El eco

Estación de Metro de la U-1 de Viena28 de Diciembre.- el momento más aburrido de mis días, supongo que como para todo el mundo, es la vuelta a casa desde el trabajo (o, en mi caso, el tramo de metro que separa mi oficina del gimnasio). Para aligerarlo, normalmente, leo un libro, escucho música o, como ayer, llamo por teléfono. Tocaba felicitarle el cumpleaños a mi primo M., que hacía los dos patitos.

Empezó la conversación en el andén, el metro entró majestuosamente en la estación, subí al vagón correspondiente y, charlando con mi primo, me preparé para encarar con paciencia el trayecto hasta Karlsplatz. No había pasado ni un minuto cuando me di cuenta de que el pasajero que estaba sentado frente a mí me miraba y hacía esfuerzos por meter baza en la conversación. Mis lectores saben que esto me pasa con relativa frecuencia (como ya conté aquí). Sin embargo, esta vez, no sé por qué, la situación me hizo sentir bastante incómodo. Quizá fuera porque el indivíduo en cuestión tenía una pinta pésima (lenguaje corporal desmadejado, tez verdosa, aspecto de no haberse lavado en un par de semanas…). El ciclo era siempre el mismo. Me miraba, sonreía, trataba de hablar y luego clavaba los ojos bruscamente en el suelo del vagón para volver a empezar un segundo después.
Pasadas dos estaciones, no pudo contenerse más y empezó a hablarme en un español bueno pero con un suave acento francés. Le pedí a mi primo que esperase un momento (“espérate que me están hablando”) y, sonriendo, tratando de tranquilizarle, miré al desconocido.
-Hola…!Hola! ¿Eres vasco?
-No, no. No soy vasco.
-Ah, vale. Cuidate, eh? ¡Cuídate!
-Tú también.
Y empecé de nuevo a hablar con mi primo, pero el hombre creía que ya había roto el hielo y continuó imparable, sonriendo nerviosamente. Yo, colorado. Los pasajeros del vagón nos miraban (no había más de diez, todos en riguroso silencio). La ciudad nocturna desfilaba tras las ventanillas del metro. El hombre me hablaba y yo, no sabía qué hacer. No quería cortarle bruscamente porque, hasta el momento, el hombre había sido exquisitamente educado pero, por otra parte, tenía miedo de que darle pie me llevase a consecuencias indeseables. Rápidamente, sin embargo, se abrió paso en mi mente una certeza: aquel hombre era completamente inofensivo. Yo no era para él más que un eco.
Le vi cuando aún era una persona normal, cuando su bosque afectivo no necesitaba todavía de una reforestación urgente, cuando su vida estaba estructurada en torno a los hábitos civiles que nos garantizan que nuestros conciudadanos consideren nuestra compañía como algo mínimamente agradable. Supe instantáneamente que aquel hombre, alguna vez, en algún punto de su pasado que hoy le parecía distante o increible, había sido feliz hablando español. Yo era el eco de una de aquellas caras sonrientes de su memoria. Sin dejar de mostrarme todo lo amable que pude, le informé de que la próxima estación era Schottenring, cuando el tren llegó a ese punto, el hombre se perdió entre la multitud aterida, no sin antes decirle adiós con la mano a su pasado.

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Comentarios

6 respuestas a «El eco»

  1. Avatar de Chus

    Muy emotiva tu entrada. Me ha gustado. Bueno y ¿cuando no me gustan?. Rara vez no me interesa lo que has escrito, siempre cuentas cosas interesantes y además las cuentas tan bien.

    Un abrazo

  2. Avatar de Anonymous
    Anonymous

    Me encanta la foto ¡y qué apropiada para la historia! L.

  3. Avatar de Pyro
    Pyro

    Buenas!Creo haber reconocido esa parada: no es la anterior a la de Kaisermühlen? Un abrazo

  4. Avatar de Paco Bernal

    Hola a los tres:

    Gracias por vuestros comentarios.

    A Chus: con lectoras así de fieles, da gusto 🙂

    A L. y a Pyro (aunque, curiosamente, también L. y también C. y los tres nos entendemos): gracias por los elogios a la foto. Está tomada durante un domingo de la primavera de 2006 en la estación de metro que dice Pyro y que ha reconocido tan bien. Los picos que se ven al fondo son los tejados de la Mexikaner Kirche, al otro lado del Danubio.

    Abrazos 🙂

  5. Avatar de Landahlauts

    El eco del pasado…

    Y la foto me encanta. La estuve buscando en flickr y no la encontré.

    Saludos.

  6. Avatar de amelche

    ¿Por qué habrá tanta gente extranjera que es feliz hablando español?

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