El cardenal Schönborn: un hombre en la contradicción

El cardenal austriaco Christoph SchönbornEl cardenal austriaco Christoph Schönborn ha sido el responsable de la redacción del polémico punto sobre los homosexuales en el sínodo de las familias

19 de Octubre.- El cardenal Christoph Schönborn (Skalken, República Checa, 1945) es una persona bastante influyente en Austria, un país en el que la institución cuya cabeza ocupa, la Iglesia Católica, a pesar de la pérdida de importancia sufrida en los últimos años, continúa siendo uno de los pilares de la sociedad.

Como no podía ser de otra manera, el cardenal ha estado estas dos últimas semanas en Roma, en el Vaticano, asistiendo al llamado Síndodo de las Familias convocado por el papa.

La sagrada familia y la familia sagrada

Un sínodo no es ni más ni menos que una reunión de autoridades religiosas para tratar temas de diferente importancia. En este caso, lo que en alemán se llama “Familienbild” o la imagen de la familia que la Iglesia Católica considera que es la óptima para el desarrollo del indivíduo.

Se trata de un tema más complejo de lo que cabría suponer porque aunque, obviamente, todos venimos de una familia, en esto se cumple el refrán de que cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. O sea que, afortunadamente y aunque la parte más carca de la Iglesia insista en negarlo (de momento), hay diferentes modelos. Y, es más: pongamos desde los años sesenta, en este campo de la realidad se han producido unos cambios sobre los que la Iglesia, en tanto que institución que aspira a regular la vida de los fieles de manera totalitaria (véase el DRAE: “Totalitario: que incluye la totalidad de las partes o atributos de algo, sin merma alguna”) no podía dejar de opinar.

Un sínodo con polémica

Mucho antes de que los jerarcas eclesiásticos se sentaran en Roma a tirarse los trastos a la cabeza (porque la disputa, por lo que parece, ha tenido muy poquito de fraternal) el sínodo ya había levantado revuelo porque el papa Paquirri había decidido que la mejor manera de conocer la realidad de las familias en los cinco continentes era pasarles a las diócesis una “encuesta” (bastante chapucera, por cierto, porque cada uno pudo poner un poco las preguntas que quiso). A pesar de lo cual, los resultados de la investigación dejaron patente una contradicción a la que el propio Christoph Schönborn, a juzgar por sus palabras, que citaré luego, no es ajeno.

Parece ser que al cardenal Schönborn le tocó en suerte la redacción del polémico punto sobre la relación que la Iglesia debe tener con los homosexuales. La primera redacción, que se filtró a la prensa (parece que intencionadamente) indicaba algo así como que “la Iglesia debería reconocer las cosas de valor que las parejas de homosexuales pueden aportar” e, incluso, instaba a la Iglesia a ocuparse “de los niños que crecen en familias homoparentales”. Los obispos ultraconservadores (minoría como luego se ha demostrado, pero minoría ruidosa al fin y al cabo) se enfadaron por dos cosas: en primer lugar porque su actitud a propósito de la homosexualidad es la de fomentar la hipocresía. O sea, a un chaval de diecisiete años que vaya a confesarse –aún suponiendo que no encuentre cosa mejor que hacer- y se acuse de ser gay, su confesor le indicará que no pasa nada, mientras se reprima, no practique y lo mantenga en secreto o, por lo menos, lo lleve con discreción. Lo cual es como decirle a un vegetariano que nos da igual que lo sea, mientras se coma disciplinadamente un filete todos los días, pongamos por caso. La segunda cosa por la que los obispos carcas se enfadaron con el pobre cardenal Schönborn fue porque su ponencia asumía que hay niños –poquitos, pero los hay- que crecen en familias con dos papás y dos mamás ¡Eso es imposible! (decían los muy tolais de ellos) ¡Eso no existe! Y con estas reacciones, pues así le va a la Iglesia, naturalmente.

Uno es cardenal, pero también es persona

A la salida de una de las deliberaciones del sínodo, preguntado a propósito del tema por un periodista de la agencia France Press (o sea, que no era un alcachofero de Sálvame), Schönborn relató el caso de una pareja de gays conocida suya que llevaba una vida ejemplar y eran personas fenomenales (textual: Wunderbare Menschen), que se habían cuidado “el uno al otro en caso de enfermedad” (nos ha jodío, mayo, que dijo el castizo) y que estaban muy comprometidos con la vida eclesial.

Al mismo tiempo, enfatizó ante el periodista (y esto es muy sintomático de la contradicción en que la Iglesia vive, por lo menos en Europa) que a él, como persona humana, digamos que como ciudadano civil, los dos señores que vivían juntos le parecían encantadores y unas personas fenomenales pero que él, como eclesiástico, no podía de ninguna manera bendecir públicamente ese tipo de uniones y comportamientos.

Finalmente, los conservadores han ganado esta primera batalla (el asunto no se decidirá hasta el año que viene) y el documento final no menciona nada de lo que yo decía más arriba aunque, obviamente, los debates han puesto de manifiesto que, en la Iglesia, algo se mueve. Afortunadamente.

Dia de los Muertos

En el audio de esta semana, Rafael, un músico mexicano residente en Viena, nos habla del Día de los Muertos en Viena !No te lo pierdas!


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3 respuestas a «El cardenal Schönborn: un hombre en la contradicción»

  1. […] departir a los postres con el Cardenal Schönborn –el purpurado tenía previsto intercambiar pareceres con doña Letizia a propósito de la […]

  2. […] ejemplo, a las que reserva un papel de segunda, se mire por donde se mire. O con los homosexuales, a quienes les niega la posibilidad de manifestarse como Dios les ha hecho (aunque, gracias al papa, p…. Naturalmente, la Iglesia sostiene muchas cosas que han sido completamente superadas por el tiempo […]

  3. […] Mientras estábamos en esto, el marido de mi amigo (un tío supermajo, listísimo y hoy en día un próspero hombre de negocios) se echó a reir y me hizo un gran regalo, que fue el de contarme una historia que demuestra que aquí en Austria también cocieron habas hasta hace muy poco (y las siguen cociendo, sobre todo fuera de Viena). […]

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