Inmigración y tortillas de patatas

Conversación en un puesto de Kebaps
Dos hombres turcos (Archivo Viena Directo)

9 de Enero.- Al objeto de hacer especial cierta celebración anual, me dispuse ayer a hacer dos tortillas de patatas. Mientras escuchaba un estupendo documental a propósito del desguace de una locomotora –banda sonora ideal que ayuda a abstraerse del mundo y a aterrizar en un estado de paz budista- pelaba patatas tranquilamente para luego hacerlas rodajas finas. Sin embargo, cuando la locomotora estaba casi desguazada y los obreros americanos del documental se felicitaban de lo bien que manejaban la radial, me di cuenta –oh, problema- de que no tenía tantas patatas como yo había creído al principio. En el cuenco de cristal, frente a mí, había patatas solamente para una tortilla. Si mis amigos querían catar una ración para adultos, no había más remedio que conseguir más materia prima en algún sitio.

Miré el reloj: las seis menos diez. Calculé que, si me daba prisa, llegaría a tiempo al supermercado de la esquina el cual, como todos en este país, cierra a las seis de la tarde. Me puse los zapatos, me calcé mi cazadora verde y me eché a la calle. Llegado que fui al SPAR, las cajeras, cansadas, con gesto algo adusto, me hicieron señas de que mi oportunidad de conseguir patatas en el resplandeciente establecimiento había pasado. Por mi reloj, que es algo perezoso, eran las seis menos un minuto. Qué contrariedad.

¿Dónde podía yo conseguir patatas a aquellas horas tan tardías para el comercio austriaco pero tan tempranas para el cocinero celtíbero? El BILLA, a pocas manzanas, también estaría cerrado. Qué hacer.

“Al morito, pues” me dije, y allá que me encaminé. “El morito”, de hecho turco, tiene desde hace un par de años una tiendecita que, en apariencia, no cierra nunca. Es uno de esos bazares de alimentación en los que lo mismo se puede conseguir un litro de leche que un paquete de pilas. Andando hacia el colmado pensaba yo, no sin cierta diversión que “mira tú por dónde, lo que va a perder el SPAR lo va a ganar el morito”.

Cuando llegué a la tienda, allí estaba él, con la sonrisa perenne. Le pedí el kilo de patatas, me lo puso servicialmente y, ufano, me volví a casa para continuar con mi labor.

De camino a mi domicilio y de vuelta al calor de mi cocina, pensaba yo que, probablemente, a las cajeras del súper el servicial turco les caería fatal (y, que si no les caía ya, era muy probablemente porque el volumen de negocio que tenía el simpático vendedor no resultaba nada amenazante). Por supuesto, lo que el árabe hace, pueden hacerlo también los aborígenes y, en muchos casos, si no lo hacen, es porque, como decía un profesor mío ya difunto “el hombre es un animal vago por naturaleza”.

Sin embargo, y de manera empíricamente demostrada, es mucho más fácil para mucha gente votar a un partido que dice que los extranjeros quitan (quitamos) trabajo al nacional que votar a alguien que te pida que hagas autocrítica y que no te duermas en los laureles.

Así es la naturaleza humana. (Foto: Archivo Viena Directo)

Comentarios

6 respuestas a «Inmigración y tortillas de patatas»

  1. Avatar de emejota

    No solo el hombre es vago por naturaleza, también sus músculos. Un fuerte abrazo.

  2. Avatar de emejota

    No solo el hombre es vago por naturaleza, también sus músculos. Un fuerte abrazo.

  3. Avatar de Chus

    Paco en Francia es igual. En ara po ej. 10 minutos antes de la hora de cierre ya no te dejan entrar en los probadores, aparte de que cuando te atienden parece que te estan haciendo un favor. Menos mal que el monoprix de al lado de casa cerraba a las 10 de la noche por lo cual ante cualquier olvido, mi marido, raudo y veloz bajaba a por ello. Un abrazo

  4. Avatar de Sabinaiku

    En Austria existe una ley que regla cuantas horas uno se puede abrir su tienda. Los supermercados no tienen permiso de vender algo los sábados después de 18.00 horas.
    Si quieres más información haz clic aquí: http://www.worldlingo.com/ma/dewiki/de/Ladenschluss#Ladenschlusszeiten_in_.C3.96sterreich

    Las multas para abrir después de las horas permitidas son muy altas. Por eso los dependientes no abren las puertas … no saben si eres un cliente de verdad o un controlador.

  5. Avatar de Paco Bernal

    Hola a todos:

    Gracias por vuestros comentarios.

    A Emejota: el impulso natural de la gente es la pereza, tienes toda la razón.

    A Chus: aquí todo cierra prontísimo. Los días de diario a las siete y media y los sábados ya sabes. De todas maneras, curiosamente, tengo entendido que hace algún tiempo intentaron alargar los horarios pero fue un desastre porque nadie iba a comprar tan tarde.

    A Sabine: hola! Si que sabía que todo era muy estricto, pero creo que, en eso, Austria va por detrás del resto de los países. Por ejemplo, aunque yo esté acostumbrado, es muy fuerte que en domingo no haya nada, pero nada abierto. En fin…Yo creo que cambiará.

    Saludos

  6. Avatar de Pablo

    Bueno, hay una diferencia de peso: las empleadas del super trabajan para otra persona, y el turco, trabaja para si mismo. Una persona puede explotarse a si mismo durante 10 horas al día, pero no está bien que un empresario haga lo mismo con sus trabajadores para llevarse todo el beneficio (entonces estarías en España, no en Austria).

    Además, el control de horarios para los grandes supermercados es una de las pocas cosas que hace que el pequeño comerciante sobreviva. En España y en Francia, por ejemplo, los pequeños comerciantes somos una especie en extinción porque los hipermercados abren 12 horas al día, 6 ó 7 días a la semana, y con una oferta de productos más ámplia. Son condiciones contra los que el pequeño comercio no puede competir.

    Pero vamos, que llevas más razón que un santo en todo lo que has puesto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.