Epidemia de violaciones en el metro de Viena

Spittelau
Una de las entradas de la estación de metro de Spittelau, en la línea U-6 (A.V.D.)

 

Los vieneses tienen su ciudad por segura (lo es) pero eso no significa que no pasen cosas. Alguna que otra espeluznante. Y esta vez, no estamos hablando de sótanos.

 29 de Diciembre.- A pesar de estar en España, uno está al tanto de las noticias de Viena. En este momento, hay dos que son del máximo interés: por un lado, el campamento de solicitantes de asilo que hubo (hasta el viernes) en el Sigmund Freud Park, enfrente de la Votivkirche. Campamento que se ha prolongado en un encierro de inmigrantes, en su mayoría pakistaníes, en el mismo templo. Parte de los encerrados se han puesto en huelga de hambre. Y por otro, la manía que le ha dado últimamente a ciertos capullos –por no llamarles algo peor- de violar mujeres en la línea seis de metro.

De la primera noticia tengo, lamentablemente, poca información pero, en cuanto me empape más del tema, quizá escriba algún post al respecto.

En cuanto a la epidemia de violaciones, allá va el resumen: el primer caso, que llenó de estupor a los vieneses (los cuales, con justicia, tienen su ciudad por segura) se produjo en la línea seis, nada más y nada menos que el día 17 de Diciembre a las seis y media de la tarde. En plena hora punta, o sea. El autor del hecho fue un enfermo mental al que la policía echó el alto dos días después en la ciudad de Graz, gracias a las fotos sacadas de las cámaras de seguridad del metro. El caso levantó una gran controversia. Primero, porque a todo el mundo le parecía increíble que, a las seis de la tarde, pudiera suceder una atrocidad así. Y segundo porque el metro de Viena vende las cámaras de vídeo como un aumento de la seguridad y los ciudadanos no sienten que sea así. Los portavoces del consorcio de transportes vienés tuvieron que explicar que las cámaras, por ser un porrón, no se supervisan en tiempo real, sino que sólo se consultan las grabaciones a partir de que hay una denuncia o bien en el momento en que cualquier viajero aprieta el botón de alarma. Es en ese momento cuando la central del metro conecta la cámara en cuestión en directo y, llegado el caso, se mandan los correspondientes efectivos para atajar lo que suceda.

Este primer violador levantó la ira popular pero, al fin y al cabo, parece que era austriaco de nación y las turbas le ahorraron ciertos improperios.

El segundo, en cambio, era turco. Se llama (siempre presuntamente) Mustafa Arslan y ha atracado y agredido sexualmente a tres mujeres en las estaciones de Michelbeuern (el hospital general de Viena, AKH), Währinger Strasse y en Neue Donau, los días 8 de Noviembre, 14 del mismo mes y 19 de Diciembre. Cuando las cámaras del metro lo identificaron, la policía fue a buscarle a la dirección en donde estaba empadronado. La policía penetró en la vivienda que ofrecía todo el aspecto de estar abandonada. Desde entonces, Arslan se encuentra prófugo. Sobre él pesa una orden de busca y captura.

En este segundo caso, el revuelo ha sido mucho mayor, tanto es así que las ediciones de todos los periódicos digitales que han informado de los hechos han deshabilitado la opción de comentarios. Se conoce que porque las opiniones de tinte racista e insultante han copado los foros. Ni Die Presse, ni el Kurier dejan al pueblo soberano manifestarse (más que nada porque piensan que es muy probable que las manifestaciones fueran legalmente punibles).

En fin: a todas las mujeres que cojan el metro a ciertas horas, lleven cuidado. Que nunca está de más.


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