Todo es posible en Carintia (Segunda parte)


26 de Enero.- (lo que sigue es una recreación literaria de lo que pudo pasar hace unos meses en cierto lugar de Carintia, a la luz de unas grabaciones publicadas por la revista austriaca News).
Interior. Tarde avanzada, casi noche. Un despacho oficial en el que reina una agradable semioscuridad. Mobiliario mullido. Cuadros de gusto un tanto impersonal y gran formato. Un solo punto de luz que alumbra a dos hombres sentados a ambos lados de un escritorio parecido al bote salvavidas de un transatlántico. El silencio enmoquetado parece manar de la mesa y extenderse manso, lujoso, por la habitación y la antesala que se ve por la puerta entreabierta, desierta de secretarias y pedigüeños de favores administrativos.
De los dos hombres, se sabe que uno es joven, de entre treinta y cinco y cuarenta años. Va vestido con la chaqueta parda del trachten o traje típico de Carintia. Al otro no se le ve. El que va vestido de pardo está hablando por teléfono, en un alemán lento, cuidadoso, liberado en lo posible del fuerte acento del dialecto local. En muchos momentos, el hablante cae en la hipercorrección que caracteriza a los alumnos medianos cuando quieren aparentar un expediente académico mejor que el que tienen. De vez en cuando, el hombre, cuando le parece que su interlocutor no ha comprendido, aclara algunos conceptos en un inglés de vendedor de coches que no hubiera enorgullecido a su profesora del colegio.
Sí, sí, claro…Si existen proyectos adecuados que necesiten una inversión…Claro, -el hombre se esfuerza-Suitebel proyex…-el sentado frente a él aprueba con un movimiento de cabeza-…La inversión mínima sería de un millón de Euros…Claro, claro. A partir de un millón de Euros el pasaporte…El pasaporte austriaco…Di ostrian pasport….sería parrt of de guéim…
Se hace un silencio en el que sólo se escuchan los ecos en sordina de las palabras del presunto magnate ruso al otro lado de la línea. El hombre de la chaqueta parda escucha con gesto concentrado; de cuando en cuando sonríe cortesmente (le salen arruguillas alrededor de los ojos, prueba de la contracción forzada del músculo orbicular) ; juega con el cable del teléfono. Intenta varias veces meter baza en la conversación; cuando lo consigue, dice:
Y si…Bueno, si llegásemos a un acuerdo…También creo que nuestro partido…Podría usted depositar un donativo relativamente generoso para nuestro partido…¿Doscientos mil? Tu jandred tausand…Si: creo que eso sería una buena cifra….Claro, claro, ostrian pasport para usted y para…¿Para su familia?
El tipo al que no vemos hace un gesto con la cabeza como el forofo que contempla un flagrante error arbitral.
-Bien, bien, podríamos estudiarlo…
Según grabaciones difundidas por la revista News (y cuya autenticidad, hasta ahora, no ha sido negada por sus protagonistas), el presidente del estado de Carintia, Sr. Uwe Scheuch, ofreció la nacionalidad austriaca a un presunto oligarca ruso a cambio de una elevada cifra de dinero.
Preguntado por la cuestión, el Sr. Scheuch dijo “no acordarse de la conversación en cuestión” pero dijo que en ella no veía nada delictivo puesto que artistas, deportistas y otros profesionales independientes obtienen la nacionalidad de manera “especial”. Asimismo, añadió que el deber de un político está en atraer proyectos de inversión hacia la zona que administra estando el fin por encima de los medios utilizados.

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