Átame

Puerta lateral
El pasado es el único país al que no se puede volver (Archivo VD)

 

29 de Octubre.- El pasado es el único país al que no se puede volver.

Ayer, mientras planchaba, me puse Hable con Ella.Esa película a la que Geraldine Chaplin se refirió una vez diciendo que era “la primera obra maestra del siglo veintiuno”. Hacía mucho que no la veía. Si no me falla la memoria, desde el 2006, momento en que alguien me la prestó en una copia pirata.

Me emocionó como la primera vez que la vi. Quizá más que la primera vez que la vi, porque con los años se pierde esa corteza protectora que uno tiene cuando es joven, y piensa que, por definición, porque se lo merece, porque es necesario para la mecánica del mundo, uno es inmortal.

Cuando terminó Hable con Ella decidí que tenía ganas de más Almodóvar y puse el DVD de Átame.

Como todos los que traje de España, ese disco es para mí una posesión única y preciada y, si le pasara algo, me llevaría un gran disgusto.

No me importa prestar una película americana y que no me la devuelvan, porque sé que, si eso pasa, puedo ir a Müller y comprarme otro ejemplar. Pero cualquiera de mis películas españolas favoritas (Átame es una, pero otra podría ser Amantes) es prácticamente irremplazable.

Había visto Átame por última vez en el verano de 2005, en mi casa de Madrid. Y se conserva tan fresca, tan audaz, tan juvenil como cuando Almodóvar la rodó.

Algunos de sus actores ya no están (la propia madre de Almodóvar, o Francisco Rabal, al que Dios, en un alarde de humor negro, se llevó dejándonos en manos de su nietoLiberto). Sin duda, Antonio Banderas hace una de las mejores actuaciones de su carrera, si no la mejor. En todo caso, a años luz de lo que luego han sido sus películas americanas.

Viéndole tan joven , tan inocente, dotando al personaje que hace de la humanidad de que lo dota, uno entiende los zorros, los reyes del mambo que cantaban canciones de amor y los gatos con botas.

Pero es que además, Átame, como todas las obras de arte genuinas, crece con sus espectadores.

En 2005, cuando yo era un chico que vivía en Madrid y que no tenía ni idea de que iba a convertirse en alguien que tendría que traducir (y luego explicar) cualquiera de las frases que dicen Banderas o Loles León en la película (“vaya rabo que se me ha puesto”, “porque a la mujer del productor le salga de la pipa del coño que quiere el sofá”…), bueno, pues entonces, yo tampoco había visto “La Bella y la Bestia” de Jean Cocteau.

Átame es, en realidad, si bien se mira, una paráfrasis de la película francesa. Incluso muchos de los decorados recuerdan al castillo que,  con dos francos, el bueno de Cocteau creó en la Francia que acababa de salir de la guerra mundial y necesitaba tanto, pero tanto y tanto, creer que las bestias podían tener buen corazón.

Otra gran diferencia entre el Paco aquel y este es que, el de entonces, no podía apreciar la gran melancolía que encierra el final de la película, aparentemente (sólo aparentemente) feliz.


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