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Hombre leyendo en un tren de cercanías
Hombre a contraluz (Archivo VD)

3 de Agosto.- Querida Ainara: Ayer, en cierto tribunal de la localidad austriaca de Klagenfurt se vivió un día especial. En el banquillo, se sentaba el Sr. Uwe Scheuch, vicepresidente del Estado de Carintia. Un tipo indudablemente guapo, del que sus enemigos dicen que combina dos cualidades peligrosas: de un lado, un morro de cemento Portland, de otro, unas luces sumamente parecidas a las de una mata de habas.

Herr Scheuch estaba acusado de haber tentado con la nacionalidad austriaca a cierto millonario ruso, si el tío Gilito de las estepas accedía a inyectar en las marchitas arcas de Carintia una cantidad que rondase los cinco millones de Euros. Asimismo, el Sr. Scheuch, a cambio de convertir al ruso en austriaco por este procedimiento exprés, se descolgó con una petición de un donativo sustancioso para el partido al que, entonces, pertenecía (debido al terremoto político que produjo el fallecimiento imprevisto de Jörg Haider, tanto el Sr. Scheuch como su hermano tuvieron que buscar refugio en la casa de los que, hasta ese momento, habían sido sus enemigos irreconciliables).

Para que no quedase ninguna duda de cara a futuras reclamaciones, las conversaciones del Sr. Scheuch fueron grabadas, las grabaciones llegaron a la justicia, y el juez de Klagenfurt que entendía del caso decidió que el Sr. Scheuch merecía la pena de dieciocho meses de prisión (de los cuales sólo tendría que cumplir, en el caso de que la sentencia fuera firme, seis).

Cuando el juez leyó la sentencia, los simpatizantes del Sr. Scheuch (que, por lo tanto, estaban de acuerdo con él en que ofrecer favores políticos a cambio de dinero, es una práctica lícita) prorrumpieron en sonoros abucheos contra su Señoría. El político que, sin duda, se creía blindado por su estátus, declinó hacer todo tipo de declaraciones (sus palmeros se apresuraron a hacerlas por él, afirmando que el veredicto se debía a una sucia jugarreta política). El abogado defensor del Sr. Scheuch ha interpuesto, naturalmente, la previsible apelación a una instancia superior para evitar que se produzca la vergonzosa situación de que su defendido se convierta en el primer político austriaco que tenga que ir a la cárcel por corrupto.

En Madrid, mientras tanto, los llamados Indignados, después de haber sido desalojados de la Puerta del Sol, tomaban las calles adyacentes. Cortaban la Gran Vía y se asentaban en la Plaza Mayor al objeto de convertir este espacio público en una segunda acampada en la que exponer sus reivindicaciones. Las cuales se dirigen contra un orden establecido que consideran, en el mejor de los casos, que ha dejado de cumplir la función para el que todo sistema político debería estar concebido: esto es, para servir al progreso de la mayoría.

Como sabes, Ainara, aún estando de acuerdo con que la situación de la alta política española es insostenible (por falta de calidad y formación de los representantes a los que el pueblo puede elegir) soy muy crítico con el llamado movimiento de los Indignados. Quizá te pueda parecer muy duro lo que te voy a decir, pero pienso que los Indignados y Uwe Scheuch tienen mucho más en común de lo que pudiera parecer a primera vista. Son, si quieres, dos extremos que se tocan.

Tanto Scheuch como los llamados Indignados consideran que el sistema es inoperante y que los procedimientos que nos hemos dado a lo largo de las décadas son una antigualla mandada retirar que habría que cepillarse sin que nos temblase el pulso. La única diferencia es que, mientras Uwe Scheuch lo hace de manera personal, los llamados Indignados llaman a la rebeldía como grupo, arrogándose la representación de eso que, pomposamente, se llama El Pueblo (un pueblo que, según las encuestas, no se me pasa por alto, simpatiza mucho con la manera de pensar de los que toman las calles).

Es más: pienso que, tanto la actitud de Scheuch como la de los llamados Indignados no le hacen ningún favor al bien común porque desprestigian la planta más frágil y más preciada de todas: la democracia. Una democracia que puede ser de mala calidad, que puede ser lenta, pero que no se puede despreciar en bloque, porque es lo único que tenemos.

Tanto Scheuch como los Indignados son el caldo de cultivo para las formas más groseras de la demagogia y del populismo. Es más, el lema de los Indignados, el famoso No Nos Representan, está pidiendo a gritos que aparezca un tipo que consiga, a base de labia, canalizar ese sentimiento de descontento. La historia (particularmente durante el siglo pasado) ha ofrecido ejemplos de sobra. Dios no lo permita.

Besos de tu tío

 

 


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