12 de Octubre. Genio y Figura

Anís del Mono
A.V.D.

El 12 de Octubre, Día de la Hispanidad plantea, hoy más que nunca, reflexiones a propósito de qué somos, de hacia dónde vamos y, sobre todo, de si queremos ir juntos y con qué actitud queremos hacerlo.

Todas estas preguntas se las plantea Gonzalo, en el artículo que traigo hoy a estas páginas. Como siempre, refulgente de profundidad, inteligencia y sentido común.

En días hoy toca preguntarse hacia dónde vamos. En lo oficial, es fiesta en España y todavía en algunas repúblicas hispanomericanas. Los españoles en el extranjero acudiremos a las respectivas embajadas o bien escucharemos los relatos de amigos y familia disfrutando del descanso laboral. En lo real, hay una anemia generalizada en los destinos de las Españas y de sus variantes contemporáneas. Zozobra acentuada por un crédito cada vez menos creíble, por un déficit de seriedad y por el desencanto galopante. Contra esa derrota asumida cabe contraponer las palabras de un extremeño ilustre en medio del desastre: me basta el entusiasmo para conquistar el mundo. Fueron pronunciadas por Hernán Cortés la noche en que sus soldados lo vieron llorar por primera vez.

Hace unos días, visitando en Berlín la Columna de la Victoria, construida en el inicio del primer Reich Alemán y que alberga un museo de la nación alemana, reflexionaba sobre el origen de las naciones europeas y de los estados a su servicio. Databan los alemanes, con criterio disparejo, que el siglo XIX fue el del nacimiento de las naciones modernas de la Europa contemporánea. Además, y como hecho significativo, indicaba el discurso expositivo del museo, que la alianza alemana se fraguó en la unidad lingüística de los distintos principados apoyada en el liderazgo militar de Prusia. Es una interpretación histórica de Alemania, parcialmente válida, que extendida podría incluir también a Austria, pero que de poco vale para la Europa Occidental y Meridional.

Si los ingleses hablan del hecho insular y los franceses se liberan con el trauma creativo de la Revolución, ¿cuál el sentido de la empresa histórica de España? Sólo puede ser uno: la Hispanidad. El vocablo que según autores acuñó Zacarías de Vizcarra desborda los límites geopolíticos de la Península Ibérica, para ser una denominación universal  y superar el Día de la Raza que sobre todo en Argentina se había popularizado a principios del siglo pasado. Todos los teóricos españoles y americanos de la idea de la Hispanidad, ya fueran conservadores o liberales, mestizos o blancos, libertadores o imperialistas, han coincidido en una cosa: es el espíritu de la cristiandad la razón de ser, y sin este, la Hispanidad es una ficción y por ende España un juguete roto. Y lo hemos podido ver en las crisis cíclicas que azotan a nuestros países a ambos lados del Atlántico. Cuando se buscan identidades paralelas, ya sean el eje bolivariano o la nación catalana, se detecta la misma tara en las dos caras de la moneda. La España que es por historia y derecho parte irrenunciable de la Europa continental pierde su liderazgo en el mundo, que precisamente por no ser ni político ni militar, es el único posible. Si hoy se reduce casi exclusivamente al idioma es porque no se abandonado la compleja génesis de hecho hispano.

Mientras feriemos el 12 de octubre, estamos obligados a saber por qué. Esa exigencia de la razón no nos puede abandonar en un momento en que incluso el corazón flaquee.  “España es el país más inteligible de Europa” dice el filósofo Julia Marías y cualquiera puede comprobarlo con sólo estar atento a la realidad de las cosas. Hoy es la mejor ocasión para reafirmar esa identidad poliédrica y creativa, que por su propia naturaleza incorpora a la misma empresa a pueblos, razas y culturas. La lengua puede crear una nación, pero el espíritu produce el genio y la figura. Espíritu que es capaz de hacer nuevas todas las cosas.


Gonzalo

Gonzalo es ingeniero, tiene treinta años, y vive en Viena. En la actualidad, estudia Ciencias Politicas.

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