Hombres austriacos, mujeres españolas (y viceversa)

AmorFuera del parné, el motivo principal para venirse a Austria son los amoríos. Hoy pasamos revista a los obstáculos por los que pasan las parejas mixtas (de jamón y queso)

30 de noviembre.- Si descontamos el puramente económico, uno de los motivos más frecuentes para venir a Austria es la buena puntería de Cupido.

Las austriacas y los austriacos se pirran por nuestra manera de destrozar el genitivo, disfrutan comprobando si las chicas llevan la navaja escondida en la liga, o si es verdad que nosotros, los chicos, somos tan fogosos como Rodolfo Valentino o Antonio Banderas.

Pasado el calentón (llamemos a las cosas por su nombre) las relaciones entre austriacos/as y españoles/as no siempre son fáciles. Al hecho incontrovertible de que cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre (inconveniente este que existe también en las parejas cuyos componentes son de la misma nación), se une el de que cuando los cónyuges (o “arrimaos”) han nacido uno en EPR y otro, pongamos, en Alcantarilla (bella localidad de Murcia) tienen que hacer frente a determinadas circunstancias añadidas. Por las conversaciones que uno, que es un cotilla irredento, tiene oídas, me he atrevido a hacer esta lista, para aviso y consejo de los que se vayan a meter en camisa de once varas.

-El primer inconveniente del que podríamos hablar sería el idioma. Y no es un inconveniente menor, créanme mis lectores. Para uno de los dos miembros de la pareja el idioma aprendido será algo que no ha mamado (hay austriacos, austriacas, particularmente, que hablan español divinamente, pero aun así, por muy bien que se hable un idioma aprendido, siempre hay cosas que uno no puede evitar hacer en el suyo propio).

Por otro lado, lo que es a los italianos la gesticulación y el ir vestidos, en muchos casos, como proxenetas, es a los españoles la palabra.

Pareja

En lo que podríamos llamar el “ecosistema social” español, desde pequeños competimos por ver quién habla mejor, quien utiliza mejor el lenguaje por ejemplo, para hacer chistes de una forma que en alemán no es tan usual. Cuando tres españoles se sientan en una mesa son frecuentes los chistes en los que alguien dice a y b y el golpe de risa viene cuando los demás hacen la suma en su cabeza porque les sale c (no sé si me explico pero, si mis lectores se fijan, el 80% de las conversaciones graciosas españolas están basadas en este mecanismo). Esto, a los austriacos les resulta marciano en muchos casos porque su humor es más “situacional” que “lingüístico”. Por no hablar de que, como ya hemos dicho en repetidas ocasiones (y perdón si hay algún austriaco que me lea, pero no es mi intención ofender) la ironía no es precisamente el fuerte de estas criaturas y cuando un español dice, un poner “Anda, tú no limpies la cocina, que es malo” es muy probable que el/la aborigen interpreten que, efectivamente, no queremos que limpien la cocina y se sienten a ver un episodio de Tatort (y luego, después, una vez se ha detenido al culpable del asesinato en, pongamos, Bonn, pongan el grito en el Himmel porque la cocina sigue sin recoger).

-El otro día me enseñaron un vídeo muy divertido que puede explicar perfectamente el segundo inconveniente del que vamos a hablar hoy. Estaba Anne Rose Quintana pongamos que delante de la sala de conciertos Bataclan cuando había convocado un minuto de silencio por las víctimas de los atentados de París. Los franceses (los pobres) con cara de haber tenido que hacer frente a una centena larga de muertos. Llega el mediodía y se sumen todos en recogido silencio y Anna Rose, en plan reportera más dichararera de Barrio Sésamo o del genial Pepe Sonrisas, dale a rajar durante minuto y medio:

-Qué minuto de silencio más impresionante estamos viviendo, señoras y señores, todo el mundo callado, que es que aquí tiras un billete de cinco euros al suelo y suena como un cañonazo…Madre mía, qué cosa más impresionante.

Y así, ya digo, minuto y medio. Las redes sociales se han echado encima (lógicamente) de Anna Rose Quintana, pero es que los españoles de las redes sociales que le afeaban su comportamiento no se daban cuenta que ellos son exactamente iguales. Los españoles tenemos un terror al silencio que lo llevamos grabado, como dice una tía mía, en los genitales. Nos da pavor. A los austriacos, en cambio, no. Y no hace falta decir más.

Tú puedes entrarle a un miembro (o miembra) de la población aborígen y tratar de pegar la hebra (sistema muy recomendable de propiciar luego un acercamiento más íntimo) y dicho miembro de la población aborígen puede quedarse callado/a y tú empezar a sentir que estás como Iñaki Perurena, forzudo levantador de piedras vasco, tirando de un peso muerto (el peso muerto es, obviamente, la conversación de la que a ti te interesa). Tú puedes estar sintiendo que la susodicha pasa de ti como de los excrementos de algún búfalo de las praderas de Norteamérica, pero resulta que no, que ella está callada porque no considera necesario hablar.

Los españoles estamos acostumbrados a que se alcance este grado de armonía cuando, después de años de matrimonio, los cónyuges no consideran necesario dirigirse la palabra para decirse nada pero aquí, como son más perfectos que nosotros, pueden vivir exactamente sin abrir la boca incluso antes de saber cómo te llamas, lo cual da idea de lo adelantada que vive esta sociedad.

Y queridos lectores, yo quería hacer una lista, pero la verdad es que ya llevo dos folios, una extensión tremebunda para un post. Creo que escribiré más sobre este tema ¿Alguna idea?

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Comentarios

Una respuesta a «Hombres austriacos, mujeres españolas (y viceversa)»

  1. Avatar de Imma
    Imma

    Muchas gracias por explicar lo del silencio. Ahora entiendo un poco mejor a mis vecinos. Yo no sabía si achacárselo a la timidez o si era absoluta indiferencia hacia la recién llegada. Mi duda es cómo se relacionan las personas aquí cuando se encuentran dos silentes.

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