La navidad ya es tendencia a este lado de los Alpes (cada año antes, leñe).
Desde ayer, puedes tomarte el primer punsch o el primer vino caliente en el mercadillo-navideño-invernal del Museums Quartier, ese trocito de Berlín que alguien se dejó olvidado en Viena, lugar en donde los moelnos y las moelnas van a ver y a ser vistos.
Naturalmente, estamos hablando del distrito siete, feudo verde por excelencia, lugar en donde todos los BoBos (por Bohemios, no por otra cosa) tienen su acomodo. Por lo mismo, a pesar de que en todas partes de Viena ya se estén plantando los abetos y, donde más donde menos, se ponga un nacimiento, en el Museums Quartier nadie quiere herir las creencias religiosas de nadie (incluso de aquellos que no las tienen) y no se hace ninguna mención ni a María, ni al niño, ni al pobre de San José ni a su ropa interior roida por los voraces ratones de Belén (aunque también hay fuentes que indican que, en realidad, lo sucedido en el portal de Belén fue que entraron unos ladrones y después de realizarle a San José un corte en salva sea la parte le dejaron la voz finita como para unirse a los niños cantores). Y sí: lo que le cortaron rima con mejillones.
Los que no quieran atacar su hígado más de la cuenta, pueden pedir un Kinderpunsch (atacarán en cambio a su intestino, y tendrán que pagar un óbolo por la necesidad de ir al baño). Los encallesío y las encallesía pueden pedir un turbopunsch (la versión MuseumsQuarteriana de la pócima mágica de Asterix) y los deportistas incluso podrán jugar a cosas sobre hielo.
Todos, disfrutarán del mejor tecno.
Se llega por la línea 2 de metro, paradas Museums Quartier o Volkstheater.
Hala, que no os pase nada.
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