En qué creen los austriacos

Demonio¿Es Austria un territorio perdido para la Fe? (bueno, y para las otras). Hoy echamos un divertido vistazo al alma austriaca en su lado más íntimo y espiritual.

4 de Abril.- En gran parte debido a la política de los Habsburgo, que se dejaron influenciar por sus parientes españoles que eran de misa y comunión diaria (quizá más les hubiera valido lo contrario, pero bueno) Austria ha sido un país católico durante siglos. De un catolicismo, eso sí, que ha tenido desde siempre que convivir con el protestantismo y con la marcada tendencia a la sensualidad de este pueblo con lo cual aquí, tradicionalmente, los del equipo vaticano han tenido que currarselo bastante para que la ciudadanía no se fuera al negociado de enfrente.

Aquí, por ejemplo, a principios del siglo pasado, se desarrolló el social-catolicismo, que pretendía atemperar un poco lo que, en aquella época, en ambientes más tradicionales se consideraba el exceso ateo del socialismo (en España fue esto siempre imposible, porque la Iglesia, hasta que no le vio las orejas al lobo antes de la Transición, fue siempre con los que tenían la sartén por el mango y al pobre, nada, mucho predicar paciencia y resignación, pero poco más).

Durante el nazismo y después de la guerra mundial, los austriacos hicieron de su catolicismo una especie de cuestión patriótica (los austriacos de más edad aún recuerdan la cuestación que se organizó para reparar el Stephansdom). Pero, conforme llegaron los setenta y, con ellos, los vientos de cambio en la moral y las costumbres (y, por qué no decirlo, el estilo de vida católico empezó a alejarse de lo que la mayoría de la gente hacía en su vida diaria), los austriacos empezaron a desentenderse crecientemente de los dogmas y hoy (¡Oh, desgracia!) la mayoría de la población de este país vive (perfectamente, todo hay que decirlo) sin las angustias que provoca en los católicos más fervientes la creencia en Satanás y sus calderas llenas de pobres almas en desgracia.

Según un estudio publicado recientemente, el sesenta por ciento de los austriacos, independientemente de su extracción social o su nivel educativo dice que el cielo son cuentos de viejas. Curiosamente, los jóvenes (niños, vaya) creen más en la beatitud celestial tras el óbito, mientras que los mayores de cincuenta años le hacen un corte de mangas a la creencia tradicional. Sólo un 14 por ciento de los austriacos entrevistados está convencido de que, si uno es bueno y trata a sus semejantes con decencia, el Altísimo le recompensará cuando estire la pata con una eternidad llena de risas (por la Gracia de Dios, ya se sabe).

La creencia en el infierno tiene aún menos adeptos. El setenta por ciento de los austriacos le hace una pedorreta a la existencia de Luzbel. De hecho, los niños son los que más creen que hay un don diablo que se ha escapado y tú no sabes la que ha armado (claro, es que ellos ven al diablo todas las navidades en forma de Krampus).

Creen los austriacos, eso sí, en la reencarnación al budístico modo. Tampoco muchos, solo un diecinueve por ciento de los encuestados. Un 46 por ciento dicen que, una vez la trampa se nos lleva, no volvemos de ninguna manera a este mundo.

Casi el setenta por ciento de los austriacos (más las mujeres que los hombres) creen que la Iglesia Católica tiene poca o ninguna credibilidad como institución, aunque creen que el papa Paquirri le ha hecho mucho bien a la credibilidad de la Empresa que dirige (es que ya eran muchos años sin tener al frente de “la misma” a una persona decente).

Todo lo anterior no significa sin embargo que los austriacos sean ateos y no crean en ninguna forma de existencia ultraterrena. Solo se definen como tales un tercio de los encuestados, tanto que los otros, como en la canción de Sabina, piensan que “algo tiene que haber, llámalo energía”. Los que piensan que cuando uno hace chimpún se acaba todo, son sobre todo los viejos y, dentro de ellos, los que votan al Partido Socialista y a los Neos.

Podría decirse de los austriacos que hacen suyo aquello de que “creen en Dios pero no creen en la Iglesia” porque está bastante extendido el pensamiento de que se puede ser religioso (y, sobre todo, buena persona) sin ir a misa ni pertenecer a ninguno de los credos institucionalizados (cosa que se demuestra diariamente, a pesar de los esfuerzos del clero en que sus ovejas crean lo contrario). Los únicos entre los encuestados que rechazan esto de plano son votantes del Partido Popular (austriaco) y aquellos a quienes la política no les hace ni fú ni fá.


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