Ay Jesús, cómo nos pruebas (de alcoholemia)

La obispa Kaessmann (foto:www.achim-achilles.de)

26 de Febrero.- Quisiera empezar pidiendo perdón a mis lectores por no haber contestado aún a sus amables comentarios. Pero es que, como se pueden suponer, este blog se está publicando de milagro durante toda esta semana y, la verdad, fuera de colgar los textos –y escribirlos antes- uno no tiene uno mucho tiempo.
Hasta Austria ha llegado la historia del párroco español que cobraba 150 Euros la hora por demostrar con el ejemplo que amar es lo mejor que hay en el mundo. Aquí, sin embargo, no se han atrevido a ilustrar la noticia con la imagen que ha dado la vuelta a España (ese hombre, despojado de toda su vestimenta sacerdotal, metiendo tripa en gayumbos: qué visión). De todas formas, no hubieran podido apreciar lo celtibérico de la decoración de la habitación: esas cortinas de indiana, ese mobiliario castellano que se intuye. Todo tan seventis. En fin. Hoy no me han dado el Österreich en el metro, pero tengo yo curiosidad por saber qué tratamiento le hubieran dado al pobre cura de Totanes.
En el Kurier, eso sí, se hacen eco de las tarifas del pastor y citan (aunque traducidas al alemán pierden una barbaridad) las autopromos que se hacía en internet. Aquello de que él estaba abierto a todas las modalidades de placer menos al sadomaso. Además, le explican a la sufrida feligresía austriaca que el párroco rumboso había distraido 17.000 Euros de la caja y que era por esto por lo que había sido puesto en cuarentena.
De todas maneras, no corren buenos tiempos para el clero. En Austria, hace poco, le quitaron a uno de los sacerdotes de la catedral de San Esteban el carnet de conducir por ir con unas copitas de más –se ve que celebró más misas de las estipuladas y le subió el índice, al angelico-. Eso sí: el buen sacerdote decidió tomarse la cosa con resignación cristiana y hacer algo útil con su bochornosa situación: no sólo hizo público su pecado por todos los medios a su alcance (las entrevistas que concedió en la tele se notaba que le costaban una penitencia), sino que, además, se comprometió a ayudar a otros automovilistas que hubieran tenido el mismo problema; amén de concienciar a los fieles de los peligros que conlleva el ponerse al volante cuando uno está un poco piripi.
Pero que no se crean mis lectores que sólo en la iglesia católica cuecen habas. Que no, que no.
A la jefa de la iglesia protestante alemana (la traducción será “obispa” pero no estoy seguro de que la palabra exista en español, por lo menos de esa forma) también la pillaron hace días con el carrito del helao. La mujer pidió disculpas públicamente por no haber servido precisamente de modelo a sus fieles. Aunque quizá, en estos casos, la psicología inversa funcione también.

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