1 de Abril.- Los grandes medios de comunicación españoles andan bastante alicaidos económicamente. EREs, caídas en la publicidad…En fin. Por eso, se encuentran enfangados en una carrera insensata por el titular sensacionalista, por la historia cruda, por el mi mamá decía llorando “este niño se nos muere lleva una cosa colgando”, por la talla del sujetador que levanta los pechos de Mercedes Milá, nostálgicos de antiguas primaveras. Cualquier polémica barata sirve.
La penúltima ha sido la decisión del Gobierno español de implantar un examen para poder optar a la nacionalidad.
Ha sido una polémica que, como muchas en España, se ha levantado porque los que piensan que detrás del ánimo del Gobierno se esconde una intención racista, xenófoba o llámalo Ku-klux-Klan, nunca han salido de España (o, si han salido, lo han hecho solo de cuerpo, y su espíritu ha permanecido sepultado en las entrañas Telecinco).
En la mayoría de los países de la Unión (diria que en todos, pero no me atrevo) funcionan mecanismos parecidos. Y Austria no es una excepción, claro. Es más: la legislación austriaca al respecto es una de las más restrictivas no ya de Europa, sino seguramente, del mundo.
Aquí, no siendo el caso de la llamada Nacionalidad Sobrevenida (un nombre que a mí, por cierto, me hace mucha gracia, porque me parece como si la nacionalidad fuera un tren de mercancías que le atropellase a uno) que es aquella doble nacionalidad que adquieren los hijos de los austriacos casados con un extranjero/a, la única manera de hacerse ciudadano austriaco es, primero, renunciar a la nacionalidad natal de uno, y después hacer el correspondiente examen. Una prueba parecida a la que se pretende implantar en España además de una de idioma (lógicamente).
En mi país, parece ser que el plan es, además,hacer además una prueba de integración. Aquí, esa prueba se suple con un requisito: uno solo puede presentarse al examen después de haber pasado diez años viviendo en Austria (y si en diez años no estás integrado, es que o no quieres o tienes algún problema cognitivo que no te permitiría pasar, de todas formas, el examen).
A mí, como extranjero viviendo en un país que no es el mío, me parece natural que, ya que tiene que existir algo parecido a la nacionalidad, para concederla se establezcan ciertos requisitos. Primero, para que el concepto no se devalúe (que ya se devalúa bastante en Austria, por ejemplo, con todos aquellos casos de nacionalidades austriacas concedidas “por beneficio a la República”, como en el caso de las cantantes de ópera que no saben alemán –Netrebko- o de atletas procedentes de paraísos ignotos). Por otro lado, y en bien de la justicia y de la igualdad de acceso a los derechos, es mejor establecer un procedimiento reglado, de manera que todo el mundo sepa a qué atenerse y de manera que se evite, también, que algo tan importante para el equilibrio social y económico de un país esté sujeto a los intereses de los partidos.
Naturalmente, en condiciones ideales, yo sería partidario de que se estableciese una nacionalidad para toda la Unión. Con todo lo que ello implica, naturalmente. Por ejemplo ¿Por qué si yo vivo en Austria, trabajo aquí y pago mis impuestos aquí, no puedo decidir qué políticos quiero que administren esos impuestos?
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