La tasa Google y el amor al arte

Frauentag WienUna famosa entidad de gestión de derechos de autor ha conseguido presionar al Gobierno español para que incluya en la nueva Ley de Propiedad Intelectual un canon que penalizará a Google.

19 de Febrero.- Querida Ainara (*) : Tengo la suerte de tener unos amigos que son mucho mejores que yo. Y puedes creerme que te lo digo sin falsa modestia. Cada uno en su estilo son personas fuera de lo común.

Un fotógrafo y tres niños pijos

Con una de esas personas de cuya amistad quiero y puedo presumir, surge siempre un tema recurrente y es la dificultad que, hoy en día, hubieran tenido algunas personas a los que hoy reverenciamos como tótems de la cultura, para sobresalir siquiera un poquito ¿Hubiera sido hoy Robert Capa, Robert Capa? Probablemente no. Porque hoy, en un año, se hacen más fotos que en todo el siglo XX, si no más y, técnicamente, estamos todos muy por encima de cualquier fotógrafo medio del siglo pasado, Capa incluido. Si hoy, como entonces, Buñuel, Lorca y Dalí hubieran sido tres niños pijos más dedicados a perrear por las tabernas de Malasaña más que a estudiar carreras que no pensaban ejercer ¿Hubieran inventado el surrealismo? Bueno, sí, lo hubieran inventado pero ¿Hubiera trascendido su invento? Permíteme que lo dude.

¿Qué ha sucedido? ¿Cuál es el factor que ha cambiado el mundo de manera decisiva en los últimos años? Está clarinete: internet.

 

Un recurso escaso que ha dejado de serlo

Una de las definiciones de economía que a mí me gustaban más en mis tiempos de la facultad es esa que dice que, Economía, es la ciencia que estudia el reparto de los recursos escasos.

En el mundo antiguo (o sea, hasta 1995) el recurso escaso era la creación. No el talento, ojo, sino la capacidad de disponer de medios técnicos para plasmar el talento de una forma determinada y hacerlo llegar a tu público potencial. Hoy, en cambio, gracias a internet, tu tío puede juntarse con un amiguete y grabar un programa de radio que, con una aplicación de edición completamente gratuita, tiene una calidad casi profesional. Y como tu tío, millones de personas en todo el mundo. Solo hace falta tener una cierta inquietud por hacer las cosas. Por lo tanto, hoy los productos de la creación humana no son el recurso escaso (lo cual ha incidido también en que, la mayoría de los creadores, hoy por hoy, trabajemos gratis: nunca en la Historia como hoy ha sido tan verdad eso de “por amor al arte”). Aquello por lo que estamos dispuestos a pagar (más o menos directamente) es, en cambio, por aquellos mecanismos que nos organizan la información y nos prestan el servicio de indicarnos qué es lo que nos puede interesar.

Por otro lado, el sector editorial español, particularmente la prensa, se encuentra en un estado catastrófico. Tengo un amigo, estupendo escritor, que vive en Barcelona y que me cuenta que mira los muros de la patria suya y se le caen todos los palos del sombrajo. En otras palabras, hacerse escritor hoy y querer ganar dinero con ello es tan de bobos como plantar perejil.

Publica y sé feliz

Del sector editorial, particularmente de la prensa, ha habido gente que, hasta hace bien poco, ha vivido requetebién.

Por ejemplo: durante un viaje a recoger uno de los pocos premios literarios que me han dado en esta vida, conocí a un señor el cual, en los ratos libres que le dejaba su o(fi)cio de funcionario (sé que es un tópico asociar funcionariado y tocamiento genital pero, qué quieres, este era un funcionario vaguete). Bueno, pues en esos tiempos muertos que le dejaba el Servicio al Estado, se dedicaba a rendirle culto a las musas. Como resultado, había publicado un par de cuentos más bien normalitos y participaba en algunas revistas, de esas que se benefician de la actividad subvencionadora que distingue a todo Estado que se preocupe de mantener a sus ciudadanos alejados del analfabetismo funcional.

Durante nuestro largo viaje en tren, este caballero, al saber que yo también había publicado un par de cosas, se maravillaba de que fuera tan corto de no haberme apuntado todavía a la entidad de gestión de derechos de propiedad intelectual de la que te hablaré más tarde (¿Cómo voy a tener la poca vergüenza de apuntarme –pensaba yo mientras me daba la plasta- si malditos los derechos que tengo para gestionar?). Esto, para mi interlocutor, no parecía tener la más mínima importancia ¡Bastaba con haber publicado cualquier cosita! ¡Un folleto valía! ¡Había tanto que ganar…! Seguro dental gratis o casi gratis, descuentos sin número. Y todo ¡Por una publicación!

No me apunté, Ainara. A medias por pereza (me espantaba ponerme a rellenar papeles) y a medias por cierto sentido de la poca vergüenza que, visto como va el mundo, está bastante anticuado.

Naturalmente, todas las ventajas que la asociación de gestión ofrece a sus socios necesitaban y necesitan dinero para poder ser mantenidas. Si el mercado editorial ya no es el que era, si las noticias las puede producir y publicar cualquiera (para muestra este blog) ¿De dónde saca la entidad de gestión de derechos el dinero que necesita para que sus socios puedan arreglarse los piños gratis y seguir creando excelsas obras?

Naturalmente: de los agregadores de noticias: de Google, que funciona prácticamente en régimen de monopolio en este aspecto.

Sin ti no soy nada

El razonamiento, que denota el total desconocimiento del mundo (o el interesado desconocimiento del mundo) por parte del grupo de presión en cuestión, es el siguiente: si nosotros no producimos noticias, Google no tendría nada que agregar (en fin, perdona que, llegados a este punto, me desgüeve). Por lo tanto, nuestras noticias son la materia prima de Google y, por lo mismo, Google debería pagar un cánon por ellas (la famosa “tasa Google”).

El razonamiento es cínico porque cualquiera que haga algo en internet sabe que, sin Google, no somos nada (esto no es bueno ni malo, es un estado de cosas que hoy, simplemente, es: tiene sus ventajas y sus inconvenientes). Por ponerte un ejemplo: si Google decidiera que esta página tiene contenido pornográfico, la sacaría de sus búsquedas, y el número de visitas de que disfruto se vería considerablemente mermado.

La tasa Google es el último intento de sobrevivir de un sector que se muere: el de la prensa de papel. Solo los medios que consigan dar el salto a internet y adaptar sus estructuras de costes al público de que disfrutan, solo aquellos que se olviden del público generalista y busquen cuidar a cada lector, escribir para cada lector, pensar siempre en lo que ese lector quiere, le gusta y necesita (como trato de hacer en Viena Directo) sobrevivirán. Los otros, durante un tiempo,  creerán ser Robin Hood (quitándole al rico para ayudar al pobre –¡Qué casualidad!- ellos mismos) pero sus intentos de prolongar en el tiempo un estado de cosas herido de muerte están condenados al fracaso.

Besos de tu tío

(*)Ainara es la sobrina del autor


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Comentarios

Una respuesta a «La tasa Google y el amor al arte»

  1. Avatar de Alba De Martino
    Alba De Martino

    Muy bueno…esta carta tiene unas perlas sobresalientes…como en muchas otras cosas los que se resisten tanto son los intermediarios…internet ha hecho que tu llegues a nosotros sin necesidad de nadie mas; bueno si, google 🙂

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