Recuerdos del futuro

¿Autorretrato?
Relfexiones al calor de Toy Story A.V.D.

 

Está científicamente comprobado que el tío Paco mola en cantidades industriales y que tiene un maletín de trucos prácticamente inagotable.

2 de Enero.- Querida Ainara: en estos momentos estás sentada a mi lado. Estamos viendo (bueno, tú más que yo) la tercera parte de Toy Story.

Cuando me has visto coger el cuaderno y el bolígrafo, me has preguntado lo que iba a hacer. Yo te he contestado que “escribirte una carta” y tú me has respondido que si la podías escribir tú mientras yo te iba diciendo las letras, porque ya, trabajosamente, aunque cada vez más deprisa, vas escribiendo.

Has pedido quedarte a dormir esta noche en casa de tus abuelos, porque supongo que piensas que es una manera de retrasar (o de evitar) que tu tío vuelva a Austria. Dices que sólo me he quedado diez días y que no es justo. Yo también lo pienso, y para combatir las ganas que me entran de hacer cosas irracionales, tengo que repetirme mi mantra de estos días: esto es, que esto no es la vida real, sino ese paréntesis feliz y risueño, ligero, como hecho de piedra pómez, que son las vacaciones. Que si viviera en España siempre, todos se acostumbrarían a verme, me volvería parte del paisaje normal de sus vidas y dejaría de ser este ser exótico que cuenta historias de países en donde la crisis es solo eso que les pasa a otros.

Tengo que insistir en recordarme que me encanta mi vida en Austria y que no se puede tener todo, y decirme muchas veces que la atención de un niño (sobre todo la de un niño del siglo XXI) necesita ser alimentada continuamente con estímulos nuevos. Que, quizá, en cuanto yo dejase de ser el tío Paco que sólo ves veinte días al año, dejarías de encontrarme tan molón.

(Sé que no es verdad, porque está científicamente probado que tu tío Paco mola en cantidades industriales y tiene para ti un maletín lleno de trucos prácticamente inagotable, pero como hipótesis de trabajo me sirve; o sea: me tiene que servir).

Necesito repetirme todas estas cosas, ya te digo, para que se me haga menos cuesta arriba escucharte decir que quieres que me quede para siempre. Son cosas que se dicen cuando se tienen cinco años y “siempre” no quiere decir lo mismo que en otras etapas de la vida.

Otra de las cosas que pasa cuando vives fuera y vuelves es que empiezas a decir cosas que nadie más entiende como, por ejemplo, que venir a España es como tener “recuerdos del futuro”. Y es que, al igual que tú pierdes contacto con las bromas de la tele, y se te pierden los modismos (por ejemplo, ahora se ha puesto de moda en España eso de decir “esto no es X,no: es lo siguiente”) a la gente se le escapa que, de alguna manera muy extraña, cuando tú vienes al sitio en que naciste, el que viene no es tu yo de ahora, sino una persona cuya vida quedó parada pongamos a principios del año 2000.

Y entonces tú tienes esa sensación extraña. Como si esa persona delgada y con gafas que acababa de terminarla Universidad, estuviese leyendo el epílogo de un libro que le dijera cómo terminaron los diferentes personajes de su vida. Algunos bien, algunos menos, muchos más sabios. En la trama del libro hay algunos giros que resultan sorprendentes, pero la constante es que, en la mayoría de los casos, la gente ha terminado habitando destinos que resultan muy congruentes con las maneras que ya apuntaban hace veinte años.

No sé si me entenderás cuando leas esto. Ahora (pijama rosa, un collar de mariposas, calcetines de Hello Kitty) estás sentada a mi lado y, supongo que eres muy pequeña para estas cosas.

Y yo pienso que, la semana que viene, cuando te escriba, estaré ya en Viena. Y suspiro.

Besos de tu tío

 


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