El reverso tenebroso de la navidad

Bolas de navidad
Bolas de navidad en el mercadillo de Schönbrunn (Archivo VD)
27 de Diciembre.- La estampa es familiar para todos aquellos que vivimos aquí. En lugar prominente de la sala de estar, el abeto, decorado conforme a las posibilidades de cada uno. Desde el de la parejita joven con sus adornos del IKEA, hasta el de la madre de familia que tiene chismes suficientes para que su árbol de dos metros de alto haga enloquecer a la urraca más encallecida. Por supuesto, aquí no hay arbolitos de plástico. Poner uno se considera el colmo de la insensibilidad. Un pecado social igual que el de darle de comer a la gente en vajilla de usar y tirar en la celebración de tu boda.
 

Algo que no puede faltar en la decoración de un árbol cuyos dueños tengan el alemán como lengua materna son las velas. También de verdad. De hecho, hay unos artilugios especialmente diseñados para ponerlas en el árbol. Se trata de unos candeleros portátiles con una pinza que se puede fijar en el ápice de las ramas. Las velitas, delgadas, algo más grandes que las de tarta de cumpleaños, se venden en diversos colores para que uno pueda ponerlas a tono con sus bolas (cuidado con las segundas intenciones que nos conocemos).
Todos los años, sin embargo, las velitas de marras producen un cierto número de catástrofes. Este año, los bomberos vieneses han tenido que hacer cien salidas durante la nochebuena para extinguir pavorosos incendios (esta se me olvidó ayer) relacionados con el abeto preferido de los Reyes Magos. En la tele, cada navidad, se advierte a la gente de que lleve cuidado y se asegure de apagar todas las velas, o de, en su caso, tener un extintor a mano por si las llamas.
Porque, aunque los árboles de navidad presenten un aspecto de lo más inocente, en realidad son bombas que pueden explotar en cualquier momento. Todo tiene su explicación: en el peor de los casos, la noche del día 24, el árbol de navidad lleva en la casa de su dueño entre una semana y diez días. En la naturaleza, los abetos están húmedos (nieve, lluvia, y demás fenómenos meteorológicos) pero en los domicilios particulares, nuestros verdes amigos están expuestos a la fuerza desecante de una calefacción que funciona a toda pastilla para luchar contra el frío inmisericorde del invierno. El árbol, pues, se va quedando tieso y amojamado poco poco. Si a esto le añadimos que los abetos (de ahí su buen olor) contienen una buena cantidad de aceites aromáticos, en el caso de que una chispa prenda, se calcula que, en cuestión de segundos, el arbolito de marras puede alcanzar entre los quinientos y los ochocientos grados. Y no es solo peligrosa la llamarada, sino los gases que conlleva la combustión súbita de una buena cantidad de madera y diversos chismes plásticos.
Este año, al peligro de las llamas, se ha unido otro que ya trajo de cabeza a la selección nacional española cuando tuvo que vérselas con sus rivales centroeuropeos: las garrapatas. Parece ser que el calentamiento global (que, por cierto, no se ha notado estos días atrás) ha hecho que las garrapatas que, tradicionalmente, palmaban de frío a lo largo del otoño, puedan sobrevivir y, por lo tanto, alojarse pérfidamente entre las ramas de los abetos navideños. Se trata de unas garrapatas rojas que son, de verdad, asquerosas.
Si estos bichejos, en su promiscuidad chupadora, han bebido la sangre de algún animal infectado con el virus de la meningitis, pueden transmitirla a su siguiente víctima y la navidad puede salirle cara al incauto. Incluso puede costarle la vida.

Comentarios

3 respuestas a «El reverso tenebroso de la navidad»

  1. Avatar de Chus

    Joe con los arbolitos!!!.

    Pues menuda gracia. Me quedo con la tradición de España, el árbol sintético que parece natural y las luces de colores o blancas con música como las tengo yo, aunque sea hortera, me encanta y me despreocupo de si una chispa salta o las garrapatas.
    Un abrazo.

  2. Avatar de amelche

    ¡Agggg! Creo que me has convencido para no poner árbol de navidad (ni siquiera de plástico, por si las moscas/ garrapatas) en toda mi vida. De momento, tengo un pequeño belén chino que compré hace un par de años de rebajas a principios de enero y con eso, creo que tengo suficiente.

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