Jedermann 2013: Historia de un cualquiera

Salzburgo, casco antiguoComo todos los años, actualmente se representa en Salzburgo el drama en verso Jedermann, fuente anual de jugosos cotilleos.

 22 de Julio.- El papa Paquirri se va a Brasil a lo que, en mis tiempos de actor, se llamaba “hacer un bolo” . Se celebran estas jornadas por las que la Iglesia católica intenta demostrarle al mundo que, en contra de las apariencias, no es una gerontocracia y que hay muchos jóvenes que todavía se creen que, sin cura de por medio, dos adultos no pueden encamarse.

Brasil, el lugar elegido, probablemente el país del mundo en donde más y más felizmente se hace el amor, es un sitio un poco raro para demostrar esto. Pero en Europa, a Dios gracias, no nos creemos ya ciertas cosas y el Papa (este, o el que anda jugando al escondite con su secretario) necesita irse a los países en desarrollo, en donde la tasa de analfabetismo (y, por qué no, las ganas de samba callejera) hacen posibles determinadas verbenas aunque sean con excusa teológica.

Olas sobre una roca desierta (o en proceso de estarlo)

Lo que está cada día más claro es que esta Europa desencantada de principios del siglo XXI es un terreno perdido no sólo para las mesnadas vaticanas, sino para las otras religiones tradicionales que ofrecen la salvación a plazos. Hace unos días, salía en la prensa autóctona, por ejemplo que, tras 547 años de historia los dominicos habían tenido que dejar Graz porque el monasterio lo ocupaban cinco frailes y uno de ellos, que en paz descanse el angelico, se había matado en un accidente de tráfico en octubre pasado. La falta de vocaciones procedentes de la cantera local no daba ni para cubrir una baja que permitiera salvar el mínimo para que un monasterio se diferencie en algo de un piso compartido. Una ruina ¡Qué tiempos aquellos del concilio tridentino!

Esta desertización espiritual, este irse de la Iglesia sin que nadie la eche demasiado de menos, tiene también sus consecuencias culturales.

En la plaza de la catedral de Salzburgo se representa continuadamente desde 1920, en el marco de los Salzburger Feststpiele, el drama en verso de Hugo von Hoffmansthal, Jedermann.La muerte

Paco y la rebaja

La obra se estrenó en 1911, en Berlín, y su argumento, que no tiene gran cosa de particular, es el siguiente: Dios -¡Ya entonces!- viendo que los hombres pasaban de él y de sus sensatas advertencias, manda a la Muerte a la tierra para recordarle a la Humanidad quién tiene la sartén por el mango. La especie humana está simbolizada en el drama por Jedermann (literalmente “cualquier hombre” o sea, cualquier particular). Jedermann, las cosas como son, parece un político español. Mantiene a una amante jacarandosa, es codicioso, pasa completamente de sus prójimos en infortunio, und so weiter und so fort, que diría el castizo aborígen. Él vive más feliz que una perdiz y más agusto que un arbusto sin darse cuenta de que, más pronto que tarde, viene Paco (no este, la de la guadaña) con la rebaja y, si no te pilla arrepentido, pues ya se sabe:a jugar a la brisca con Lucifer.

La obra, que yo estuve viendo el otro día en una retransmisión de la ORF con Klaus Mari(a Brandauer) es muy propia de cierta forma de ser austriaca y, a falta de noticias de mayor sustancia, todos los veranos da para algún cotilleo porque todo el mundo se la sabe y espera expectante qué se le va a ocurrir al director de turno para rejuvenecer el vetusto (y un poco peñazo) texto de don Hugo.

Para hacer del Jedermann y de la Muerte (en alemán, “el” muerte, por eso un hombre desempeña el papel) se escoge siempre a actores de relumbrón y los montajes suelen ser fastuosos, también para atraer a los turistas japoneses que se dejan en Salzburgo sus buenos yenes.Jedermann

Jedermann 2013

Este año, Jedermann le ha tocado a un caballero bastante feote que atiende por Cornelius Obonya. Herr Obonya tiene serrín de escenario corriéndole por el sistema circulatorio. Su padre, Obonya Sr. fue actor del Burgteather (cargo prestigiosísimo aquí) y sus abuelos fueron el simpar Attila Hörbiger y su señora Paula Wessely (famosa porque, como otros cómicos austriacos, le cobró mucha simpatía al tito Adolfo, una simpatía de la que luego no tuvo tiempo bastante de arrepentirse).

Las críticas del montaje que han aparecido hasta el momento indican lo que ya se sabía con solo escuchar un poco una entrevista a Cornelius Obonya. O sea, que el Jedermann de este año ha ganado en placidez lo que ha perdido de espiritualidad y que, después de ver la obra, nadie va a salir tiritando pensando en las penas del infierno y a todo el mundo le van a chupar un pie las calderas de Pedro Botero.

Mal negocio para el papa. A ver si en Brasil, con un público más entregado, tiene más suerte el hombre.

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