A la sombra de los terribles atentados de ayer de París se ha celebrado hoy en Viena la segunda ronda de conversaciones para tratar la situación siria.
14 de Noviembre.- El talento para la predicción del futuro del locutor que ayer, a eso de las ocho, estaba de servicio en Radio Niederösterreich no pasará probablemente a la Historia. Después de volver del boletín de noticias que la emisora difunde cada hora, y que fue abierto con dijo algo así como:
–Buenas tardes, hoy es viernes 13 pero no ha pasado nada excesivamente grave ¿Verdad? Y estamos seguros que en las próximas horas no va a pasar, así que, sigamos con la música.
Eran ganas, la verdad, de mentar a la bicha.
Como estaba previsto, y entre grandes medidas de seguridad, hoy se ha celebrado una cumbre al más alto nivel, en el Hotel Imperial, segunda ronda de aquella de la que ya informó Viena Directo.
La conferencia de hoy en Viena a propósito de Siria ha estado marcada por los terribles, repulsivos atentados de París.
Por cierto, como habrán notado ya mis lectores habituales, yo también he llevado a la cabecera de este blog la bandera francesa, país con el que me une un vínculo sentimental casi igual de fuerte que el vínculo intelectual, porque Francia es el corazón cultural del mundo y, sin duda, París es la ciudad que es el meridiano por el que pasan los intereses de cualquier europeo que utilice la cabeza para algo más que para ponerse una gorra.
Dicho esto: como ya se esperaba, en esta segunda ronda de reuniones al más alto nivel para intentar poner algo de arreglo en la guerra civil siria las expresiones de unidad han sido unánimes al igual que las expresiones de repulsa.
Expresiones de duelo, por cierto, a las que la propia ciudad de Viena tampoco ha sido ajena. Hoy, estaba prevista la inauguración de los mercados de adviento y, en solidaridad con las víctimas de los atentados de Francia, se ha pospuesto.
No estaba la cosa para esas alegrías.
En el Hotel Imperial, sobre todo, se ha tratado de intentar fijar las estrategias que conduzcan , por lo menos, a un alto el fuego y a una solución negociada de la guerra civil siria, y también ver qué se puede hacer con los cuatro millones y medio de desplazados que está produciendo la guerra siria.
De puertas para afuera por lo menos, la consigna entre los mandatarios reunidos era la que manda la lógica y la que ha terminado dando sus frutos, por ejemplo, en la victoria de los españoles contra el terrorismo de ETA.
En primer lugar, poner de relevancia que, como en el caso del terrorismo vasco, lo que buscan los criminales es una reacción de los Estados o de los pueblos de esos Estados, que justifique nuevos ataques terroristas. El terrorismo debe ser visto como acciones encaminadas a favorecer la ascensión de los extremismos (Marine Le Pen, en el caso de Francia, Strache en el caso austriaco, la ultraderecha nostálgica del franquismo en el caso español); extremismos que ofrecen unas medidas fáciles („esto ya verías tú cómo lo arreglaba yo“) que son solamente bravuconadas de barra de bar insostenibles en la práctica. Estas acciones, como las de ayer, deben ser vistas como lo que son: los primeros pasos del mismo motor de tres tiempos que movía a ETA en los años setenta: Acción-Represión-Acción.
Caer en el asqueroso racismo, en el odio indiscriminado al diferente, en la propugnación de la violencia para responder a la violencia, es hacerles el juego a los terroristas y la sociedad occidental, si quiere seguir conservando lo que la hace diferente de los bárbaros, no puede ni debe caer en ese juego.
En segundo lugar, que el terrorismo, como han señalado los responsables de la diplomacia rusa y estadounidense, NUNCA tiene justificación. Ante actos de barbarie como esta, existe la tentación de que los corazones encogidos busquen explicaciones, aunque la lógica sea descabellada, lpara tratar de hacer comprensible lo incomprensible. Ni cuando canallas parecidos a estos asesinaron a los humoristas de Charlie Hebdo la cosa tenía justificación en las caricaturas del profeta ni la tiene ahora. En la mente de un terrorista la religión (del tipo que sea, porque la Patria Vasca no dejaba de ser también una religión) o eventuales demandas políticas, no son más que pretextos para encubrir un problema de empatía y de adaptación a la evolución de los tiempos. El terrorismo siempre es un acto esencialmente reaccionario, un cáncer provocado por el avance de las ideas (esto lo digo yo, naturalmente John Kerry no), por el abandono de quienes lo practican a los dos cánceres más dañinos para la Humanidad: el fanatismo religioso y el fanatismo territorial, o sea, el nacionalismo.
Lanzado este mensaje, los diplomáticos reunidos en Viena han tratado de ponerse de acuerdo, sin demasiado éxito, sobre el papel futuro de Bashar al-Assad, el actual presidente sirio. Esta vez el tipo ni se ha molestado en hablar. Aunque también, a lo mejor, calladito está más guapo.
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