¿El problema se llama Austria?

Das problemAl hilo del post de Podemos, salió el otro día el interesante tema de las rupturas de las relaciones cuando una parte es austriaca y la otra es española.

12 de Diciembre.- El otro día, al hilo de este post sobre el anuncio de Podemos, en el cual se relata tangencialmente el horrible sufrimiento de un chaval llamado Martín, desterrado en Viena por culpa de la crisis tremebunda, una amable lectora se despachó bien a gusto a propósito de los habitantes de EPR.

Por lo que se deducía de su desahogo, esta muchacha llego a estas tierras como La Cubana, cegada de amor, y luego, cuando el amor le salió Frosch, se le cayeron las escamas de los ojos, como suele decirse, y vio lo malísimas personas que eran todos los austriacos, que reproducían los mismos vicios y defectos que ella (la pobre) había observado en su ex.

Tengo que reconocer que los comentarios de esta chica me han dado mucho que pensar, hasta que me he decidido poner por escrito algunas de mis reflexiones y de mis opiniones a propósito del espinoso tema de qué sucede cuando el amor se acaba y cuando, como cantaba LMG, Rocío Jurado, los que antaño eran amantes y compartían cama y manteles escuchan un crujido frío y seco, cierran los ojos y piensan que se les rompió el amor de tanto usarlo.

-En primer lugar, parece obvio pero los austriacos , cuando uno viene a estas tierras traido en volandas por Cupido, casi siempre ganan mucho más que el español o la española que deja lo suyo para empezar una nueva vida aquí. Aunque solo sea por la ventaja que supone el jugar en casa. Los austriacos tienden a olvidarlo (como olvidamos todos que el aire que respiramos es un fluido que entra en los pulmones y nos hace vivos, aunque no nos demos cuenta de que está ahí la mayoría del tiempo) y los españoles tampoco podemos estárselo recordando todo el rato, porque el recuerdo constante también puede minar la relación. Sin embargo, esta circunstancia tiene un par de consecuencias fundamentales que hacen que las relaciones (y, por lo tanto, las rupturas) sean algo más especiales que en las relaciones entre personas que son del mismo país.

Naturalmente, para nosotros, los españoles que venimos aquí en circunstancias de enamoramiento, la persona que es la elegida (aunque sea transitoria) de nuestro corazón ES este país (lo mismo que para esa persona que nos elige, aunque sea transitoriamente, nosotros SOMOS España). Esto quiere decir que nosotros aprendemos de ellos lo que está bien y lo que está mal de acuerdo con los estándares del comportamiento austriaco, aprendemos el idioma y los giros que esa persona usa, naturalmente, aprendemos los prejuicios que esa persona tiene y los extrapolamos al resto de la sociedad austriaca (no es lo mismo estar junto/a con un simpatizante del FPÖ -cosa que es posible, porque para los de la ultraderecha, los españoles somos los extranjeros „buenos“- que con alguien que vote a los verdes.

Por supuesto, cuando la ruptura se produce, nos pasa como a esa lectora que me ponía verde más arriba por decir que los austriacos son majos y es que se produce lo que yo he terminado por llamar „una transferencia de rencor“. O sea, la reacción de cólera que sucede al dolor y a la autocompasión („yo, que he dejado mi familia y mis amigos y mi país por ti, y tú me lo pagas así, pedazo de cabrón“) es contra la persona con la que rompemos o que rompe con nosotros, pero inmediatamente, casi sin solución de continuidad, se transfiere al propio país porque, humanos al fin y al cabo, no tenemos más remedio que identificar el todo por la parte y si Hans era un hijo de nuestra suegra (y esa suegra se dedicaba al sexo de pago) que se dejaba siempre la tapa del water subida y le gustaba tirarse pedos en la intimidad del lecho conyugal, o a Manuela le gustaba calentar a nuestros mejores amigos cuando iba pasada de copas, es inevitable que terminemos pensando que todos los austriacos, por decirlo de alguna manera, tienen un fallo congénito que les impide comportarse como personas normales (esto es, y aunque nos dejaríamos matar antes de reconocerlo, donde pone personas normales cualquier inmigrante podría escribir perfectamente „como españoles“).

Esta reacción es, sin duda, muy disculpable, dado que el español, cuando se produce una ruptura, se encuentra muchísimo más a la intemperie que la parte austriaca en las mismas circunstancias. Por lo general, el austriaco siempre tendrá a su familia y a sus amigos cerca, y ellos le ayudarán a sobrellevar mejor la „viudez“ que siempre se produce en estos casos. Podrá explicarlo todo ayudándose de la lengua en que le parieron (el español tendrá que utilizar la prótesis de la lengua aprendida) y, naturalmente, es bastante normal que el austriaco se encuentre en unas condiciones financieras muchísimo mejores que la parte española. Por no hablar de que, si hay hijos que hayan crecido aquí, es bastante probable (y muy doloroso) que los hijos tiren instintivamente hacia la parte austriaca, porque para ellos es „lo establecido“, „lo fluido“ lo que „no necesita un esfuerzo de voluntad constante para ser mantenido y entendido“ (que parece que no, pero los aborígenes hacen un esfuerzo constante por entendernos y mantenernos).

En fin, estas son mis reflexiones. Estaría muy bien tener también alguna de mis lectores.


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Comentarios

Una respuesta a «¿El problema se llama Austria?»

  1. Avatar de Itxaso
    Itxaso

    Antes de nada, decirte que me ha encantado el post, me he reído mucho con algunos párrafos. Y en cuanto al tema, creo que el principal “problema” de los que vienen por amor, es que viven la vida de su pareja y no se buscan sus pequeñas parcelas de intimidad que les sirvan de salvavidas en caso de que la relación no salgan bien. Todos necesitamos nuestra gente y espacio y si sólo vives la vida de tu pareja, en caso de ruptura es más difícil al no jugar en casa. Al menos eso es lo que he observado durante todos estos años: los que tenían una vida propia además de la común, se quedan después de la ruptura mientras que aquellos que sólo vivían en el círculo de su pareja, al tiempo regresaron a casa. Pero eso también se observa en parejas de la misma nacionalidad: todos conocemos a alguien que cuando se echa novio/a deja su vida para vivir la del otro/a y abandona amistades o familia.

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