Las ranas de la charca querían un rey

Balsa de agua
Balsa de agua del Jardín de Aclimatación de La Orotava, en Tenerife (A.V.D.)

 

23 de Marzo.- De unas semanas a esta parte se está perdiendo una estupenda oportunidad para convertir Austria en una democracia dos punto cero.

O sea: una de esas democracias a la americana en la que se sabe de dónde viene y a dónde va cada céntimo que gentes ajenas a la política invierten en la política (y, lo que es más importante, en los políticos).

En el Parlamento Austriaco –esa Santa Casa que, como si fuera una metáfora, amenaza ruina y espera una restauración inminente- se está desarrollando una comisión parlamentaria de investigación cuyo propósito es (oficialmente al menos) el descifrar los flujos de millones que, principalmente durante el periodo de la coalición Conservador-Haiderista, entraron, salieron y corrieron manchando las manos de algunas de las entonces altas personalidades del país.

En mi opinión (y, creo, en la de cualquiera con sentido común) la comisión, tal como está planteada, es coja, manca y contrahecha desde el principio. Porque se pone a políticos a dirimir sobre lo que hicieron otros políticos. Esto implica, como se imaginarán mis lectores, que muchos de los que allí se sientan, son juez y parte de la cosa juzgada y, es más, muchos de los que allí se sientan siguen hoy en día, como entonces, teniendo acta de diputado en el parlamento de la Ringstrasse y les interesa, como todo el mundo puede suponerse, que la Comisión termine en un embrollo suficientemente inextricable para que de ella sólo quede en la memoria pública el runrún incesante de los millones que fueron de mano en mano, y la sensación de que, al fin y al cabo, “corruptos somos todos y a mí que no me pongan donde hay”.

Especialmente interesados en que, con perdón, la mierda alcance al ventilador y manche a toda la casta política austriaca, son los partidos de ultraderecha (bueno, el partido y medio, porque el BZö, desde que Haider pasó a mejor vida, se está deshaciendo poco a poco como un azucarillo en un vaso de agua).

De lo que se va sabiendo, parece que, durante el faldicorto reinado de Jörg Haider, sus chicos en el Gobierno (él se reservó un puesto de dirección en el partido, siguió dirigiendo Carintia, pero nunca ocupó cargos en Viena) fueron especialmente laboriosos en la tarea de afanar, enriquecerse, cobrar comisiones por servicios inexistentes y modelar desde el Gobierno operaciones de privatización (Telekom Austria, por ejemplo) a la medida de unas cuantas personas que se forraron por el cómodo procedimiento de estar en el sitio correcto en el momento adecuado.

En lo que queda hoy del partido de Haider se insiste en que “el infierno son los otros” (el FPÖ, actualmente capitaneado por Strache, el amigo de los niños –arios-) mientras que, en el partido que defiende “a la antigua ultranza” los valores eternos de la Nación Austriaca (arf,arf), se insiste en que los que más robaron fueron Haider y sus chicos una vez emancipados de la Casa Liberal, y privados de los salvíficos efluvios ideológicos de un partido que, como todo el mundo sabe, hunde sus raíces en la tradición de honradez de la Pangermania Eterna y los amigos del tipo del bigotillo a lo Charlot.

Quizá uno de los pocos puntos positivos de esta corrala de vecindonas malas (cuando no tontas) en que se ha convertido la comisión, es que, por lo menos, se está dando la oportunidad a aquellos que lloraban amargas lágrimas por la muerte de Haider, de que se den cuenta de cómo se las gastaba el tipo detrás de su sonrisa Profident y sus orejillas puntiagudas a lo Mr. Spock.

Aunque, pensándolo bien, incluso esto es inútil, porque la mayoría de los adeptos al difunto son de la clase más peligrosa de sordos: aquellos que no quieren oir porque no tienen ganas de que la verdad les estropee un buen titular.

Comentarios

Una respuesta a «Las ranas de la charca querían un rey»

  1. Avatar de SiempreAire
    SiempreAire

    Muy buenooo!!!

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