¡Una de Almdudler, camarero!

Una de Almdudler, camarero
Herr Klein no ha tenido más remedio que asumir que, a veces, los estereotipos no se ajustan a la realidad (Archivo VD)

 

11 de Diciembre.- Hace unas semanas, sentado en un bonito café, discutía yo con una encantadora aborígen a propósito de uno de los tópicos intocables para un español: el Cola-Cao.

Mi simpática e inteligente interlocutora, que ha pasado bastante tiempo en España, me decía que no podía entender cómo nos gustaban los famosos polvos solubles de Nutrexpa, que a ella le parecían demasiado dulces.

Yo, henchido de orgullo patrio, me echaba las manos a la cabeza y le decía que el aguachirri que sirven en los cafés vieneses bajo el nombre de chocolate “ni era chocolate ni era ná” y así, entre dimes y diretes, terminamos llegado a la conclusión de que hay sabores a los que uno se acostumbra en la infancia, y que terminan formando parte de ese repertorio de cosas indiscutibles al que pertenecen, por ejemplo, la asociación de un sustantivo a su género (cosa que, por cierto, se las trae en alemán) o determinadas formas del protocolo que le son peculiares a cada nación.

Uno de esos sabores que son indiscutibles para los austriacos es el del Almdudler, especie de limonada de hierbas de sabor agridulce que beben sobre todo los niños o aquellos que, estando ya en edad de merecer, se tienen que poner al volante y le temen a los alcoholímetros.

Cuando llegas, después de enseñarte la torre de la catedral de San Esteban, los kilométricos jardines del palacio de Schönbrunn y los apartamentos en donde Sissi esnifaba todo lo esnifable y se metía palizas gimnásticas para entrar en los corsés, es indefectible que te sienten en un café y te pidan una botella de Almdudler, para que sepas lo que es bueno.

Ni que decir tiene que, cuando te terminas el casi medio litro de brebaje que trae el botellín , no te has enterado de lo que es bueno ni Cristo que lo fundó. Con el tiempo, compruebas que los aborígenes son capaces de utilizar el Almdudler como disolvente en todo tipo de mezclas (alcohólicas o no) y que, incluso, son capaces de bebérselo “g´spritzt” (o sea, rebajado con soda) cosa que a tí te parece tan enigmática como las caras de Belmez.

A pesar de esto, o quizá por ello, cada año, los aborígenes se echan al coleto millones de litros de Almdudler y, siguiendo el eslogan que también usó nuestra Casera, si no hay Almdudler en un bar, se dan el piro.

La marca de bebidas pertenece actualmente a un señor que se llama Klein. Como dueño de un negocio que, aparentemente, es la gallina de los huevos de oro, Herr Klein debería estar más feliz que una perdiz y más a gusto que un arbusto. Pero no. Como si estuviera empeñado en demostrar que el dinero no da la felicidad, Herr Klein decidió contarle al mundo un día que, a pesar de estar forradísimo, vive esclavo de las depresiones y que, sin píldoras, se pasaría la vida hecho un trapo.

Aparte del factor hereditario (el padre de Herr Klein, antecesor suyo en el negocio del mejunje bebible, se suicidó en Septiembre de 1983 de un tiro en la víscera cardíaca) Klein Jr. ha tenido una vida bastante movida. El propietario de Almdudler no sólo tuvo que aceptar el suicidio del patriarca, sino también su propia homosexualidad, descubierta tempranamente pero revelada al público muchísimo más tarde, tras un matrimonio, dos hijos biológicos y uno adoptado, y una exitosa carrera empresarial que, a pesar de todos los pesares, continúa hoy.

Para animar a otros que pudieran estar en su situación (millones de euros aparte, claro) Herr Klein escribió un libro que se llamó Zwischen Schein und Sein (Entre la apariencia y el ser). Dicho libro fue un éxito en todos los sentidos (mi padre siempre dice que el dinero llama al dinero, pero siempre el mucho al poco) y, animado por la cálida acogida de su tomo autobiográfico, Herr Klein Jr. ha decidido publicar la segunda parte Gibt Nicht Auf! (No te rindas) en la cual, no sólo explica su lucha a brazo partido con los divanes y el Prozac, sino que, dadas las fotos que publicitan el volumen, también es probable que ilumine al mundo a propósito de los pormenores de la depilación laser encaminada a eliminar los vellos supérfluos.


Publicado

en

por

Comentarios

Una respuesta a «¡Una de Almdudler, camarero!»

  1. Avatar de Miss Fidget Wonkham-Strong

    ¡Pues a mí me encanta, soy muy fan! Es mi bebida de cabecera no-alcohólica aquí en Austria ^_^.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.