Fuera de la zona de confort

payasosDe como la risa (ajena) nos coloca a veces en posiciones en las que no nos gusta vernos.

Querida Ainara (*) : hace unos meses, un grupo de desalmados entraron en la redacción de la revista francesa Charlie Hebdo y mataron a varios de los empleados, entre ellos, al director. La reacción de duelo fue universal (lógicamente) y todos las personas decentes, no solo condenamos el atentado, sino que coreamos el slogan Je suis Charlie (Yo soy Charlie).

O por lo menos, al principio. Observador como soy de la naturaleza humana, durante aquellos días leí ávidamente las reacciones y, cuando el susto se fue calmando, empezaron los “Je suis Charlie pero…” y los que querían epatar todavía más decían “Yo no soy Charlie “ (hubiera sido demasiado pedir que lo hubieran dicho en francés, lengua desafortunadamente en desuso).

Los que no eran Charlie eran personas, generalmente, que tenían una convicción muy fuerte sobre algo (normalmente religiosa). Personas que, aunque fuera haciendo une esfuerzo (en unos casos más grande, en unos casos más chico) podían ponerse en el lugar de los cafres que habían matado por un chiste (o por una pila de ellos, me es igual).

Ayer yo escribí un artículo en este blog. Fue un artículo de último recurso, que son los que escribo cuando estoy tan agotado de trabajar que el cerebro se niega a pensar y no se me ocurre nada. A mí el artículo me pareció gracioso, pero la verdad, sin falsa modestia, nada del otro mundo. Media hora de teclear y a la cama. Nunca hubiera pensado que podía haber gente que se podía sentir ofendida con él. De hecho, la ha habido y la reacción me ha hecho pensar mucho, Ainara.

Vengo de una familia en la que hacer bromas sobre todo es lícito y en la que solo hay un tabú: que la broma se haga con gracia, que sea ingeniosa. Nos reímos mucho. En primer lugar, de nosotros mismos. Desde que soy pequeño, por ponerme de ejemplo, en casa se han hecho coñas sobre mi falta de coordinación motora, sobre la capacidad que tengo para tropezarme en los sitios más inverosímiles (he llegado a tropezarme con las rayas de un paso de cebra, que ya es ser patoso), con mi despiste (aquí, un ejemplo que a punto estuvo de costarme la vida) y con mi credulidad en general. Supongo que, con los años, ha sido un formidable entrenamiento y que, a estas horas, soy incapaz de ofenderme con ningún chiste que se haga sobre mí o sobre mis alrededores. No tengo el más mínimo sentido del ridículo. Y lo digo con orgullo.

Naturalmente, de manera inconsciente, pienso que todo el monte es orégano y por eso, para mí, el artículo de ayer era completamente inofensivo.

Durante estas horas, he reflexionado mucho sobre el sentido del humor y he llegado a una conclusión que, no por evidente, ha resultado menos interesante. En general, me temo que los chistes, las bromas, la caña y la leña al mono que, como todos sabemos, está hecho de caucho, a la gente le sientan bien mientras las víctimas son otros y ellos se sienten fuera del ojo del chiste. Sin embargo, la mayoría de la gente, incluso la que se precia de tolerante, cuando les sacas de esa zona de confort, de detrás de la barrera, tiene una tecla, a la que llamaremos “la tecla Charlie” (aunque sea mentar la soga y la casa del ahorcado) y, si se la tocas, les salta el resorte de “ah, con eso no se juega”. Y no, Ainara, hay que jugar con todo lo que se pueda jugar. Siempre que se haga, por supuesto, así: de juego.

Creo que es muy sano reirse de uno mismo, Ainara y, cuando hay algo de nosotros de lo que nos molesta que la gente se ría, hay que procurar pensar cuidadosamente en el porqué de la molestia. Si haces el ejercicio contigo misma, Ainara, descubrirás que casi siempre que se da esa situación es porque tienes miedo de que, de aquello que se ría la gente, sea verdad.

Besos de tu tío

(*) Ainara es la sobrina del autor


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Una respuesta a «Fuera de la zona de confort»

  1. Avatar de Primo N.
    Primo N.

    Si te sirve de consuelo, primo, te dejo una frase de un buen amigo: se puede uno reir de todo, pero no con todo el mundo (ni con los talibanes del Hebdo, que carecen de sentido del humor, ni al parecer con los no menos talibanes de la vida sana).

    Un abrazo,

    Primo N.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.