Opernball 2012: enseñando el canalillo se llega a todas partes

Distinguido público
Bailes de Viena: Redbull, glamour y canalillos (A.V.D.)

 

2 de Febrero.- Todos los años, el gobierno vende la marca “Austria” mediante dos eventos pensados expresamente para hacer que los japoneses se rasquen los bolsillos y se dejen los yenes en estas tierras, contribuyendo así a la prosperidad de la que, felizmente, disfruta Austria.

Estos dos acontecimientos son, como mis lectores pueden suponerse, el Concierto de Año Nuevo (Neujahrskonzert, en lengua vernácula) y el Baile de la Ópera (Opernball). El cual, si bien no se transmite en directo por televisión a tantos países del mundo como el remix anual de valses de la familia Strauss, es una cita que sigue teniendo muchísimo poder de convocatoria.

Dado que la mentalidad austriaca se pirra por lo cíclico, todos los años, Desiree Treichl-Stürgkh (organizadora de la cosa), el constructor jubilado Richard Lugner, Alfons Haider y yo, tenemos un problema común (aparte de mirar en Google cómo se escribe correctamente el apellido de Desi, que se las trae), esto es: ¿Cómo contar otra vez lo de todos los años y que parezca nuevo?

Alfons y yo, resignados a lo ímprobo de la tarea, seguiremos haciendo para nuestros telespectadores/lectores una crónica fiel de los pelos y señales del baile de los bailes (ese que, según los cursis, se celebra en “el salón danzante más bonito del mundo”). En cuanto a Desi y Lugner, cada uno por su lado, ya se han puesto a lo suyo.

Las damas primero.

Este año, el Baile de la Ópera (u Opernball, en idioma tedesco) que tendrá lugar el próximo jueves 16 de Febrero,  trae algunas novedades importantes desde el punto de vista de la organización.

La primera que se conoció fue que la coreografía del baile de las debutantes (uno de los puntos más orgásmicos del evento) la haría un turco. Y es que, al contrario que en otros bailes de tufo más fach…Digoooo, conservador, en los que lo moreno no está bien visto, Desiree quiere demostrar que el Opernball es elitista, sí, es aristocrático, también, pero está decididamente por la integración. Y nada mejor que dejar participar a un austriaco de ascendencia turca en lo que es el epítome de la austrianidad.

El otomano danzarín se llama Ismet Özdek, tiene 33 años y es un hombre hecho a sí mismo. Tanto, que los periodistas, siempre amantes de los titulares sensacionalistas, ya han dado su opinión: “De pastor de cabras a bailarín” y es que, como la vida en Anatolia está bastante achuchada, el bueno de Ismet tuvo que pasar su infancia en una choza, alimentándose, como en una égloga de Garcilaso, de aquello que los animalicos le daban.

Los padres de Ismet, viendo que aquello no era vida, decidieron abandonar la crianza de ganado caprino y marcharon con sus churumbeles a Austria, en busca de una vida mejor. ¿Y cómo terminó Ismet acariciando los parquets con las suaves suelas de sus zapatos? Al llegar a Austria, como nos pasaba a muchos, el pobre Ismet no controlaba mucho el idioma, así que, para practicar, se apuntó a una academia de baile, en donde sus profesores pronto supieron apreciar la extraordinaria elegancia de sus movimientos. El resto, es historia.

Por otra parte, si mis lectores quieren beber lo mismo que los invitados al Opernball, lo tienen fácil: todos los ingredientes están a su disposición hasta en los supermercados más modestos (para que luego digan). El combinado se llama Bulls Best y se elabora de la siguiente forma: Vodka, zumo de pomelo y Redbull con mucho hielo.

En cuanto a Lugner, ayer dio a conocer quiénes serán los invitados a su palco. Como todos los años se trata de celebridades trash algo menos polémicas que la buena de Ruby Rubbacuori (o como se escriba). Talonario mediante, este año acompañarán a Lugner el anciano Roger Moore y uno de los canalillos más famosos de todos los tiempos: la danesa Brigitte Nielsen, cuya popularidad ha reverdecido últimamente por haber ganado uno de esos programas en los que los famosos se ven obligados a vivir en la selva, en condiciones menesterosas y a comer gusanos a la brasa.

La señora Nielsen, eso sí, no probará ni una gota de Bulls Best: según confesión propia, su marido más fresco (el quinto) ha sido un factor decisivo para que superase sus problemas con la priva.

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