Mueve tu culito con el tacatá

Oh, la luna la luna! (the spell of the moon)
A.V.D.

29 de Junio.- Soy consciente de que las cartas que le escribo a mi sobrina, en las que intento inculcarle ciertos modelos de comportamiento, han hecho que mis lectores me tengan mitificado. Por eso, para que el mundo deje de engañarse sobre mi supuesta bondad, cuento hoy esta historia que demuestra hasta qué punto llega mi perfidia.

Sitúense mis lectores. Miércoles, 27 de Junio. Once y media de la noche. Tras un extenuante partido que demuestra las capacidades dramáticas de Cristiano Ronaldo y la coriácea resistencia de las huestes lusitanas, vencidas las dos prórrogas, los dos combinados nacionales se enfrentan a la tanda de penaltis. El que esto escribe se queda a ver si, de una puñetera vez, se resuelve el paso de España a la final. Está muerto de cansancio, pero la responsabilidad nacional y el deseo de no tirar por la borda las dos horas que lleva viendo pelotear a los jugadores de La Roja, le llevan a aguantar a pie firme.

El día ha sido duro: a las siete de la mañana (porca miseria) han venido los obreros a arreglarle un desperfecto doméstico; luego, se ha ido a trabajar; después del trabajo, al gimnasio; y después de cultivar esos músculos que le han hecho famoso a nivel mundial, ha hecho las tareas de su vivienda para dejarla, tras el paso de los operarios, en un estado de limpieza que permitiría llevar a cabo operaciones a corazón abierto en el salón.

Los portugueses se resisten hasta el último momento. Un penalti, otro. Cristiano Ronaldo, suprema vanidad, decide tirar el último de su equipo para así apuntarse el tanto de haber vencido a España en la semifinal del europeo. Todos sabemos que fracasa. Y uno que se alegra.

(En toa la boca: por gilipollas). En fin.

Es tirar el penalti español que decide el resultado del partido y Paco apaga todas las luces. En el preciso instante de darle al interruptor que le factura a un merecidísimo descanso, escucha un clamor procedente de la casa de enfrente. Le sirve de fondo una copla atroz, pseudocubana, que se ha puesto de moda entre los aborígenes y que lleva el tropical nombre de “tacatá”. Extracto de la letra:

Mueve tu culito

(tacatá)

También tu pechito

(tacatá).

Y así sucesivamente.

En la casa de enfrente (horror) hay una fiesta.

Apagado el clamor que celebra la victoria de España, llegan a los oidos del bloguero estas palabras:

Güí jaf guón!!!! (sic)

El bloguero tarda segundos tres en reconocer el inglés ratonero que los estudiantes procedentes de la Península Ibérica traen a estas tierras. No tarda en confirmar sus peores presagios. Una voz cazallera, choni total, dice:

¡Tía, tía, que hemos ganao!

Paco pone la misma cara que ponía la rana Gustavo en Barrio Sésamo cuando se enfadaba.

El tacatá continúa para ser reemplazado por la mamarracha de Lady Gaga a un volumen atroz. Despues viene Kate Perry, a la que Paco hubiera despellejado con sus propias manos. Las chonis se fuman cigarros en la ventana, gritan, departen con los aborígenes en un inglés que hace que se te revuelvan las tripas y que los huesos de Shakespeare crujan en su sepultura.

Paco se va a la cama. Inútilmente, trata de cerrar las ventanas, taparse la cabeza con la almohada. Todo es infructuoso. Los minutos corren. Se hace la media noche, luego las doce y cuarto. En ese transcurso, la postura de Paco en lo referente a la emigración intracomunitaria se radicaliza. Si cierto político de ojos azules le hubiera propuesto en ese momento extirparle las cuerdas vocales a todas las chonis españolas residentes en Viena y deportarlas a algún lugar de la tundra cercado con alambre de espino, hubiera firmado el papel sin dudarlo.

Con sangre.

A las doce y veinte, sin embargo, mágicamente, se produce un silencio celestial. Con lágrimas en los ojos, Paco se levanta de la cama y puede ver cómo dos números de la policía austriaca están conminando, educada pero firmemente, a los incívicos a que bajen (de una puta vez) la música.

Paco suspira aliviado y se alegra mucho, y piensa en escribir un post al día siguiente que se titule “Los españoles somos una plaga y estamos por civilizar”.

Pero, al final, se corta.

Comentarios

Una respuesta a «Mueve tu culito con el tacatá»

  1. Avatar de Señora senil
    Señora senil

    Después de describir un hecho objetivo, y compartir una opinión al respecto que cualquiera que no se haya criado en una cuadra suscribiría, se le ha olvidado demostrar su perfidia como prometía en el primer párrafo, dejándonos con un palmo de narices a los que con malsana curiosidad aguardábamos una historia sórdida de maldad y depravación. Al final el único pecado ha sido por omisión, ese «al final se corta».
    El caso es que es oír hablar español fuera de España, y que se disparen todas las alarmas del bochorno. Todo español con cierto bagaje que haya pasado un tiempo desconectado de sus compatriotas concluye que lo mejor es huir de éstos como de la peste, máxime si van en grupo, pero por otro lado, esa tara aparentemente congénita que nos imposibilita para hablar otra lengua que no sea el español —y éste no muy bien—, otorga ventaja al que se maneja en las respectivas lenguas de Shakespeare o Schiller —se maneja, entiéndase de manera objetiva, no el «ingles nivel conversación» que incluye por defecto la edición española del MS Word en todos los curricula—, lo que resulta a todas luces provechoso.

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