Perfektionismus / Perfeccionismo

Agua Sanse 2008
Archivo Viena Directo

Gustav Klimts Perfektionismus und Unzufriedenheit mit dem Erreichten waren legendär. So arbeitete er drei Jahre lang an dem Bildnis von Elisabeth Bachofen-Echt. Den Auftrag dafür hatte er von Elisabeths Mutter Serena Lederer erhalten, einer wichtigen Mäzenin Klimts. Während der Arbeiten am Porträt musste Elisabethstundenlang Modell sitzen. Klimt skizzierte sie in den unterschiedlichsten Stellungen, war dabei aber stets mit den Ergebnissen unzufrieden. Da Elisabeth ihrerseits sowohl die Positionen als auch die ausgewählte Garderobe kritisierte, kam es bald zu Auseinandersetzungen, in deren Verlauf Klimt schließlich ausrief: „Ich mal mir mein Mädel, wie sie mir gefällt und damit Schluss!”
Nach drei Jahren riss Elisabeth Bachofen-Echt der Geduldsfaden, sie fuhr in Klimts Atelier, wo sie das Bild von der Staffelei nahm und es zu sich nach Hause brachte. Als es Klimt später im Salon der Familie Lederer ausgestellt fand, meinte er missmutig: „Jetzt ist sie es erst recht nicht.” Die Auftraggeberin ließ sich aber nicht abschrecken und bestellte in der Folge bei Klimt auch ein Porträt ihrer Mutter Charlotte Pulitzer.

(Para leer la traducción de este texto, pincha en el enlace)

El perfeccionismo y la insatisfacción de Gustav Klimt eran legendarios. Así, trabajó durante tres años en el retrato de Elisabeth Bachofen-Echt.

El encargo lo había recibido de la madre de Elisabeth, Serena Lederer, una importante mecenas del pintor. Durante los trabajos del retrato, Elisabeth tuvo que posar durante horas. Klimt la dibujó en diferentes posiciones, pero siempre estaba descontento con el resultado. Como Elisabeth, por su parte, criticaba también no sólo las posturas, sino el vestuario elegido por el pintor, pronto llegaron los enfrentamientos en cuyo transcurso, Klimt dijo “!Yo pintaré el cuadro como a mí me guste y se acabó!”.

Después de tres años, a Elisabeth Bachhofer-Echt se le agotó la paciencia. Condujo hasta el taller de Klimt, de donde cogió la pintura del caballete en el que estaba colocada y se la llevó a casa.

Cuando Klimt, más tarde, se encontró el cuadro colgado en el salón de la familia Lederer, dijo apesadumbrado: “Todavía no está del todo bien”. A pesar de todas estas dificultades, la mecenas no se dejó amedrentar y le pidió a Klimt un retrato de su madre, Charlotte Pulitzer.


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