Opernball 2012: Al enemigo, ni agua

Midnight
Asistentes a un baile (A.V.D.)

 

16 de Febrero.- Da toda la sensación de que nos encontramos en una edición de transición del Opernball o Baile de la Ópera, que se celebrará esta noche, si no sucede nada, a partir de las nueve más o menos.

Una transición que, probablemente, vaya a ser hacia el tedio más profundo.

Desiree Treichl-Stürgkh, la organizadora de la cosa, ha conseguido en tres años la meta que parecía haberse propuesto cuando recogió el testigo de manos de Frau Hotel Sacher, Elisabeth Gurtler: que la noticia más escandalosa que se pueda dar a propósito del baile de la Ópera sea si las flores este año son rositas  o blancas. Cualquier rastro de vulgaridad ha sido eliminado con la quirúrgica precisión con las que las monjas dan pellizcos.

Para alegría de Desiree, Lugner está, a efectos prácticos, neutralizado (con su sonrisa fría y su política de “al enemigo ni agua” Desi ha puesto al constructor, e ídolo de las masas austriacas más analfabetas, en un palco lejano y alto, para tener que verle lo menos posible).

Por otra parte, el viejo verde no traerá del brazo este año a ninguna calientacamas de primer ministro (Desi debe de estar aún recuperándose de la urticaria que, a buen seguro, le produjo compartir pista, palco y bar con una señorita, Rubby Rubaccuori, que llevaba escrita en la cara su gimnástica profesión).

Este año, Lugner se paseará, vestido con ese chaqué que le da un curioso parecido a Danny de Vito haciendo del Pingüino de Batman, del brazo de Brigitte Nielsen.

La danesa, recuperada de sus adicciones, se ha asegurado de dar un par de titulares a la prensa de estofa más baja, asegurando que, lo primero que iba a hacer en cuanto llegase a su hotel vienés, sería echar un coito con su flamante esposo y que, este hecho, o sea, la frecuencia con la que se cobra el débito marital, es el responsable de que su equina belleza se conserve en todo su esplendor.

El otro brazo de Lugner lo ocupará el anciano (y algo gagá) Sir Roger Moore: el James Bond más soso de la historia.

Sir Roger, que debe de andar algo apurado de efectivo, ocupa este año la plaza que el pasado ocupó Larry Hagman (como cantaba Pepe da Rosa: del Cabo de Gata, hasta Finisterre, hay que ver la gente cómo está con Jota Erre). Después de haberse tomado daiquiris, vestido de patrón de yate, con las mujeres más hermosas de la década de los ochenta, debe de ser un poco triste terminar en el circuito de los invitados de saldo, posando en las fotos como un has been, sombra de ti mismo, para colmar la vanidad de un tip(ej)o como Richard Lugner.

El pobre Moore se contentará con que la dentadura postiza no se le caiga en la copa de champán y el marcapasos no le haga de las suyas en un país cuyo nombre es dudoso que se acuerde de pronunciar.

Strache, que aún se lame las heridas a propósito del asunto de las condecoraciones y de sus declaraciones en otro baile en el que presuntamente se encuentra más cómodo, parece haberse decidido por mantener un perfil bajo y no dar motivos para que se hable de él.

Debe de estar contento, sin embargo, según fuentes bien informadas, el BZÖ, el partido que fundó Jorg Haider cuando abandonó el FPÖ, puede estar en trance de desaparecer debido a algo que ha sucedido a sólo unos cientos de metros del edificio de la Ópera Estatal.

En el Parlamento de esta nación, una comisión estudia los pagos que, provenientes del consorcio Telekom Austria, regaron las arcas de los ultraderechistas y contribuyeron no poco al éxito de la última campaña electoral del fallecido presidente de Carintia.

Como le pasa a Desiree Treichl-Stürgkh, las circunstancias parecen haberse aliado para que, al final, sólo quede una reina del baile.

Para aquellos que, hartos de cotilleos, prefieran ilustrarse, aquí dejo un link al podcast que grabé hace un tiempo sobre la historia de la construcción del edificio de la Öpera

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