familia en Berlín

El tonto´la cápsula y la pachamama

familia en BerlínEl deportista de riesgo especialista en llevar a buen término retos perfectamente inútiles, Sr. Felix Baumgartner, ha efectuado unas polémicas declaraciones en televisión.

26 de Julio.- Tengo unos amigos, ella austriaca y él español que, hace unos meses, han sido padres de una cría riquísima. Como yo no tengo hijos –y, al paso que va la burra, no creo que llegue a tenerlos- tengo que confesar que sigo con curiosidad y, por qué no, con cierta envidia, las aventuras de la crianza de su retoño.

Mis amigos son dos personas inteligentísimas, cultivadas y de una sensibilidad exquisita y, como es natural, quieren lo mejor para su hija. Es por este motivo por el que se dedican a leer todo lo posible a propósito de crianza de bebés, y se empapan de los blogs más inverosímiles –este universo madre/padre reciente la verdad que es que debe de ser el paraíso del hágalo usted mismo- y lo flipan de las modernidades que se le ocurren a veces a gente que, se conoce, no tiene otra cosa que hacer que inventar la rueda.

Integrándose con la Pachamama

A veces me cuentan que, ante determinadas audacias, no saben por qué camino tirar. Si hablan y tratan de defender cierto sentido común, quedan ante sus amistades de retrógrados y de querer imponerle a su hijo una educación reaccionaria y castradora (¿Qué padre quiere que su hijo sea una especie de versión jibarizada de Aznar?) y si se callan, pues temen quedar de panolis y de no estar a la última en métodos educativos.

El otro día, sentados en un cesped viení, me contaban por ejemplo que había por esas redes una señora que sostenía que a los niños no había que darles de comer (una vez abandonada la lactancia, se entiende) sino que había ponerles el alimento al alcance de la mano y silbar y disimular, y que ya el niño, como mi gata Sofía, cuando le apretara la gazuza, engancharía lo que tuviera más a mano. Una táctica que, por lo que yo tengo observado, siguen los austriacos con bastante frecuencia.

-¿Cómo te sentirías –sostenía esta pionera del arte de fabricar Mowglis – si alguien te diera de comer sin que tú pudieras graduar la cantidad y sin que tú pudieras decir si está frío o caliente o mediopensionista y que, para colmo, cuando te terminaras el planto te limpiara la boca de dos enérgicos meneos de babero? Darle de comer a los niños es la mejor manera de integrarlos en la pasividad que tanto conviene a las clases dirigentes, por no hablar de que les hace establecer una relación bastarda con la comida, no permitir que se unan a la pachamama…

DisobeyLa niña de mis amigos aún mama –sin pacha-, y me decían que ellos habían abordado ciertos experimentos del estilo pero para que la chavalilla fuera conociendo los sabores y las texturas de los alimentos, porque sus necesidades nutricionales estaban cubiertas con la leche materna. Pero que la verdad, cuando veían a la criaturita delante de la comida tratando de asirla y se le caía y la pobre miraba con cara de “por favor te lo pido, sé un poco reaccionario y retrógrado y dame el cuscurro de pan que se me acaba de caer”, dentro del cuerpo de mis amigos resucitaba el espíritu ancestral de la Madre Española. Esa Diosa primordial que lleva a todos los españoles (e italianos y turcos) a tocar a sus niños y tener una relación humana y políticamente incorrecta con ellos, a darles de comer y, por qué no, también a no dejarles ni que se aten los cordones de los zapatos hasta que pueden acreditar la posesión de una buena mata de vello púbico. Porque no se puede tener todo.

La llamada galleta sana

Otro tanto sucede (me consta por otros casos) en parejas mixtas cuando los críos ya pueden correr y tirarle del pelo a sus hermanitas, y fastidiar el jarrón del siglo XVIII de la abuela Hannelore -¡Dos guerras mundiales y un niño han tenido que hacer falta para cargarse esta porcelana de Augarten!-.

En esos momentos de alta tensión ambiental, existe cierta tendencia que el padre o la madre celtíbero/a sienta cómo una fuerza magnética prácticamente irresistible acerca a gran velocidad la palma de su mano a uno de los glúteos de su retoño/a, hasta que se oye un sonoro (¡Plas!). De concretarse esta fuerza cuya naturaleza han estudiado cientos y cientos de científicos sin ningún éxito, el niño se queda quieto, mira los pedazos del jarrón de Augarten en el suelo, luego mira a su padre/madre y después al cónyuge/cónyuja austriaco/a, el cual pálido, le hace notar a su pareja que le chupa un pie que una maravilla de doscientos años de antigüedad haya quedado reducida a tiestos pero que, con este acto de violencia injustificada le ha infligido al niño un trauma que le durará per secula seculorum.

Schatz, eres un troglodita! –y se lleva al chiquillo para consolarlo como si su padre/madre español hubiera intentado cambiarlo por dos vacas y una yunta de bueyes.

Y el otro, que mira como diciendo “¿Y yo qué he hecho?” y piensa “Si el culo es carne muerta”.

En Austria, darle un tortazo en el trastévere a un niño está terminantemente prohibido (por ley) y existe un tabú alrededor de lo que, irónicamente, se llama “die G´sunde watsche” (o sea, el tortazo saludable). El padre que le pone la mano (o la zapatilla) en el trasero a su descendiente queda calificado ipsofactamente de raben- (vater o mutter, para ver qué es, léase este post). Tanto es así, que el deportista de riesgo Felix Baumgartner, más conocido en este blog por “el tonto la cápsula” o “el tonto´l pijo la cápsula” (véase por qué) ha levantado un gran revuelo afirmando en una entrevista en televisión que, con los niños (él no tiene) es de la opinión que un tortazo a tiempo es una victoria.  Que su padre lo hacía así con él cuando era chiquillo y que mira, ha llegado hasta la estratosfera.

Se le han echado encima ¿Con razón?


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Una respuesta a «El tonto´la cápsula y la pachamama»

  1. Avatar de Maite
    Maite

    Ay Pacoo lo que sufrimos los padres celtíberos con la Mitteleuropa. Yo la zapatilla aún no la he sacado a spazieren pero esos gritos maternales que encima comienzan con un “mecagüentupadre” me han costado ya unas cuantas miradas reprobatorias. ¿Y qué me dices de la homeopatía? Eso está a la altura del tontolacápsula.

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