En Austria sólo los pobres están gordos

Sax & Co
Profesionales liberales, con varios miles en el banco (A.V.D.)

 

9 de Marzo.- Cada vez estoy más convencido de que nuestra mente es como aquellos pasatiempos que hacíamos de pequeños. Esos que consistían en unir los puntos para, al final, formar un dibujo.

Así, la vida de todos los días nos da puntos inconexos, y nosotros nos dedicamos a buscar pautas, ritmos, afinidades y figuras. Las cuales, por supuesto, no están ahí y sólo son producto de nuestro deseo de encontrar sentido en lo que sólo son recortes de todo, fragmentos dispuestos al capricho de quién sabe qué.

Hoy, por ejemplo: al abrir el Joite (gran periódico) me he encontrado con la columna semanal del Cardenal Schonborn –de nuevo, una situación impensable en España: imaginemos que en el 20 minutos o en El País, tuviese un espacio el cardenal Rouco Varela-.

A lo que voy: el Cardenal Schönborn, como conviene a su ministerio, le mete mano hoy (con perdón) en su texto al precepto religioso de no comer carne durante la cuaresma.

Tengo que aclarar que, en Austria, esta costumbre se respeta muchísimo más que en España –es más: por ejemplo, la marca de productos congelados Iglo la utiliza para su publicidad, signo de que el hábito está muy extendido-.

Para fastidio del cardenal Schönborn, sin embargo, en los últimos años la costumbre del ayuno cuaresmal ha pasado de convertirse en un asunto relacionado con la religión a un asunto relacionado con la salud y la belleza –cosa que también remarca Iglo en sus anuncios- esto es: aprovechando que la cuaresma se encuentra situada justo antes de que empiecen las primeras vacaciones de bañador, se anima al paisanaje a que haga un poco de dieta para atacar esos kilos de más acumulados durante los duros meses de oscuridad, galletas hipercalóricas y frío.

Como Schönborn es un tipo listo y siempre escribe, no sólo para sus feligreses, sino pensando en el descreido público general, en su articulillo destaca que, aparte de castigar al cuerpo para que el alma aflore, el que ayuna durante la cuaresma y se priva de comer carne también le hace un favor al medio ambiente e, indirectamente, al prójimo. Repare el lector, escribe Schönborn, que el ganado es el responsable de casi un tercio de todas las emisiones de gases con efectos perversos sobre el cambio climático. Un porcentaje aún mayor que el que representa todo el tráfico rodado mundial. Por no hablar de que un tercio de los cereales que se plantan en el planeta terminan en los cuádruples estómagos bovinos ¡Cuántos negritos de África comerían si las hamburguesas de McDonald´s fueran de tofu!

Las reflexiones del cardenal me han llevado, inmediatamente, al programa ECO que vi ayer en la ORF, poco antes de irme a la cama.

En un reportaje interesantísimo se hablaba del vegetarianismo como un sector económico emergente en Austria. Hasta el punto de que una conocida cadena de supermercados –Spar- se ha rascado el bolsillo para contratar a Gwineth Palthrow para el lanzamiento de su línea de productos veganos Veggie.

Para quitarle a la cosa cualquier tipo de connotación jipi el eslogan que Palthrow dice, mientras pincha un cacho de comida que intuímos sanísima, es:

-Yo no soy vegetariana, pero me encanta Veggie.

El reportaje de ECO planteaba que, en Austria, comer carne se ha convertido, con los años, en cosa de pobres y es que, quien quiera comer fruta y ensalada (por no hablar de otros productos vegetarianos más sofisticados) tiene que rascarse el bolsillete. Y es que, en este país, comer sano es caro.

La analista de tendencias de Spar reflexionaba ayer sobre el público objetivo de Veggie: jóvenes profesionales, de clase social media-alta, concienciados con el medio ambiente (con argumentos que coinciden con el cardenal Schonborn) preocupados por su apariencia física y su salud, y una empatía con los bichos que les lleva a abominar de la tala innecesaria de animales igual que abominan de la caza indiscriminada de especies vegetales en los bosques amazónicos.

Los pobres, que no se pueden permitir esos distingos, acuden a los alimentos cárnicos y a los grasientos lácteos (de precio tan apañado). Y así, se llega a lo que yo vengo diciendo desde que aterricé en este país: en Austria, si ves a un tipo delgado, es más que probable que tenga varias decenas de miles en el banco. Sólo los niños pobres son obesos.

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