Elecciones en Baja Austria: todas las claves

Baja Austria
La bandera del Land de Baja Austria (A.V.D.)

 

Los austriacos se van a pasar todo este año saltando de una campaña electoral en otra. La próxima cita serán las elecciones en Baja Austria: unos comicios de gran importancia en la política nacional. 

15 de Febrero.- Los austriacos se van a pasar este año en una contínua campaña electoral. La primera fue para la consulta popular que decidió el futuro del ejército austriaco (¿Profesional o de reemplazo? ¿Reforma o virgencita que me quede como estoy?).  Ya se sabe quién ganó.

La siguiente, va a ser la campaña para las elecciones en el Land de Baja Austria, las cuales tienen morbo por dos razones:

  • Por  ver si Erwin Pröll, el presidente del Land, revalida su mayoría absoluta y,
  • porque serán las primeras elecciones de verdad a las que se presente el partido de Frank Stronach.

De hecho, la campaña electoral, que se abrió ayer, se ha planteado desde el principio como un duelo entre Stronach y Pröll.

Hoy, cualquiera que haya cogido los periódicos gratuitos en el metro (el Österreich –gran periódico- y el Heute –si cabe, más grande-) habrá podido sorprenderse con un anuncio a doble página: a la izquierda, en negro, toda una lista de los desastres que, en opinión de Stronach, Herr Pröll, actual presidente de Baja Austria, ha provocado durante su ya dilatada gestión. A la derecha, una foto a toda página de Frank Stronach –las mejillas coloradillas, pletórico de salud- ofreciendo la solución a todos los desaguisados posibles y un eslógan: “Frank sabe lo que hace”.

Más simple que el mecanismo de un chupete. Ya veremos el resultado que da.

Nadie piensa, por supuesto, que Stronach tenga ninguna posibilidad de arrebatarle a Pröll la presidencia, pero sí que tiene muchas posibilidades de quitarle la mayoría absoluta y obligarle a pactar con alguna de las otras fuerzas del parlamento de Baja Austria.

Para entender la importancia de estas elecciones regionales en la política austriaca nacional, hay que tener presentes dos circunstancias:

  • La falta de tirón mediático del presidente del Partido Popular austriaco (ÖVP), vicecanciller y ministro de asuntos exteriores de EPR(*), Sr. Spindelegger (conocido incluso por los suyos como Spindi y, diciendo esto, para qué vamos a decir más).
  • Derivado de lo anterior: dadas las vacas flacas por las que pasan sus resultados electorales, los únicos (o casi) activos con los que el ÖVP cuenta para mandarle al electorado un mensaje de partido exitoso y con esto que se llama “capacidad de gobierno” son el propio Erwin Pröll y, aunque parezca mentira, Sebastian Kurz, secretario de Estado de Integración. Últimamente, el perejil de todas las salsas.

Aunque las encuestas digan que Erwin Pröll se lo va a tener que trabajar más que otras veces para obtener la mayoría absoluta, lo que también es cierto es que la única china que tiene en el zapato es Frank Stronach.

Entre los demás candidatos, la única que tiene un poco de gracia (y de tirón) es la frau Rosenkranz (FPÖ), eterna aspirante a todo, “valiente madre” de un chorro de chiquillos (en palabras de un inspirado redactor del Kronen Zeitung que cantó sus panegíricos cuando se presentó a presidenta de EPR y perdió –la pobre-).

La Frau Rosenkranz se presenta pidiéndole valentía a sus votantes y busca captar al elector medio del FPÖ, o sea: austriaco –o con muchas ganas de que se le considere como tal, como es el caso de ciertos grupos de inmigrantes procedentes de la antigua Yugoslavia, facción antimusulmana-; de nivel cultural medio-bajo y, por lo tanto, de posibilidades laborales tirando a justas –empleos de baja cualificación que sufren más que otros sectores la competencia de la mano de obra que viene de fuera-. El voto del FPÖ es, asimismo, el voto del miedo, el de la señora mayor que sale a la calle apretando el monedero contra el pecho temiendo que algún extranjero malencarado se lo robe, no sé si me explico.

Llevan dos carteles. Uno, con Rosenkranz disfrazada de presidenta de la Confederación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos y otro en plan los desastres de la guerra (de Goya) en el que se recuerda al paisanaje que, con “los otros” (o sea, los demás partidos), los delincuentes (extranjeros, naturalmente) campan a sus anchas, entran a saco en los Heuriger y se comen a los niños crudos.

Termino este artículo con una opinión personal al respecto.

Uno tiene la sensación de que, en los últimos meses, digamos del final del verano pasado a esta parte, el FPÖ ha perdido mucha pegada. Es como si Strache, hasta ahora de instinto tan certero (y los que piensan por y para él) hubiera perdido el olfato para ver lo que le interesa a sus votantes. Y dan palos de ciego, y mueven sus relaciones públicas y su márketing para aquí y para allá, como un pintor al que se le resistiese el punto de vista idóneo. Y se hacen fotos como antes, pero como sin convicción, o con miedo a no se sabe qué. Porque ya no está tan claro como antes que, al estado presente, le suceda otro en el que el FPÖ tenga un papel fundamental.

Quizá sea cosa de Spindi, o de Frank (pronúnciese, “Frenk” a la austriaca) quién sabe. Aún quedan muchas campañas electorales este año y puede pasar de todo.

(*) Esta Pequeña República

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