Negociaciones a cara de perro en Viena

StraussEn ciertos contextos, el adjetivo “vienés” vino a significar “suave”. Hay situaciones en las que esa suavidad hace falta.

24 de Noviembre.- Un amigo mío, que comparte vocación (literaria) me ha regalado un libro interesantísimo, de esos que son como un viaje a la frontera de uno mismo. Se trata del ensayo “Afinidades Vienesas”, con el que todas las noches me voy a la cama últimamente (yo soy de los antiguos que lee antes de dormir, casi con el gorro con la borla al final puesto, como el Tío Gilito, el del Pato Donald).

Pues bien: en uno de los primeros capítulos de ese interesante libro(te) se dice que el adjetivo vienés vino a significar, no sin cierto matiz peyorativo, lo que es demasiado suave, lo que es enemigo de la violencia, la paciencia que en realidad encubre cierta falta de fuerza.

Quizá por esa falta de empuje, por esa suavidad, sea también esta ciudad el marco ideal para las reconciliaciones de enemigos que se lleven a matar o, por lo menos, para que esos enemigos se chinchen y eso pero que al final no llegue la sangre al Danubio.

En estos momentos, tienen lugar en Viena unas duras discusiones en las que se enfrentan contendientes con posiciones muy encontradas. En el Palais Coburg, construido en 1845, se están desarrollando unas negociaciones más lentas y difíciles que las proverbialmente lentas y difíciles digestiones del rey Felipe II (el cual sufrió toda su vida de molestias estomacales y de unas pertinaces hemorroides porque, al igual que su lejano tataranieto, el emperador Paco Pepe, se pasaba toda la vida sentado delante de su escritorio y apenas si se alimentaba de otra cosa que no fuera carne).

Se trata de las negociaciones que se están produciendo entre los países occidentales y la República Islámica de Irán, al objeto de que este último país dé palabrita de Mahoma de dejar de jugar al Quimicefa para fabricar una bomba atómica. Los iraníes, por boca de su ministro de exteriores, Sr. Javad Zarif, juran y perjuran que no tienen intención ninguna de fabricar un pepino (o pepinos) con el que arrasar a su archienemigo, el Estado de Israel. Occidente no se lo cree mucho y pretende de los Iraníes que se dejen controlar y que demuestren que su programa atómico de enriquecimiento de uranio tiene fines pacíficos. Como en Viena, esta bonita ciudad en donde parece que es imposible dar una voz más alta que otra, es sede de la Agencia de la Energía Atómica (una de las que componen la ONU) y parece que la proximidad del Stadtpark es reputada de sedante, pues aquí se ha decidido que sea el anuncio del próximo fracaso del penúltimo capítulo de esta carrera en la que pasa como en todas las noches electorales del mundo: todos quieren ganar y ninguno quiere ceder (mucho) en sus posiciones.

Por cierto, y solo a modo de anécdota: las negociaciones del Palais Coburg se desarrollan cerca de una de las casas de chatis más caras de esta bonita ciudad que acoge al bloguero y a sus convecinos: el Babylon ¿Lo sabrá el presumiblemente pío ministro de exteriores islámico?


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Comentarios

Una respuesta a «Negociaciones a cara de perro en Viena»

  1. Avatar de Uno que comparte vocación
    Uno que comparte vocación

    Sabía que te gustaría, estimado colega; disfruta de la lectura. Machts gut!

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