Para Luis y Natalia
Hoy ha fallecido Adolfo Suárez, político español, hombre complejo al fin y al cabo. Otro español, residente en Viena, repasa su figura mientras la lluvia repiquetea sobre la capital. Y suspira.
23 de Marzo.- Hoy, según mi movil, entre las 15:25 y las 15:34, se ha producido entre mi madre y yo el siguiente intercambio de mensajes:
MI MADRE: Ya se ha muerto Suárez
YO: Pobre hombre
MI MADRE: Desde luego
Nada más. Como si se hubiera muerto algún vecino del bloque que llevase mucho tiempo luchando contra una enfermedad cruel.
Poco después, supongo, habrá empezado en España el proceso de santificación póstuma del que pasará a la Historia por ser el primer presidente de la democracia y, a su pesar, uno de los fontaneros principales del orden político español contemporáneo.
Después de abrir el mensaje de mi madre, he mirado internet en el teléfono. Al abrir uno de los periódicos digitales, la lluvia vienesa, ya un poco fúnebre en esta ciudad con la que la muerte tiene tanta confianza, repicando a mi alrededor, me ha recibido la foto de Adolfo Suárez; los artículos, las condolencias, el comunicado del Rey don Juan Carlos en el cual anunciaba la suspensión de todas sus actividades mientras dure el luto oficial.
Un periódico “del Régimen”
Al abrir el Facebook, alguien, comentando las Marchas por la Dignidad, había dejado escrito: “Ayer quedó demostrado: EL PAÍS es un periódico del régimen. Ayer dijeron que solo eramos 50.000”.
El Régimen era, sin duda, el de Adolfo Suárez. Hoy, en último término, uno de tantos abuelos que, después de luchar contra el Alzheimer, pierden la batalla. Se van olvidando de todo y, al final, se olvidan hasta de vivir.
En mi interior, me sentía como si, lentamente, estuviese contemplando cómo se hundía tras el horizonte un objeto muy grande. Un iceberg, un barco gigantesco, por ejemplo. En esos casos, debe de brotar dentro de uno la extraña paz que nos asalta cuando estamos ante un fenómeno que escapa totalmente de nuestra capacidad de intervención. Las dos palabras, “Suárez” y “Régimen” iban y venían en mi mente.
¿Qué pensaría Suárez, me decía yo, si pudiera ver todos los reportajes laudatorios? ¿Qué pensaría Suárez, me decía yo, si pudiera ver cómo hay personas que llaman “Régimen” al orden institucional que él tanto trabajó por instaurar? Régimen , según el Diccionario de la Real Academia, es simplemente “el sistema político por el que se rige una nación” pero, para los españoles, Régimen tiene una connotación turbia que muchos (imbéciles) empezaron a utilizar para referirse a la España democrática, primero por epatar o por otros intereses, pero que poco a poco va calando entre esos que piensan que la llamada Transición fue una batallita cuyo final estaba escrito desde el principio. Para que nos hagamos una idea, para un español Venezuela es un “régimen” o Cuba, o Corea –la mala-. Un régimen es un sistema político, sí, por el que se rige una nación, también: pero es un sistema político que se considera injusto y que la ética o la razón mandan trabajar para derribar.
Un político ve la televisión
¿Y Suárez? Probablemente, en un primer momento, diría algo así como “a buenas horas” y, después, creo que habrá disfrutado horrores viendo su figura glosada como la de un prócer, con el marchamo de calidad que ostentan los personajes de primera fila de la Historia. Al fin y al cabo, al ver grabaciones antiguas de Suárez uno tiene siempre la sensación de que actuaba como para un espejo situado frente a él. Y luego…Quizá tendría algún recuerdo amargo o irónico para aquellos (los que aún viven) y que le alaban en declaraciones que llevan meses grabadas, esperando el desenlace de hoy (es una práctica común: los periodistas lo hacen siempre que se sospecha que un personaje de determinado calado va a dejar el mundo de los vivos para convertirse en esa especie de cromos animados en que terminan todas las celebridades).
Y luego, he pensado en Zapatero, con quien Suárez tuvo tantas cosas en común. Sobre todo una: al terminar sus respectivos mandatos ambos eran universalmente odiados; cadáveres políticos por quienes ni siquiera los buitres más encallecidos daban un duro. Y me lo he imaginado delante de la televisión, dándole un codazo a su mujer y diciéndole:
-Sonsoles ¿Ves? Todavía hay esperanza.
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