2 de Julio.- Ayer por la noche, las terrazas hervían de actividad. Los camareros se afanaban de un lado a otro, sudorosos, llevando jarras de cerveza helada; los niños corrían entre las mesas anticipando el fin de las clases, las abuelas se abanicaban con disimulo las piernas varicosas y cuatro españoles cantaban “un velero llamado libertad” ifluidos, indudablemente, por el ambiente vacacional (nadie piense que los vapores etílicos tuvieron nada que ver, que se equivocará).
Debido a nuestra cita juevesina semanal me perdí el que, sin duda, ha podido ser uno de los momentos más divertidos de la televisión austriaca de los últimos tiempos.
Sin embargo, antes de contarlo con pelos y señales, el lector necesita alguna información previa.
Ayer entró en vigor en Austria una (muy tibia) ley antitabaco. La cosa, en verdad, ha sido el parto de los montes. Se llevaba anunciando durante años (desde que la UE instó a todos los países miembros a armonizar su legislación al respecto) pero, como suele suceder en los casos en que debe tomar medidas que sabe impopulares, el Gobierno austriaco se ha resistido a aprobar la medida todo lo que ha podido y, al final, ha hecho lo mismo que con el matrimonio homosexual: o sea, una chapuza.
Aún así, los hosteleros y los que gustan de ensuciarse los pulmones (y de ensuciar los de los demás, que fumamos aunque no queramos) se han azuzado mutuamente para poner el grito en el cielo. Llegando en algunos casos, como suele suceder, a caer en el ridi más espantoso.
Ejemplo de este ridi son los propietarios y actuales gestores del café Havelka, uno de los templos de la bohemia vienesa. Los abuelos Havelka ya no llevan el negocio (Frau Havelka, la pobre, ya no podría porque hace años que encontró otro trabajo sirviéndole melanges a los angelitos). Ahora, la gestión del castizo café vienés la llevan los nietos de los aguerridos fundadores, que han declarado estar enfadadísimos con el Gobierno a causa de la ley que intenta proteger la salud de quienes pensamos que el tabaco es un hábito tóxico, además de sucio y caro.
El nieto de los Havelka, un treintañero vestido de sexagenario, se lamentaba de que la ley le obligue a que su local, de añejo sabor, sea declarado como zona de no fumadores.
-¡Si incluso los guías de turistas alertan de lo ahumado que está nuestro negocio! ¡Dónde vamos a llegar!
(Hay que aclarar a) que Herr Havelka Jr., en las fotos, parece bastante sano –ningún golpe en la cabeza ni nada así- y que, por lo tanto, habla completamente en serio cuando defiende la libertad de sus clientes para labrarse a pulso un enfisema o algo peor y b) que el Café Havelka presume también de ser uno de los lugares más vieneses de viena, y ya se sabe que una de las directrices de lo vienés es el amor por lo viejo: los propietarios del Café Havelka parecen ser alérgicos a cualquier tipo de cambio y presumen de no haber tirado ni una silla a la basura –que podrían haberlo hecho, a juzgar por el estado de algunas piezas- desde la fundación del negocio, allá por los años cuarenta del siglo pasado).
En fin, ahora la anécdota: ayer, informaba el telediario de la noche de las primeras horas de validez de la prohibición. El impasible Armin Wolf desgranaba ante los telespectadores los detalles del descontento hostelero, del descontento de los fumadores y de la alegría de los que pensamos que el tabaco tendría que valer a seismil euros la cajetilla. Tras él, en un videowall, podía verse una foto de un local que había colgado el cartel de “Prohibido fumar” y un titular en el que se leía claramente “Verarscht” o sea “Encabronado”. Más de una ancianita, en la intimidad de su sala de estar, y más de un defensor del decoro en los informativos de la tele pública austriaca debió de sufrir un alipori. Advertido Herr Wolf de lo sucedido, tardó menos de un amén en disculparse con sus telespectadores. No sin cierta ironía, marca de la casa.
“Queríamos decir “verascht” –o sea, reducido a cenizas-. Como ustedes saben, en esta casa no somos amigos de utilizar palabras malsonantes, por lo cual, pido disculpas a los telespectadores por el error. Y ahora, pasamos a la información meteorológica”.
¿Se imaginan mis lectores españoles que las cadenas de televisión celtíberas tuvieran que disculparse por cada taco que sale al aire? Algunos programas se convertirían en una pura disculpa…
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