Un hecho que creo que es irrefutable es que, la mayoría de los españoles que se establecen en Austria,o bien lo hacen por amor o bien terminan encontrando una pareja austriaca con la que conviven y por la cual permanecen en el país .
30 de Enero.- Querida Ainara (*): Un noventa por ciento de mis amigos españoles que viven aquí lo hacen en parejas mixtas de la forma celtíbero-aborígena o celtíbera-aborígen (a estos efectos, consideramos a los paisanos de frau Merkel aborígenes también, lo mismo que, por obvias y sin que nadie se ofenda, no citamos las variaciones homosexuales de la fórmula).
Si la convivencia de una pareja normal es complicada, por eso tan tópico pero tan verdadero de que cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre, las parejas mixtas cuyos miembros provienen de dos países diferentes podrían representar el más difícil todavía de la cohabitación conyugal.
Como es probable que tal como van España y el mundo mundial, tú termines también con alguien que no haya nacido en tu pueblo, te voy a dar algunos consejos extraidos de la vida real que, llegado el caso, pueden hacerte muchísima falta.
En primer lugar, en el caso de una pareja mixta creo que es importantísimo hablar mucho.
Las diferencias culturales y las diferentes estructuras mentales que los idiomas esconden tras de sí, hacen que sea vital que las personas se expliquen qué cosas hacen y por qué las hacen. Esto puede parecer una tontería, pero todos, en nuestros países, navegamos tan tranquilamente por un plácido mar de sobreentendidos. Cosas que aprendemos desde que nacemos a base de imitar a nuestros padres y a nuestros familiares. Modos de hacer las cosas que nos parecen evidentes y, lo que es peor, soluciones únicas para determinados problemas. La gran enseñanza de vivir con una persona que no ha nacido en tu país es que, de pronto, aprendes que a un determinado problema, no le corresponde siempre la reacción que tú diste por supuesta.
En segundo lugar, sobre todo si eres tú la acogida, es conveniente hacer lo posible por deshacerse de lo que yo llamo “hispanocentrismo” (también conocido como “ombliguismo”), un virus letal que, si no se elimina a tiempo, es la muerte de muchas parejas con miembros de distinta nacionalidad.
Esto es: eso en lo que cae mucha gente (comprensiblemente, por otra parte) de que:
-De los dos, yo he hecho el sacrificio más grande, majete (o majeta): tú verás: he dejado a mi familia, a mis amigos, a mi país, la tortilla de patatas, las orejas a la brava, a Chiquito de la Calzada y a Melendi; así que aquí se hace lo que yo digo y si no, pues no respiro.
Error.
Hay que aprender a apreciar también lo que la otra persona invierte en la relación.Que es mucho, por cierto. Ainara, aunque a los españoles se nos escape a veces, vivir con un extranjero es todo menos fácil. Se lo tienes que explicar todo, le tienes que llevar a los sitios, a veces no entiende lo que le estás diciendo; aunque sean involuntarias, constantemente comete faltas contra el protocolo en forma de meteduras de pata que a tí te parecen cosas de párvulos, tu familia no se explica por qué has terminado con esta persona que habla alto o que sólo quiere comer aceite de oliva con la de grasa que tiene. En fin: mil cosas.
Moraleja: si nosotros soportamos, no es poco lo que a nosotros nos soportan.
Un tercer punto importante es aprender a reconocer lo que yo llamo “las líneas rojas culturales”. Los aborígenes son menos dados a expresar sus sentimientos que los españoles. Sencillamente porque desde pequeños les enseñan que hacerlo está feo. Los españoles tendemos a no reaccionar hasta que la otra persona nos echa el alto. En el caso de una austriaca o de un austriaco, ese momento en que te echan el alto suele ser demasiado tarde para tener con ell@s (o que ell@s tengan contigo) una conversación civilizada. Porque, para decirlo en plata, están hasta los cojones y tú no te has dado cuenta y, mientras él o ella se iban cabreando más y más, tú seguías en los mundos de Yupi (¿Sabrás tú quienes Yupi? Seguramente no). Bueno, en la inopia.
En fin, Ainara: el tema daría para treinta cartas como esta. Seguro que, en el futuro, habrá más.
Besos de tu tío
(*)Ainara es la sobrina del autor
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