La táctica del “haz como si”

Algunos españoles se quejan de que los austriacos les tratan fría o poco correctamente. Yo creo que, en un alto porcentaje de los casos, la culpa es de los españoles.

2 de Diciembre.- Querida Ainara (*) : para mí, Austria ha sido una experiencia impagable desde todos los puntos de vista. Después de diez años, puedo decir que la persona que llegó no tiene nada que ver con la persona que te está escribiendo esta carta. Naturalmente, tampoco puedo decir que Austria me haya hecho totalmente como soy sino más bien que, como pasa siempre, la experiencia de emigrar, de lo que tiene de quedarse uno solo con uno mismo y con las propias fuerzas, ha hecho que se desarrollasen e incluso se extremasen determinados rasgos que ya estaban presentes antes, pero que quizá se hubieran quedado latentes en España.

En Austria he aprendido a ser más yo mismo y he adquirido la certeza de que, en mucha medida, el comportamiento que los demás tienen hacia nosotros depende mucho también de cómo nos colocamos nosotros delante de ellos.

Con nuestro propio comportamiento, Ainara, podemos también no te diría que condicionar, pero sí que podemos favorecer que los demás se comporten con nosotros de una manera más positiva.

Es lo que yo llamo la táctica del „Haz como si“ que da título a esta carta. Ponerla en práctica resulta, en todas las facetas de la vida, un interesante experimento.

Consiste en, sin pasar por alto una determinada característica de nuestro interlocutor, actuar en todo momento como si esa característica que a nosotros no nos interesa no existiera. Los resultados son asombrosos.

Por ejemplo, algunos españoles se quejan de que los austriacos tienen con ellos un comportamiento digamos poco correcto o frío. Seguramente esto no sea muy políticamente correcto decirlo, pero yo estoy seguro de que, por lo menos en un ochenta por ciento de los casos, esto se debe a cómo esos españoles abordan la situación.

La cosa empieza cuando uno, al conocer a una persona, se da cuenta durante los primeros cinco minutos (esas cosas se notan a la legua) que nuestro interlocutor es una persona que tiene cierto problema con los extranjeros. La táctica consiste en, sabiéndolo, actuar como si la persona que tenemos delante no tuviese ese defecto tan poco conveniente.

A los inseguros, hay que tratarles como si no nos diéramos cuenta de que lo son. A los que chismorrean y tratan de hablar mal de otras personas delante de nosotros, hay que tratarles haciéndose el tonto -es más, con esas personas es muy importante que ellos sepan que nos estamos dando cuenta del juego al que están jugando y, a pesar de eso, hacernos los tontos-; delante de los tacaños hay que hacer ejercicios de generosidad, delante de los envidiosos…Bueno, los envidiosos no tienen arreglo, no hay manera de que dejen de serlo.

Juega la experiencia un papel importante para darse cuenta de la característica nuestra que puede hacer que la otra persona se sienta insegura, incómoda, enfadada, etcétera, en una palabra, que entre en esas zonas erróneas del comportamiento que todos tenemos (basta con que nos sometan al estímulo adecuado) y, muy importante, Ainara, hay que aceptar esa característica, si existe, con toda la naturalidad del mundo y no tratar de disimularla.

Por ejemplo, yo sé que cuando hablo alemán tengo muchísimo acento, y que hay un cierto tipo de austriacos a los que ese acento puede molestarles (sé que es una tontería, pero el hecho es que hay gente así y qué haces ¿Los matas?).

Pues bien: cuando me doy cuenta de que eso está ahí, y de que puede convertirse en un problema entre mi interlocutor y yo, inmediatamente hago dos cosas: actuar como si esa característica de mi interlocutor no existiera y, después, aludir a lo que esa persona considera un defecto mío en cuando tengo ocasión, por ejemplo, diciendo que soy „el español ese que habla raro“. No suele fallar. La tensión se rompe y, sobre todo, se saca a la superficie de la conversación una cosa que a la otra persona le causa incomodidad y le ayuda a explicarse.

Ya lo dijo Freud, el farlopero más famoso de Austria, que no hay nada para pinchar el globo de un trauma como verbalizarlo.

Este remedio que te doy, Ainara, naturalmente no es infalible, porque hay personas irreductibles a esta manera de hacer las relaciones humanas más fluidas (cafres hay en todos sitios, claramente); pero con aquellas con las que la reciprocidad funciona, verás que obra maravillas.

Espero que este pedazo de mi experiencia te sirva.

Besos de tu tío.

(*) Ainara es la sobrina del autor


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