Pasado el paréntesis navideño, continúa el Fasching o carnaval. Viena entera se convierte en un frenesí de bailes. Todas las organizaciones que tengan más de diez miembros, organizan el suyo y la vida de los austriacos se convierte en un contínuo mirar a la agenda, para ver si unas citas se pisan con otras. Hay bailes de policías, de cazadores, los partidos políticos tienen su baile, hay bailes de serbios…En fin, incluso hay bailes neonancis (por cierto, este año ya está convocada la manifestación).
Naturalmente, en un baile termina bailándose, más tarde o más temprano, el baile vienés por excelencia: el vals. Se puede decir que el primer fenómeno global musical de la historia. La palabra vals viene del alemán Walzer y esta, a su vez, del verbo walzern, esto es, girar. El baile se desarrolló en Austria y el sur de Alemania a principios del siglo XVIII y, con los Strauss, vivió su explosión y su época dorada.
Salvo en bailes de protocolo más relajado, como el Regenbogenball o el Rosenball, la indumentaria es clara: los hombres visten smoking y las mujeres siempre van de largo (en Austria, debido a este costumbre, un smoking constituye parte fundamental del guardarropa de cualquier hombre que no quiera pasar por un pelagatos. Los bailes suelen ser muy divertidos y a medianoche, cuando ya todo el mundo está puestecillo, se llega a esa anarquía tan graciosa que es la quadrille.
No hace falta ser austriaco para ir a un baile y es una experiencia chulísima que conviene probar !No te la pierdas!
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