Los austriacos no los han tenido

actoresY si fueran conscientes de que los hemos tenido, nos los envidiarían muchísimo.

6 de Abril.- Querida Ainara (*) : vivir en un país que no es el tuyo tiene que, por un lado, conoces y, si tienes suerte, degustas un montón de cosas que, de otra forma, quizá no hubieras conocido ni degustado con tanta intensidad. Se paga un precio, claro: tienes que acostumbrarte a que, salvo casos muy señalados, las personas con las que vives no tengan ciertas referencias que forman parte, desde tu infancia, de tu memoria sentimental.

Lo pensaba yo hoy, mientras iba en el tranvía, y me acordaba, por enésima vez, de Chus Lampreave, actriz española que murió antes de ayer.

Estoy convencido, Ainara, de que, para muchas de las personas que leen esta correspondencia por encima de nuestro hombro, la muerte de Chus Lampreave, ayer, fue como si se hubiera muerto, no ya alguien de la familia, sino una vecina de toda la vida. De hecho, Chus, era la vecina buena, loca y tierna, que todos hemos tenido. Para ti, sin duda, Chus Lampreave será lo que para mí fue Gracita Morales, a la que apenas si llegué a conocer en activo y quién sabe quién, cuando tú tengas los cuarenta años que tengo yo (allá por el año 2043) habrá ocupado el lugar que tuvo Chus en tu memoria sentimental.

Bueno, esta última frase me perdonarás pero la he escrito para cubrir el expediente para, por lo menos, darle el beneficio de la duda al tiempo pero si te digo la verdad, creo que será muy difícil que surja otra Chus Lampreave. Por lo menos, en un futuro próximo.

A mediados del siglo pasado, Ainara, desafiando bravamente la dictadura cultural -porque no se puede hablar de otra- de las, por otra parte, estupendamente hechas películas americanas, se forjó una generación gloriosa de actores españoles que los austriacos, si pudieran ver aquellas películas, nos envidiarían.

Particularmente brillantes fueron los actores secundarios, como Chus Lampreave, los cuales, con medios muy precarios -basta leer las memorias de los pocos que han dejado algunas para darse cuenta de que trabajaban a destajo- y a pesar de las dificultades que imponía el horrendo franquismo, lograron dejar un fresco de lo que era la España de aquellos años.

La lista de personas más grandes que la vida sería interminable, desde Pepe Isbert, con cierto parecido a Hans Moser, en la comicidad benéfica en la especialísima técnica vocal, hasta Alfredo Landa, pasando por Manolo Morán, Gracita Morales, Lali Soldevilla, Florinda Chico, los hermanos Gutierrez-Cava -que tuvieron una desigual carrera en el cine-, Lina Morgan (estrella por derecho propio, que siempre hacía, como todas las estrellas, de ella misma), la enormísima Sara Montiel, perjudicada por sus últimos años algo erráticos, la gigantesca Concha Velasco, gloria de nuestra escena que aún sigue en activo y que ha hecho de todo, desde ser estrella juvenil hasta ahora que, como Margarita Xirgu, hace papeles de señora mayor porque, aunque parezca mentira, la Velasco (con el artículo delante) frisa los ochenta. Toni Leblanc, amo y señor del surrealismo lúdico y sinvergüenza, Julia Cava Alba, la indescriptible Mari Carrillo, que podía ser una niña buenísima y una bruja una línea después, la inconmensurable Maria Luisa Ponte, el gran Agustín González, la grandísima Amparo Rivelles (una de las mujeres más divertidas y más listas que ha dado nuestro país en el siglo XX)…En fin, que podríamos seguir y no parar, continuando, de nombre en nombre, hasta un Imanol Arias o una Aitana Sánchez Gijón o una Maribel Verdú o un Carmelo Gómez.

Una condición que han tenido todos en común y que también aqueja a los actores españoles de hoy, es esta: han sido casi universalmente denostados por sus compatriotas y los productos de su talento minusvalorados se diría que con la saña que solo los españoles, que a veces tenemos lija dentro del alma, sabemos exhibir cuando nos sale el lado cerril.

Quizá, a diferencia de lo que pasa con los actores de Hollywood, conocerlos en su intimidad, escucharles sin la voz interpuesta por el doblaje (antes buenísimo, hoy en día directamente abolible) nos ha hecho verles como seres humanísimos (con sus defectos muy magnificados, eso sí) y perderles el respeto que sin duda se merecen como espejo que son de nosotros, los españoles. Solo contadas excepciones, como Chus Lampreave, han gozado del reconocimiento general.

Si Austria tuviera a Almodóvar, que estrena película este viernes (y yo tendré que morderme los codos hasta que llegue a Austria) o si hubiera tenido alguno de los nombres que citaba más arriba, estoy seguro de que esos actores hubieran gozado del prestigio y la adoración que, en vida, gozaron los Hörbiger, por ejemplo. En España, desgraciadamente, esperamos a que estas personas se mueran para rendirles un homenaje que, por ejemplo en Latinoamérica, ya les rinden (esto se nota, sobre todo, con los cantantes).

Es triste que así sea ¿Verdad?

Besos de tu tío

(*)Ainara es la sobrina del autor


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