28 de Abril.- Hace unos meses, me contaba el marido de una lectora que, de joven, en los años sesenta, había estado en España una temporada por motivos profesionales, en compañía de otros austriacos. Este señor, me explicaba muy divertido que sus compañeros de viaje, todos personas universitarias y de letras, pero que no sabían español, se admiraban de lo culta que, pese al atraso del país, era la población española. En la conversación de los indígenas castellanos no cesaban de descubrir raíces latinas y, para los austriacos, el colmo de lo culto es el latín.
Aún hoy, en el material genético de los centroeuropeos viene de serie una admiración casi supersticiosa por la lengua de Julio César. Cuando dices “Ave Cesar, morituri te salutam” (aunque pienses que significa “Las aves del césar mueren por falta de salud”), los aborígenes te miran con la misma cara que cuando Colón les ofrecía a los indios antillanos espejuelos y canicas de cristal para llevárselos al huerto, y te preguntan: “Ah, pero tú ¿Has estudiado latín?”. Tú asientes y de poco sirve que les cuentes que solo aprendiste latín durante un curso. A partir de ahí, te mirarán como si hubieras estado en Hogwarts aprendiendo alguna magia misteriosa.
El latín, en alemán, suena prestigioso y quizá esa sea la explicación del éxito de una palabra que, quien venga a vivir a estas tierras, escucha constantemente. Esa palabra es Servus (normalmente, pronunciado “servas”).
Es el saludo y la despedida que se dedican los amigos que se tutean (importante) en toda Austria y el sur de Alemania. Tuvo su origen en el lenguaje de corte del Hofburg de Viena, en el siglo dieciocho y, de hecho, es la forma acortada de “Soy tu esclavo, tu servidor”. Del lenguaje de corte, de la nobleza, Servus fue descendiendo por la escala social, porque ya se sabe que el lenguaje florido es la prenda prestigiosa más barata a la que el ser humano tiene acceso y hoy, se usa en la República checa, en el sur de Polonia, Hungría, Rumanía, y en algunas zonas bañadas por el Rhin.
Los austriacos dicen “Na Servas” (y lo dicen mucho) para expresar sorpresa o para admirarse de algo que les cuentan. En situaciones de la forma:
-Ay, qué dolor.
-¿Y eso?
-Me han operado de un ojo de pollo hace dos días ¡Tres horas y media me tuvo el podólogo hasta que terminó!
-Na Servas!
(Con este ejemplo creo que se me entiende).
En los últimos tiempos, pongamos desde los años setenta, el uso de Servus como saludo ha ido cediendo un tanto, en gran parte porque las películas y las series de televisión se doblan en la tierra de Cruella de Merkel en un alemán que intenta ser neutro y, por lo tanto, prescindir todo lo posible de regionalismos. Una de las palabras que ha ido ocupando la zona semántica de Servus ha sido, por ejemplo, el italiano Ciao una palabra que, aunque no lo parezca, está muy relacionada con Servus, de hecho, su prima hermana. Ciao es la corrupción de nuestros vecinos del sur de la palabra Sciavo (esclavo, servidor). Llegó a Austria por el sur, con las tropas que fueron a Italia, al mando de Radetzky, para yugular a los levantiscos que se querían independizar de la autoridad del emperador Paco Pepe. Desde principios del siglo XX, conforme la fama de Radetzky se iba disipando, también lo hacía el uso de Ciao como saludo y despedida. Sin embargo, después de la segunda guerra mundial, cuando la gente empezó a poder permitirse viajar al sur, el Ciao volvió por sus fueros.
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