El caso del príncipe atrapado por la nieve

Esquiadores
Esquiadores (A.V.D.)

 

20 de Febrero.- Todos los años, a la altura del tórrido verano hispánico, llegan a los medios de información noticias de (inconscientes) veraneantes nórdicos que fallecen en las playas de un golpe de calor. Es el chiste del noruego rojo como un cangrejo llevado a su extremo más macabro.

En la mayoría de los casos, estas personas cascan porque ignoran las más elementales medidas de seguridad con respecto al sol y al calor. A saber, beber de vez en cuando, no exponerse directamente a la furia del astro rey, taparse la cabeza…En fin: cosas obvias que, los que hemos nacido en lugares en donde Lorenzo pica con mala leche, sabemos desde que somos niños.

Una cosa del estilo le ha debido pasar al príncipe Friso de Holanda, segundo hijo de la reina Beatriz, el cual fue arrollado la semana pasada por una avalancha en una localidad de Tirol, mientras paseaba (esquíes en los pies) por una zona copiosamente nevada pero libre (o sea, que no pertenecía a las pistas de ninguna estación). El acompañante del Príncipe Friso, un empresario hotelero de la zona, sobrevivió sin mayores problemas a la catástrofe blanca, gracias a que, como manda el austriaco sentido común, iba equipado con una serie de artefactos que protegen en caso de percance; en tanto que el bueno de Friso, procedente de ese país en donde la nieve parece un invento de Walt Disney, iba equipado únicamente para que no se le congelaran las regias napias.

Hecho, este último, que sorprende, porque toda la familia real holandesa habla perfecto alemán (como se han encargado de demostrar al agradecer las muestras de cariño recibidas en la lengua de Hansi Hinterseer) y, lo mismo la Reina de los Holandeses que sus vástagos, “inviernean” todos los años en la misma región de Tirol desde tiempo inmemorial, porque llevan en los reales genes los deportes que se practican en la fría estación.

Este año en que el invierno ha sido raro (tardío e inusualmente frío en su final) se han dado las condiciones ideales para que se produjeran el tipo de accidentes como el que ha estado a punto de costarle la vida al príncipe Friso (y que veremos cómo le deja, porque no se sabe cómo se recuperará de la previsible anoxia cerebral). En el último mes, ha caido una cantidad inusual de nieve y las avalanchas han sido frecuentes. Por ejemplo, poco después de que el holandés permaneciera quince minutos sepultado por la nieve, en la región de Salzburgo un padre salvó a su mujer y a su hija de una muerte cierta por congelación, desenterrándolas de la nieve que las había cubierto.

Como siempre, al tronar, las gentes se han acordado de Santa Bárbara, y se ha reabierto el debate sobre las medidas de seguridad en las zonas de esquí. Si el príncipe Friso hubiera estado equipado con chismes en condiciones, es muy probable que todo esto hubiera quedado en un susto y al mundialmente famoso cardado de la reina Beatriz no se le hubiera movido un pelo. Los que argumentan a favor de que el estado haga algo al respecto, dicen que se evitarían no pocas desgracias si, al que no fuese equipado en condiciones, se le cayera el pelo.

Sin embargo, la ley austriaca es clarísima en este aspecto: si el mismo accidente le hubiera sucedido al de Holanda en los terrenos de una estación de esquí, el propietario de la estación (y probablemente el príncipe) hubieran sufrido una copiosa pérdida capilar. A uno, por no implementar las medidas de seguridad necesarias y al otro por imprudencia temeraria.

Al haber sucedido el percance en territorio libre, el Legislador entiende que el príncipe Friso se metió en la boca del lobo bajo su propia responsabilidad y que, si ahora, a consecuencia del accidente, se queda hecho polvo, no tendrá derecho a reclamarle a nadie.

Diferentes estudios han demostrado que llevar el equipamiento adecuado aumenta las posibilidades de supervivencia en caso de que te coma el tigre blanco pero ¿Debe el Estado obligar a los deportistas invernales a ir equipados, como ya se hace con los automovilistas, a los que se obliga a cambiar los neumáticos de verano por los de invierno?

La opinión de Frank Lindenberg, presidente del organismo de Salvamento Austriaco en la Montaña, es clarísima: “Las leyes son inútiles porque no son ejecutables; es mejor apelar a la sensatez de los deportistas”.

Blanco y en botella ¿Verdad?

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