Samizdat

GemeindebauUna cosa lleva a la otra ¿Me acompañas en una excursión por el espacio, por Viena y por el tiempo? !No te arrepentirás!

13 de Marzo.- Hoy ha hecho mucho frío en Viena. El invierno ha vuelto por sus fueros (todos los años pasa igual, aunque sabemos que está herido de muerte, él se resiste y, por esta época, da los últimos coletazos de frío y ventarrón desagradable). Al doblar las esquinas, uno siente la bofetada del frío en la cara, y se alegra cuando le toca, de camino a algún sitio, coger un tranvía, porque significa que, entre parada y parada, por lo menos estará un rato calentito.

La tarde invitaba a comprar libros y así lo he hecho. Mis decisiones al respecto han estado motivadas por varios factores, a cual más aleatorio. A saber:

-Durante la hora de la comida, en la empresa en la que trabajo, he estado hablando con mis compañeras (particularmente con mi compañera rusa) sobre cine. Particularmente cine soviético. Todas, salvo mi compañera rusa, me han mirado un poco extrañadas y sin saber bien qué decir cuando he añorado los tonos pastel del desafortunadamente difunto sovcolor, en el que se rodaron la mayoría de las películas de la época soviética. Los tonos pastel no se debían a que los técnicos de fotografía soviéticos tuvieran mejor gusto que los americanos, sino a que las emulsiones eran de tan mala calidad que han soportado muy mal el paso de las décadas.

También le he hecho decir en ruso el título de El Acorazado Potemkin y hemos estado hablando de Solaris y de Tarkovski y de Iván el Terrible (las películas de Eisenstein) y del cine de animación checoslovaco que era la maravilla de los niños del otro lado del telón de acero (y de parte de los de este lado, como los austriacos) o la Cenicienta con Karel Gott y una actriz checa, Libuse Safranková, con cara de muñeca de porcelana, que hoy será una señora de sesenta años.

-De camino a la librería, he pasado por una preciosa Gemeindebau de los años treinta –mis edificios favoritos de Viena no son tanto los de la época de la monarquía sino las enormes manzanas de viviendas, a modo de “palacios para el pueblo”, que construyó la Viena Roja en los veinte y los treinta-. Siempre es agradable ver los preciosos detalles decorativos art decó de estas casas, como los dos galgos estilizados que guardan una escalera o las rejas de forja. Por asociación de ideas, he pensado en la rusia soviética y, una vez en la librería he comprado dos libros. A saber también:

Primero, el primer tomo de Ana Karenina, de Leon Tolstoi. Y El Maestro y Margarita de Mihail Bulgakov.

He empezado por el segundo y se ha producido, con este, el milagro que nos convierte a los lectores en yonkis de letra impresa. No podía dejarlo. He leido en el tranvía, en el autobús, y me he dado cuenta, nada más abrir el libro y leer los primeros párrafos, de que Mihail Bulgakov debía de ser un hombre muy inteligente, muy risueño y muy bondadoso para poder escribir como escribía. Esas cosas se notan. Para escribir ciertas cosas de las que Bulgakov escribe, hay que haber visto mucho mundo y haber vivido mucho y haber visto vivir mucho. Y si algo no faltaron en la biografía de Bulgákov fueron las peripecias. Desde una adicción a la morfina a una llamada de Stalin (¡Debía de ser de ponerte las gónadas de corbata el que uno de los asesinos más sanguinarios de la historia te llamara por teléfono!). Precisamente buscando la biografía de Bulgákov he aprendido una nueva palabra que le diré a mi compañera rusa cuando la vea el lunes: Samizdat. Se trataba de las copias artesanales de libros prohibidos que circulaban por la Unión Soviética. La existencia de los Samizdat dice mucho del amor de un pueblo por sus libros. La mayoría eran copias carbón copiadas a máquina. Así, se salvó El Maestro y Margarita, que es una obra maestra, de perderse para siempre.

(Cuando uno ve las noticias de los cafres estos del Estado Islámico, uno no puede dejar de preguntarse ¿En esos países, asolados por una violencia que es muchísimo peor que la violencia física, porque atenta contra el alma de los seres humanos, existirá el samizdat? ¿Habrá personas que se aprendan los libros o las canciones de memoria antes de que los animales aquellos las quemen o las destruyan?)


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