Un post sobre Viena que termina en Albacete

SombrasUn artículo que describe cómo funciona el mundo sin paños calientes y que, a pesar de lo cual, es ideal para ser leído en algún sitio fresco. Por la sombrita.

10 de Agosto de 2015.- Mis lectores estarán de acuerdo conmigo en que vivimos en un mundo cuyas reglas de funcionamiento, a veces, producen unos daños colaterales que resultan difíciles de entender desde el sentido común.

Puerta de San MiguelPor ejemplo: casi todos pensamos que está bastante bien que el mercado, con las oportunas correcciones para evitar abusos, gobierne los intercambios económicos. A efectos prácticos: supongamos que yo tengo un móvil de la compañía Llamamucho por cuyo uso pago 50 euros al mes y que de pronto la compañía Charlamás va, se pone y lanza una oferta que da el mismo servicio por 25 euros al mes. Como yo (ya lo dice Mediamarkt) no soy tonto, miraré el teléfono y luego mi cartera, pensaré en los 25 euros que me ahorraré y podré gastarme en irme de copas con mis amigotes y, de manera ipsofacta, me marcharé a Charlamás. La ley de la oferta y la demanda.   Esta, cuyos efectos nos mejoran la vida tanto y tanto, es sin embargo una de estas que produce daños colaterales. Por ejemplo: desde el sentido común resulta incomprensible la incontestable realidad de que hay muchísima más gente que quiere escuchar a Belén Esteban o a Kiko Ribera (el artista antes conocido como Paquirrín) que a mi amigo Pedro, que es un doctor en botánica listísimo como de aquí a Lima (und zurück). Debido a lo cual, mi amigo Pedro goza de un nivel de fama bastante más humilde que las luminarias mencionadas, por no hablar de que sus emolumentos no llegan a lo que gana Belén Esteban por abrir los belfos y expeler un “Andreita c*ño, cómete el pollo”. Al rico helado

Otra cosa que es difícil de entender desde el sentido común es que, determinadas medidas que, en un momento dado, parecían una buena idea, pueden terminar siendo peores que la enfermedad. Por ejemplo: las medidas de transparencia, sanísimas, han hecho que todos nos enteremos de lo que cobran los políticos. La diferencia entre los sueldos de los políticos y los del común de la población, hizo que los del común de la población nos escandalizásemos (con razón). Resultado: tendimos a votar a personas que dijesen que iban a cobrar menos. De manera que las nuevas generaciones de profesionales preparados que salen de las universidades, hicieron la de Llamamucho y Charlamás pero al revés. Miraron sus currículums, se rascaron el cuero cabelludo y pensaron ¿Me dedico al servicio del Estado o me voy a la empresa privada? En la política voy a ganar diez y me van a poner hecho un pingo en los periódicos un día sí y otro también, y en la empresa privada voy a ganar veinte en el anonimato. Desaparecido el factor prestigio que antaño constituía una especie de sobresueldo para los políticos, la elección está clara: un ejemplo claro de la civilización del ocio: más pasta igual a más copas.

Una chica viendo el móvil

Para evitar la sangría de buenos profesionales (o de profesionales a secas) los que tenían un poquito de cabeza inventaron lo que se ha dado en llamar “las puertas giratorias”. O sea: cojamos a un profesional (“como la copa de un pino”, que diría Jose Luis Moreno) y tratemos de convéncerle de que entre en política. Él (o esha) mirarán su cartera y se negarán.

 

Pero el que tienen enfrente les guiñará un ojo y les dirá:

 

-Te voy a hacer una oferta que no podrás rechazar. Yo te ofrezco estar un par de años en la política comiéndote marrones y, a cambio, un par de años en el sector privado con un despacho que tendrás que recorrer en bicicleta y una secretaria mona.

 

-¿Pueden ser dos secretarias monas? –en el caso de las chicas ¿Pueden ser dos secretarios mazas?

 

-Hecho.

 

En España, estos “retiros dorados” han sido tradicionalmente grandes empresas públicas (Telefónica cuando lo era) o empresas privadas en las que, por dedicarse a sectores estratégicos, el Estado tiene mano (Indra). En Austria, en cambio, han perfeccionado lo de las puertas giratorias y los políticos no se van de retiro a ninguna empresa sino que buscan acomodo en entidades silencioooooosas y discreeeeeetas, generalmente situadas en vetustos palacios de la Ringstrasse, en las que solo se oyen susurros y pasos apagados por gruesas alfombras: las fundaciones.

Despacho de Karl von Habsburg

Claudia Bandion-Ordner fue ministra del interior del Gobierno austriaco y, cuando cesó de serlo, encontró (jaté, qué casualidad) un puest(az)o en una fundación de diálogo interreligioso en la que España, por cierto, participa, y que es parte de la llamada “Alianza de civilizaciones”. Lamentablemente, esta organización es utilizada por la monarquía de Arabia Saudita para lavar su imagen en lo tocante al curioso concepto que en ese país tienen de los derechos de todos los humanos en general y de las humanas en particular. Como dicen aquí, Pech gehabt, lo que parecía una mamandurria de lujo para Claudia Bandion-Ordner se convirtió en un regalo envenenado cuando, para conservar el puesto, la exministra tuvo que decir que las chicas vivían chachi en Arabia Saudí y que lo de ir tapada con niqab era genial. Se le echaron encima (Viena Directo lo contó aquí).

El Gobierno austriaco trató de poner coto al escándalo anunciando con el proverbial bombo y platillo una reestructuración de la fundación Rey Abdullah o Abdullah Zentrum en lengua vernácula (que así se llama la fundación interreligiosa), a Claudia Bandion Ordner se le indicó el camino de la puerta y hoy se ha sabido el nombre del nuevo presidente. Es un español que tiene, por cierto, una foto horrorosa en su perfil de Linked In (un espanto de flashazo y tente tieso). En fin: el nuevo afortunado presidente se llama, y con su nombre termina este cuento, Alvaro Albacete.


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