que la investigación se hace de manera tan disimulada como galante). He aquí las cuentas: de treinta sujetos estudiados, cinco iban con las lolas liberadas y las otras veinticinco las sometían a la dictadura de los aros y las copas. Las partidarias de la revolución lolera eran, sobre todo, las señoras más maduras –mayores de cuarenta y cinco-. Yo, lo cuento por si alguien se anima a abrir el debate.
Otro apunte estilístico.
Cuando éramos chicos y decíamos algo inconveniente o increible (que el hombre había llegado a la luna, por ejemplo) mi abuela siempre chasqueaba la lengua y decía:
-¡Sal, camisa sin mangas!
Pues bien las camis(et)as sin mangas son parte indispensable del uniforme sport del proletariado vienés. Eso sí: forman un todo junto con los vaqueros de todo a diez euros, las sandalias (llevadas con calcetines si el interesado quiere añadirles una nota elegante) y cierto corte de pelo que McGyver/Richard Dean Anderson puso de moda cuando Annibal Smith y los suyos se dedicaban a consolar viudas y a desfacer entuertos. O sea: pelo de punta por arriba y melenita por detrás. Hoy parece que, este corte de pelo, que tiene su acomodo lo mismo en la boda suburbial, que en el andamio, que en la comisión federal del partido independentista –ver look abertzale-, vuelve en su versión cresta mohicana. Pero las generaciones más maduras siguen manteniendo ondeandes las banderas de los ochenta.
Ole por ellos.
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