Los espíritus que vagan por el ambiente (III): Hablando con los hermanos

Una pareja en la cubierta del SS Mariposa (foto extraida de flickr: cuenta de la Powerhouse Museum Collection)
4 de Junio.-  Mi abuelo, en su calidad de vidente, tenía una fluida y aún amigable comunicación con los espíritus. Creía, como San Pablo, que los muertos son seres invisibles pero no ausentes, y no le faltaba razón si consideramos que las presencias que, según él decía, nos acompañan siempre, le ayudaban a resolver pequeños o grandes engorros de la vida diaria.
Por supuesto, todas estas “chapucillas” espirituales, que podían abarcar desde encontrar una tarjeta de crédito perdida a la orientación estudiantil y profesional, mi abuelo las hacía completamente gratis.
Él decía que, si no había pagado nada por conseguir el don del que se beneficiaba, era obvio que no estaba bien aquello de explotarlo comercilalmente. Además, él pensaba, y así nos lo transmitió, que un clarividente tiene la misma función que los cables telefónicos que hacen posible que leas este texto. O sea, que no son más que un medio y que sería absurdo que el cable pensase que ha elaborado la información que transmite.
De hecho, él utilizaba una expresión peculiar para describir los conocimientos que obtenía de sus Hermanos Espirituales (respeto completamente la terminología que él usaba). Él decía que “le ponían” esto o lo otro. En conversaciones de la forma siguiente.
Estudiante acojonada:
Señor Paco, ¿Cree usted que aprobaré Derecho Procesal en tercera convocatoria?
Mi abuelo se concentraba y decía:
Mira, aprobar no sé si aprobarás, pero aquí me ponen que estás muy contenta cuando acabas el examen.
Esto quería decir que, con los ojos cerrados, en la penumbra de su salita, él había visto a la persona en cuestión con expresión feliz al salir de un aula trufada de apurados examinandos.
Normalmente, la atribulada estudiante volvía a preguntar:
Pero, pero, señor Paco ¿Apruebo o no apruebo?
Y él era honrado y le decía, para desesperación de la otra, que no había más que rascar. Que los Hermanos Espirituales le habían puesto sólo que ella estaba muy contenta y que no le podía garantizar nada.
A propósito de esto, tengo que aclarar otra cosa: en esto de la clarividencia hay negociados. Personas hay que están favorecidas con el don de la visión (mi abuelo, por ejemplo). Personas que sólo oyen (a mi juicio mucho más acojonante, porque a ver cómo cuentas que oyes voces sin que te metan en la institución más próxima), o personas especializadas en ver el sexo de las criaturas antes de que nazcan o en adivinar números y fechas. Mi abuelo sólo veía imagenes y él achacaba los errores, que admitía con toda la naturalidad del mundo, a fallos en la interpretación.
A propósito de esto, tengo una historia personal.
Mi abuelo funcionaba mucho mejor cuando contaba con muy poca información. Lo mejor era darle pocos datos o ninguno. Una pregunta desnuda era lo mejor. Porque si no, los Hermanos Espirituales se perdían y, a veces, uno corría el riesgo de volver más confuso de lo que había ido.
El día antes de hacer mi primera entrevista en Mundo Perdido acudí, como venía siendo habitual en casos como aquel, a casa de mis abuelos. Mi abuela nos dejó solos.
Mira abuelo, que mañana tengo una entrevista y venía a preguntarte a ver qué te ponen.
Mi abuelo se puso manos a la obra. Cerró los ojos, se puso la mano delante de la vista y se concentró. Al minuto, sólo se escuchaba su respiración tranquila y algo trabajosa. El silencio era tenso y emocionante, impregnado de una densidad especial. A mí siempre me parecía que se iba a escuchar el latido de mi corazón.
Pasado un rato, mi abuelo sonrió ligeramente.
Vas a Mundo Perdido, ¿A que sí?
Pues sí.
No te preocupes. Mira: te estoy viendo muy relajado. En una habitación pequeña. Es un despacho. Te van a entrevistar dos personas. El hombre es de tal y tal manera y la mujer de tal y tal –aclaro que las dos personas en cuestión tienen un físico muy definido, o sea que los Hermanos no pudieron hacer trampas-. Estais sentados a una mesa redonda y en la pared hay un cuadro de esta manera y de tal otra.
¿Pero me cogen? –él se quitó la mano de la vista como si yo le hubiera preguntado por mi asignatura de Derecho Procesal, así que pillé al vuelo que mejor no insistir.
Al día siguiente, se cumplió punto por punto todo lo que mi abuelo había visto.

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Comentarios

5 respuestas a «Los espíritus que vagan por el ambiente (III): Hablando con los hermanos»

  1. Avatar de Chus

    En dos palabras te voy a decir lo que me ha parecido tu relato IN-PRESIONANTE!!!!!.

    Me ha gustado mucho y me ha parecido muy interesante. De todas formas que chollo tener un abuelo así, eh!!!!.
    ¿Era el padre de tu madre o de tu padre?.

    Paco, escribes muy bien.

    Un abrazo

  2. Avatar de amelche

    Caray… Yo no sé si me hubiera atrevido a consultar a mi abuelo antes de las entrevistas de trabajo si hubiera tenido ese don. Me habría dado un poco de miedo, la verdad.

  3. Avatar de RBD

    Paco:

    Además de haberme entretenido muchísimo con las historias de tu abuelo vidente, me he puesto a pensar que hay algo impresionante en tu blog: nunca hay un error ortográfico, de escritura (de dedo, decimos en México), ni de puntuación. En el mío, en cambio, por mi decidia que no conoce de límites me encuentro varios cada vez que releo una entrada, algunos bastante escandalosos. ¿Cómo haces para revisarlo tan bien? ¿O simplemente tus ojos no te dejan ir un error desde el primer momento? Te lo dice alguien con unos ojos bastante perezosos que te envidia cordialmente.

    Un abrazo grande,

    Rafael Barceló Durazo

  4. Avatar de Isabel Maria

    Hola cielo la verdad que tenemos muchas cosas buenas que contar de tu abuelo, dicho sea de paso Chus era mi padre, un beso

  5. Avatar de Paco Bernal

    Hola a todos:

    A Chus: muchas gracias. La verdad es que mi abuelo era muy especial. Es una pena que se nos haya ido. Era el padre de mi madre, como ella ha dicho más abajo.

    A Amelche: mi abuelo siempre decía que él no veía lo que quería, sino lo que le ponían. O sea, que los Hermanos solo le daban la información que pensaba que podías necesitar. Todo era muy inofensivo. No había por qué tener miedo.

    A Rafa: !Usted que me lee con buenos ojos! jajaja. Alguna errata se me cuela, pero procuro que sean las menos (soy nieto de corrector de imprenta). Normalmente escribo los textos y los releo un par de veces. A medias para ver si puedo decir algo de manera más breve (tiendo a enrollarme) y a medias para quitar las faltas. Pero siempre se me cuela algo:-)

    A mi madre: la verdad es que sí. Seguirá la serie, no te preocupes.

    Saludos a todos

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