¿Puede el tener una pareja austriaca sustituir a otras cosas? ¿Ayuda tanto a integrarse? ¿Tú qué crees?
Para Luis Hurtado, que me dio el tema de este post
6 de octubre.- Hace algunos meses, me encontré por la calle con una lectora (es muy grato, por cierto, que a uno le reconozcan por la calle y se le acerquen y le cuenten lo bien que se lo pasan leyéndole porque, a veces, esto de escribir,resulta un trabajo más bien solitario). Dicha lectora, amabilísima, me confesó su temor de que, algún día, este blog desapareciese porque a mí me entrase un ataque de aburrimiento al ver que nadie respondía a mis posts dejando comentarios.
La tranquilicé rápidamente y le dije que los hábitos de los lectores de blogs habían cambiado y que ya casi nadie utilizaba la posibilidad de dejar al pie de cada texto unas cuantas líneas. Y es que la mayoría de las personas que me dejan comentarios todos los días no lo hacen directamente, sino que utilizan Facebook para explicarme qué les ha parecido lo que escribo.
El otro día, cuando puse en la picota al angelico este que se quejaba de tener que fregar wáteres en Londres porque, como si se tratara de una folklórica de las de antes, “nadie le había dado una oportunidad en España”, un amable lector, en Facebook, hizo hincapié en una circunstancia que yo, seguramente, he dejado de mencionar en Viena Directo porque me parecía que, de puro evidente, hablar del tema era supérfluo.
La importancia de la pareja
El punto en que estaba la discusión era el siguiente: varias personas expresábamos nuestro parecer de que, en esto de la emigración, lo principal era echar conchas como un galápago, no desesperarse ante las negativas y, sobre todo, convertirse en un networker compulsivo. Uno tiene que abrirse y conocer a cuantas más personas mejor porque nunca se sabe dónde va a saltar la liebre (sobre todo en el aspecto laboral). Este lector al que yo me refería nos respondió diciendo que la cosa no era tan fácil como nosotros la poníamos, que había veces en que no bastaba con empaparse del idioma y echarle ganas, sino que había factores que podían sustituir a estas dos cualidades que todo imigrante debería tener. Vino a decir que, si se tenía una pareja aborígen, se tenía más de la mitad del trabajo hecho.
¿Es verdad? ¿Ayuda tanto tener una pareja austriaca? Me puse a pensar mucho en el tema y a hacer un estudio estadístico de quiénes de mis amigos tenían parejas austriacas que les habían importado desde la lejana España y, la verdad, es el caso de la gran mayoría. Las raras veces en que a mí la gente me pide consejo sobre el tema es cierto que, una de las primeras cosas que digo es que, hay que estudiar alemán, luego alemán y después, si te queda un ratito, también hay que estudiar un poco de alemán. Pero mi segundo consejo es siempre el mismo: hay que hacer amistades aborígenes. Es importantísimo conocer a la gente del país.
¿Son los austriacos unos siesos? O ¿Cómo romper el hielo?
Ahora bien: se da la circunstancia, y creo que nadie se molestará si lo digo, de que los austriacos en general (siempre hay excepciones honrosísimas) son muy poco curiosos con lo que viene de fuera. Y a palo seco, a puerta fría, es muy difícil, pero que muy difícil, entrarles. Porque ni siquiera es que pongan de pantalla esa simpatía falsa que tenemos los españoles. Es que, con estos, te enfrentas a una pared de granito. Ofrecen un flanco cerrado al que no hay por donde hincarle el diente.
Todos hemos pasado por la experiencia del compañero de trabajo con el que, después de unas copas, congénias y pegas la hebra y, de pronto sientes que has encontrado un amigo…Para darte cuenta a la mañana siguiente de que, esa persona de la que te despediste con un apretón de manos, es al día siguiente un desconocido resacoso que apenas se acuerda de quién eres.
Ventajas de la pareja aborígen
Si empiezas con la pareja o el parejo, cuentas ya con alguna ventaja. De momento, “eres alguien” o sea tienes un estátus a nivel social. Porque eres “el novio de Helga” o “la novia de Franz”. Por otro lado (y esto, aunque parezca mentira, es totalmente cierto) funciona un mecanismo que ya trabaja en nuestros abuelos los primates. Una vez un miembro de la manada ha comprobado que eres “inofensivo”, los otros se muestran mucho más abiertos a considerar introducirte en los secretos del grupo. Y es que esa es otra ¡Los secretos del grupo! ¿Quién le explica a un español lo de quitarse los zapatos antes de entrar a una casa? ¿Cómo se aprende ese momento en que a uno le invitan y le plantifica el ramo de flores en la cara –eso sí, sin el papel de la floristería- a la señora de la casa? Son solo dos ejemplos. La sociedad es una red de sobreentendidos que aprendemos en la infancia y que por eso nos parecen evidentes pero para los austriacos, los españoles también resultamos rarísimos.
Un diccionario rubio, como los llama mi amigo J., también ayuda a suavizar los choques que INEVITABLEMENTE se dan entre personas que proceden de culturas diferentes. Por ejemplo, los españoles somos muy partidarios de utilizar como recurso humorístico una ironía que a los austriacos, si no hay explicación de por medio, puede resultarles muy ofensiva.
Por último, también es totalmente cierto, que ellos, los aborígenes, juegan en casa siempre y que, por lo tanto, están mucho más preparados para afrontar unas emergencias que superan al español.
Y vosotros ¿Qué pensáis?
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