Los austriacos y la austeridad (o el bazar de las tres bés)

Suspicacia
¿Por qué pagar más? A.V.D.

27 de Mayo.- Aunque solo con leer Viena Directo con cierta frecuencia mis lectores podrían suponerse lo que voy a decir a continuación, yo, de todas maneras, lo escribo: Paco Bernal, el redactor de este blog, lleva una vida bastante austera y, si todo el mundo hubiese sido como él,  hubiera sido muy poco probable la crisis crediticia que ha dejado la economía mundial hecha un solar.

Llevar una vida austera (que no mísera, porque mis lujos me doy) significa, entre otras cosas, que a uno no se le vaya de la imaginación una evidencia fácil de comprobar: a saber: que es pobre y que sus recursos son limitados. Así pues, con esto en mente, antes de hacer un gasto me lo pienso muchísimo y, si el desembolso es de una cierta importancia sólo lo acometo si a) tengo efectivo de sobra y no tengo que pedírselo a nadie y b) estoy totalmente seguro de necesitar el bien que voy a comprar.

Así ha sido desde que, con catorce años, empecé a dar clases para pagarme mis gastos de adolescente (y comprobé la de veces que hay que explicar la regla de tres para ganar unas pesetas) y ni siquiera me dejé tentar cuando en la facultad me enseñaron las ventajas del crédito para el crecimiento de la economía (sospecho que el profesor argentino que hablaba tan bien de gastarse hoy lo que no tendrás nunca habrá tenido que envainársela con la que está cayendo, aunque con los argentinos nunca se sabe). O sea, que soy un firme creyente en las ventajas del ahorro como una de las bellas artes.

Todo este largo preámbulo para explicar que, después de pensarmelo mucho, de reunir dinerete tacita a tacita, y de mirar por aquí y por allá, me he comprado un ordenador con el cual, naturalmente, estoy escribiendo este post. Es una máquina de segunda mano, IBM, modesta, quizá poco atractiva pero robusta, que he adquirido en mi tienda de cachivaches habitual; y mis lectores tendrán que creerme cuando les digo que, con ella sobre las rodillas, me siento el rey del mambo.

Parece un poco ridículo o antiguo explicar esto en momentos en los que hay gente que hace cola para sustituir su Iphone de seis meses de antigüedad por otro que acaba de salir, sólo porque tiene la pantalla de más resolución, cuando la resolución del antiguo les parecía lo más hace apenas medio año; y, en la mirada del dependiente que me atendió en la tienda, también pude notar cierta chunga cuando le espeté la versión alemana de lo que mi madre siempre decía (y dice) cuando se encuentra en una situación semejante: “mirusté, quiero un ordenador, pero no me hace falta que sea del último modelo; con que tenga las tres bes me conformo: bueno, bonito y barato”.

Tengo la sensación de que, en Austria, el mercado de objetos de segunda mano es mucho más floreciente que en España (aunque claro, yo me fui de España cuando se suponía que éramos un país rico, ahora no sé) y, a poco que se rebusque, sobre todo en aparatos electrónicos, es posible  encontrar algunas cosas muy apañadas. Mis cámaras fotográficas (que, como mis lectores ven todos los días, funcionan perfectamente) son todas de segunda mano y solo he comprado nuevos algunos de los objetivos (cuando estuve en Canarias, porque la diferencia de precio era tan significativa como ventajosa). Los objetos de segunda mano también permiten, por ejemplo, experimentar con cosas que uno no está demasiado seguro de necesitar, o aprender a utilizar tecnologías con las que uno no está familiarizado –a mí me pasó, por ejemplo, con la fotografía: para guarrear al principio, soy partidario de maltratar una cámara barata en vez de hacerle pifias a un aparato que nos ha costado un riñón-.

La existencia de un circuito que da salida a objetos usados también cuadra mucho con la mentalidad arqueológica de los austriacos, una mayoría de los cuales se sentiría identificado con el salado piropo que Agatha Christie le dedicó a su segundo marido, el señor Mallowan: “cásate con un arqueólogo: cuanto más vieja seas más interesante te encontrará”.

Comentarios

Una respuesta a «Los austriacos y la austeridad (o el bazar de las tres bés)»

  1. Avatar de PETER SMISCHEK

    que manera tan rara de enfocar la idiosincracia de un pueblo, a travez de la economia de mercado y en una nacion de las mas prosperas del mundo estoy ?????

Responder a PETER SMISCHEK Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.