La flor de su secreto

Strache
Strache en una pegatina (Archivo VD)

 

2 de Octubre.- Otoño caliente.Y no sólo en el aspecto meteorológico. Y eso que, el que acabó antes de ayer, ha sido el septiembre más cálido de los últimos 150 años.

Hoy, domingo, el sol resplandece y, en la Isla del Danubio, aún hay valientes (y “valientas”) que exponen sus carnes morenas  a los benéficos rayos del rey de los astros.

Sin embargo, como podrán imaginarse mis lectores, yo iba por otro sitio.

Convolutos y otros anuncios

Coincidiendo con la vuelta de las vacaciones de verano, las cosas han empezado a coger velocidad en la alta política austriaca.

La palabra que más se ha oido en los últimos 15 días ha sido “Corrupción”.

Todos los partidos que han ostentado responsabilidades de poder en los últimos diez años se han visto salpicados por escándalos. Al principio, parecía que eran solamente los armarios del Partido Popular (ÖVP) y de la ultraderecha (BZÖ y FPÖ) los que estaban llenos de esqueletos.

La mayoría de los convolutos se remontaban a los tenebrosos tiempos de la coalición Popular-Ultraderechista (BZÖ y FPÖ eran entonces un solo partido); tiempos durante los cuales los caballeros de fortuna que entonces componían el Haiderismo hicieron uso y abuso de una manera faldicorta y desprejuiciada de relacionarse con el erario público.

Sin embargo, hace días que, gracias a un exempleado de los ferrocarriles públicos austriacos (ÖBB) salió a la luz un episodio opaco que ha salpicado al mismísimo canciller Faymann (durante su etapa como Ministro de Transportes). El asunto está relacionado con la presunta eliminación interesada de su nombre de un comprometedor informe interno de la ÖBB que relataba la concesión irregular de unas campañas publicitarias institucionales. Y es que, en el asunto de hacer transferencias del caldero público a los platos de los amigos, la imaginación del hombre se ha revelado prácticamente inagotable.

Las mutuas acusaciones de choriceo han provocado las consiguientes tensiones en la coalición gobernante (Socialistas-Populares). Por alguna razón, los machos alfa situados en las cumbres respectivas (el translúcido Faymann para los socialistas, el grisáceo Spindelegger para los populares) no consiguen escenificar convincentemente la unidad que el votante austriaco medio le pide a aquellos que administran sus impuestos.

Por suerte, la crisis económica ha sido, hasta ahora, muy clemente con la economía austriaca, por lo cual el Gobierno no tiene que luchar contra el desgaste que le produciría un paro brutal o unas perspectivas de crecimiento que, como en España, tienden peligrosamente al corrimiento al rojo.

Cuestiones de matemática electoral

Aún así, la coalición se encuentra muy baqueteada y mucho voto de castigo –particularmente del lado conservador- ha ido a parar al eterno aspirante, el inefable Strache, a cuyo partido las encuestas colocan como futura llave de la gobernación de este país con un escalofriante veintiseis por ciento de intención de voto.

Aún así, la aplastante mayoría de la población de este país rechaza la idea de nuestro protésico dental favorito al frente de los destinos de la nación. Lo cual no deja de ser un alivio, por cierto.

Los socialistas, por socialistas; los populares porque consideran los métodos de Strache groseros y, de alguna manera, muy poquito dignos de confianza; y, en cuanto a las bases de su propio partido, muy probablemente piensen que Strache, como diría el castizo,“está amariconao” y que con los inmigrantes de piel oscura y “las muchachas del pañuelo a la cabeza” (Sarrazin dixit), las únicas razones que valen sonla punta de hierro de las Doctor Martens y el bate de béisbol.

En opinión de este bloguero metido a analista, sin embargo, la situaición puede ser mucho mejor para Strache de lo que dicen las encuestas. Me baso en los resultados de las elecciones a la alcaldía vienesa, que le dieron a Strache un par de puntos más de los que le asignaban las encuestas. Votar a la ultraderecha, sobre todo a la ultraderecha manchada de neonazismo que Strache representa, sigue siendo un acto poco presentable en sociedad. Hay un sector de los votantes de Strache (ese contingente de decepcionados por la política de los conservadores “ortodoxos”) que no se atreven a revelar, ni siquiera para una encuesta anónima, la flor de su secreto y prefieren confiársela solamente al testigo mudo de la urna electoral.

Así las cosas, un grupo de políticos jubilados de todas las tendencias, que aspiran sin duda a verse a sí mismos como el patriciado de este país, la última reserva de honradez, los reivindicadores de tiempos mejores, se han unido en una plataforma para pedir medidas de regeneración democrática sin las cuales, según ellos, Austria se dirige a la catástrofe. Son los indignados de aquí. A ver si consiguen más que los españoles.

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