El Gobierno austriaco se está haciendo una pregunta muy importante y para la que no hay respuestas fáciles, la misma con la que acaba este post y que no muchos lectores se atreverán a contestar.
6 de Noviembre.- En los últimos meses, los del lado oscuro de la fuerza funcionan, en relación con los refugiados, como un motor de dos tiempos.
El primer paso consiste en difundir todo tipo de bulos a propósito de esa pobre gente; que si roban en los supermercados, que si violan a las chicas, que si destruyen todo lo que tienen a mano, que si se insolentan con quienes les ofrecen comida diciendo que ellos no aceptan ni un vaso de agua de cristianos…(o de cristianas)…El segundo tiempo es, una vez que se han dicho estos embustes, decir „Si no saben comportarse como las personas (o sea, si no comparten nuestros valores) que se vayan“ o mejor „!Que les echen!“.
Y de eso vamos a hablar hoy: de valores.
El Ministerio del Interior austriaco cuenta con que, en un futuro próximo, se van a aceptar 25.000 solicitudes de asilo (y yo añado: tirando por lo bajo). Naturalmente, a toda esta gente hay que integrarla en la sociedad por su bien y por el nuestro.
Escuchando a los que tienen la misión de preparar esa integración, uno tiene a veces la sensación de que, desde los países de acogida, se piensa en todas estas personas que vienen, en el mejor de los casos, como en niños pequeños o adultos ligeramente retrasados y, en el peor, como seres no del todo humanos provenientes de una cultura arcaica, una cosa como si los orcos de El Señor de los Anillos aterrizasen aquí y ahora en nuestro salón. Así pues, como mecanismo de defensa, la sociedad de acogidase siente en la necesidad de explicarles a estas personas „cómo funcionamos aquí“, „qué pensamos de las cosas“, en resumen, como decía más arriba, cuáles son nuestros valores.
Según informa la prensa local, el profesor Heinz Fassmann, de la Universidad de Viena, por encargo del Ministerio del Interior y de la Secretaría de Integración (ambos negociados los encabeza Sebastian Kurz) está preparando el programa de unos cursos de „Valores austriacos“ (amárrame esos pavos) que serán de ocho horas y a los que los refugiados deberán asistir (y acreditar que asisten) para poder tener acceso a las ayudas sociales que ofrezca el Estado.
La madre el cordero, por supuesto, está en averiguar qué valores son los irrenunciables, los innegociables, aquellos con los que los migrantes tienen que comulgar sí o sí.
Y no es tan fácil.
Por poner un ejemplo, en Holanda, en donde ya se han implantado cursos semejantes, se les ha enseñado a los refugiados vídeos instructivos en donde podían verse mujeres con los pechos desnudos y hombres besándose.
El señor Fassmann ha descartado que este vaya a ser el caso en Austria, no por los pechos de las señoras sino parece que más por lo de los señores besándose. Le parece a Fassmann que una cosa que es que los refugiados aprendan que la democracia, la igualdad y el Estado de Derecho son chulos y otra pasarse y que los sirios se nos vuelvan todos unos libertinos o, peor, herirles en su sensibilidad de seres cándidos que no han visto la realidad del mundo nada más que por un agujerito.
Una cosa es pa una cosa y otra cosa es pa otra cosa, ha venido a decir y, además, no todos los austriacos ven con buenos ojos que dos chicos se besen (vamos, es que hay gente que, ante esta realidad incontestable ni lo ve con buenos ojos ni lo ve con malos, símplemente se los tapa).
Si uno ha aprendido algo durante estos años funcionando por el mundo es que todos, todos, todos, pero todos todos, desde el más tonto al más listo, desde el peor hasta el más santo, pensamos que, si todo el mundo fuera como nosotros somos al mundo le iría mejor y, al fin y al cabo, si uno lo piensa, eso es la política: el intento de unos pocos que la mayoría piense como ellos porque, si uno no piensa que sus valores, su manera de ver el mundo, es la mejor ¿Por qué si no se mete a político? (no, lo de trincar, en algunas personas es más que un impulso: es un valor en sí mismo, porque piensan que todo el mundo haría lo propio en la misma situación).
Quisiera terminar este artículo con una pregunta dirigida a todos mis lectores. A ver, atrévanse: si tuvieran que decirles a los refugiados aquello que nos caracteriza, lo que tendrían que hacer para estar integrados en la sociedad no ya austriaca, sino occidental ¿Qué sería?
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