Sido vs. Heinzl: a sopapo limpio

Cámaras de televisión
A.V.D.

 

La tele austriaca es de un blanco nuclear y, por lo mismo, los mamporros entre sus estrellas están muy mal vistos. He aquí la historia de cómo Dominik Heinzl estuvo a punto de perder un parde piños.

24 de Octubre.- Ya desde el vuelo de vuelta, la actualidad nacional (austriaca) me saluda. En mi ausencia han sucedido dos cosas: una importante (o que puede llegar a serlo); la otra, menos.

Empecemos por la frivolité.

La tele austriaca (pública) es de un blanco nuclear. Esto es, principalmente, porque es una televisión regulada por una ley que fija lo que la ORF puede poner, lo que no e, incluso, en qué proporciones tiene que poner lo que puede poner. No sé si me explico. Su leit motiv, de acuerdo con la voluntad del legislador es “una radiotelevisión pública debe prestar un servicio público” (amén). En el sentido más amplio que mis lectores se puedan imaginar. Esto del servicio público significa, por ejemplo, hacerse cargo de cometidos que las teles comerciales no acometerían por deficitarios. Y significa también no embrutecer a la población (o hacerlo lo menos posible) emitiendo programas que pueda ver lo mismo la tía Helga, que cumplirá cientodiez años el domingo que viene, que el pequeño Hansi, que dejó a Pocoyó antes de ayer por la tarde.

Cuando la ORF se pasa (o no llega, poniendo demasiado corazoneo, por ejemplo) hay un organismo regulador –Austriacom– que llama a capítulo a la dirección de programas de la cadena pública austriaca y la insta a emitir, un poner, documentales sobre la elaboración del queso en Voralberg o sobre los hábitos de apareamiento del oso hormiguero.

Naturalmente, en estos tiempos de pecado, fornicio y lujuria, hacer una programación así y que las ovejas no fallezcan de tedio le cuesta a la ORF muchos quebraderos de cabeza. De tal manera que, de vez en cuando, tiene que transitar por determinadas zonas grises. Por ejemplo, contratando a Karina Sarkissova o al rapero Sido. La primera tiene en su contra que su delantera (escasita y tal) la conoce todo el país. El segundo que es lo que viene siendo un “chico malo” (aclaración: en comparación con cualquier tertuliante de Sálvame, Sido es una hermanita de la caridad).

Los dos (Sido y Sarkisova) estaba en el jurado de Die Grosse Chance (La gran oportunidad). Un programa de talentos, salado y tal, pero obstinadamente intrascendente, en el que lo mismo salen perros ventrílocuos que cantantes con alguna discapacidad. Historias humanas, éxitos de ayer, de hoy y de siempre.

Sido hacía como que se pasaba el programa haciendo el mal como la Bruja Avería (pero poco), Sarkisova ponía un poco de picante (lo justito) y en las residencias de ancianos de toda Austria la tarde del viernes resultaba mucho más llevadera y se consumían menos laxantes y diuréticos.

En esto que, el viernes, Dominik “megaperraca” Heinzl, la lengua viperina oficial de la ORF (por poco tiempo, porque su programa va a ser sustituido por informes sobre los hábitos de cría de algún marsupial siguiendo orden superior) se personó en el plató de Die Grosse Chance con l aintención de entrevisar a Sido, el cual le profesa una notoria (y mucho nos tememos que merecidísima) antipatía.

Sido vióle, Heinzl tiró una pullita de las suyas. Encendióse el rapero y le metió lo que, en mi tierra, se llama una buena hostia. Heinzl (que no tiene ni media ídem) se dolió y se tiró al suelo (en parte para no recibir más y en parte para llamar la atención del árbitro). El alemán se dio la vuelta y salió del plató rodeado de su guardia de corps de raperos macarras. Pronto se supo que había sido despedido fulminantemente y que la policía le había hecho un control antidopping para saber si su derechazo había sido potenciado por algún estupefaciente. Y en Austria, señores, desde entonces, no se habla de otra cosa.

Según Heinzl, el detonante de la bronca fue que Sido le mentó a la madre muerta (a la suya, no la película de Juanma Bajo Ulloa, lógicamente). Según Sido, Heinzl le provocó dudando de la calidad de su testiculina. Yo, que conozco el paño, creo que Heinzl (que es más malo que una otitis) buscaba repetir la jugada que tan bien le ha salido otras veces: publicidad a cambio de polémica. Pero que le salió mal e incluso estuvo a punto de perder alguna pieza dental. P´haberse matao.

En fin: hasta aquí con la frivolité. Del asunto importante, hablamos mañana, cuando haya deshecho la maleta.

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