Rosa Olympia Estrella estrena “Olivares”

Rosa Olympia (Foto: Rosa Olympia Estrella)

8 de Julio.- Hace algunas semanas, recibí un correo de Rosa en el que me preguntaba si podía escribir algo en Viena Directo a propósito de su nuevo espectáculo (por cierto, y antes de que se me olvide, se llama Olivares, aunque luego hablaré de él más extensamente).

Yo le dije que no me importaba acercarme a donde ella me dijese y hacerle una entrevista.

Ella se mostró encantada con la idea, así que quedamos en un día y en un lugar. Y allí me presenté.

El lugar, para que mis lectores se hagan a la idea, es una academia de flamenco que ocupa un sotanillo de la Embelgasse, en el distrito quinto. La puerta es baja, de carpintería de aluminio, y unos azulejos inequívocamente andaluces señalan el objeto del negocio. Cuando llegué, abrí la puerta con cierta desconfianza, y ante mí apareció una escalera que bajaba un piso por debajo del nivel de la calle. A sus pies, un perrillo cobrizo con un pañuelo naranja al cuello.

Cuando Rosa escuchó la puerta, asomó la cabeza y me tranquilizó:

-Se llama Panchito, no hace nada.

Panchito, obviamente, no tenía ninguna intención de morderme, así que yo me acuclillé un poco y le acaricié detrás de las orejas (el sitio ideal si quieres ganarte la amistad de un perro)

-¿Te apetece un tecito? Es que la máquina del café está estropeada -me dijo Rosa, con un dulce acento andaluz.

Naturalmente, acepté y nos sentamos.

-¿Negro? ¿De frutas?

-Negro, que me acabo de tomar dos cafés…

-Y estarás como una moto.

Nos echamos a reir.

Rosa es una mujer de mediana estatura y mirada inteligente, que transmite inmediatamente una gran fuerza y una gran humanidad. Mientras se va calentando el agua para el té, empiezo a explicármelo. Rosa me cuenta que ha vivido en muchos sitios (ocho años en Nueva York) y que siempre le ha atraido estar en contacto con otras culturas, con otra gente, con otros idiomas.

Y es que Rosa empezó a bailar en los tablados de su Granada natal pero pronto se dio cuenta de que tenía que levantar el vuelo hacia otros horizontes.

Hay una frase que, a lo largo de la conversación, me repite un par de veces.

Yo no soy etnógrafa, no me apetece nada bailar bailes históricos.

Y con la frase se nota inmediatamente que Rosa se fue de Granada porque necesitaba hacer algo diferente de la repetición de un flamenco hecho para los turistas.

Yo no soy etnógrafa -repite- y no me quería repetir. Me apetecía seguir bailando con la misma alegría de siempre.

Después de Nueva York, Rosa me cuenta que vivió tres años en Rumanía. Nos reimos de la cultura del soborno que reina en  ese país en el que yo no he estado pero que, por lo que me dice Rosa y referencias anteriores, intuyo tan parecido al nuestro. Me explica que estuvo allí con un espectáculo y que ella, mujer cuyo realismo salta a la vista, tenía reservado, junto al presupuesto de la compañía, una cierta cantidad de dinero para untar a los técnicos que, si no, no pegaban un sello.

Actualmente, Rosa vive entre Praga y Viena, pero da clases por todo el centro de Europa, demostrando con ello que el arte no tiene fronteras y que los europeos, con nuestras particularidades, somos unos vecinos que se parecen más entre sí de lo que alguna gente malintencionada tiene ganas de aceptar.

Mira -me dice mientras se toma su té- los checos son muy bohemios, muy jipis, les gusta mucho estar en el campo; los rumanos, son como nosotros. Bueno, como los italianos, con lo bueno y con lo malo. Berlusconi hubiera estado allí la mar de agusto.  Y los polacos, esos sí que son como nosotros. Son abiertos, muy campechanos, me traían de comer a las clases, tartas, yo que sé…Un día, estaba yo dando una clase de…De castañuelas, y aquello sonaba…Bueno. Total, que les dije, mira: yo creo que teníamos que tomarnos unos mojitos o unos vinitos o algo, a ver si así os sale mejor porque…Y nada, al día siguiente, las veo allí que estaban hablando y riéndose y de pronto veo dos brazos y una bandeja…Y me habían traido mojitos y allí que nos ves a las once de la mañana -hace el gesto de chupar de la pajita de un mojito inexistente y se parte de risa.

¿Y de los austriacos? De los austriacos, Rosa aprecia la formalidad.

Que todo funciona, que si te dicen que te pagan esto, pues te pagan esto y no hay sorpresas.

Y sobre todo, aprecia que, en Austria, en Centroeuropa, ella puede vivir “del arte”.

Si yo me hubiera quedado en Granada ¿Qué hubiera sido de mí? -se echa a reir- pues estaría fregando escaleras o tocando por tangos por la calle -toca las palmas- a ver si me echaban algunas monedillas. Y aquí...-le vuelve la seriedad a la cara- aquí puedo vivir de mi arte.

¿Y qué echa de menos?

Pues mira, echo de menos la manera de estar en casa que tenemos nosotros. Eso de reirnos de la vida, de pasar por encima de las cosas. Porque mira que la gente está pasando por cosas duras en España, pero la gente no pierde la alegría de vivir.

Hablamos por fin del espectáculo.

Se llama, como he dicho más arriba, Olivares y, en él, Rosa va a bailar por primera vez en Viena desde que llegó a la ciudad que el Danubio atraviesa, en el año 2006.

Me apetecía incorporar un flamenco diferente al que se exporta normalmente, que es un flamenco atlántico. Vamos a hacer unos  palos del flamenco de la parte de Granada y de Jaén, que no se ven normalmente. Tarantos, tientos, tangos, marianas…tanguillos, tangos de Granada…Yo creo que los tarantos van a ser los palos más hondos que vamos a tocar. No me apetecía ningún palo triste. Porque este es un espectáculo de verano, de celebrar la vida.

Hay que celebrar la vida -digo yo.

Eso, hay que celebrar la vida -se ríe- además, yo he pasado en los últimos tiempos por una racha triste y no me apetecía hacer nada así.

Se le nota que está agusto y que se siente arropada por la gente que va a estar con ella en escena. El rubio de Linares  que es un guitarrista

De Linares, me aclara.

Vicky Ramos que es una cantaora de Granada, Carlos Santiago, bailaor; Belina, que vive en Austria y toca el violín. Franklin, colombiano y un percusionista de la República Checa del que Rosa dice maravillas.

A mí siempre me ha gustado juntar a gente de diferentes culturas. En NY estudié claqué, contemporáneo e hice un espectáculo que se llamaba Flamenco Blue con música de jazz. Y aunque los músicos eran americanos y no podían entender el idioma terminamos todos entendiéndonos.

Y es que el arte no tiene fronteras.

Cuando nos despedimos, quedamos en que me mandará fotos y Panchito se queda mirándome, moviendo el rabo feliz.

Podías hacerle una foto a Panchito y ponerla en tu blog. No te rías, que Panchito tiene hasta Facebook. Todas las alumnas me lo pinchan, tiene un montón de fans.

Olivares, lo repito, se estrena en función única en Viena el 28 de Julio en el Theater am Spittelberg.


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